Nos llama por teléfono un oyente enfurecido para decirnos que en nuestro comentario de ayer lunes habíamos calumniado a la señora Embajadora norteamericana Vicky Huddleston encargada de la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana.

Resulta que la información en estilo de crónica social, que ofrecimos ayer sobre la recepción celebrada en la residencia de la señora Huddleston con motivo del 4 de Julio, nuestro informante - un corresponsal extranjero acreditado en La Habana - se equivocó al decir que el perro de la Embajadora se llamaba José Martí, lo que constituiría una ofensa gratuita a todos los cubanos.

El diligente crítico para probar su punto y rectificar nuestro error nos remite al diario The New York Times del pasado domingo en el cual aparece una crónica del reportero Fred Berstein sobre la fiesta del 4 de Julio celebrada en la Sección de Intereses en La Habana. La información dice que la señora Huddleston tiene en su casa un perro y un gato. Que el perro se llama "Havana" y que el gato es el que se llama "Martí". De manera que tiene toda la razón nuestro furibundo oyente. ¡Nos equivocamos! El perro que ladra de la señora Embajadora, no se llama José Martí. El José Martí de la Embajadora no ladra, maúlla. Es un gato.

¿Qué mas da si es perro o es gato? Para el caso es lo mismo. Serán dos animalitos muy mansos, muy lindos y cariñosos, de pedigrí de la más pura raza, pero animales a fin de cuentas, y no es correcto que se bautice a un perro o a un gato con el nombre de quien es el patriota más insigne de la nación cubana.

¿Qué dirían los norteamericanos si el señor Embajador de un país extranjero acreditado en Estados Unidos tuviera como mascota a un gato con el nombre de George Washington?

A fuerza de ser sinceros, no creo que la señora Huddleston haya bautizado a su gato con el nombre de Martí para ofender a los cubanos. Más bien se trata de una falta de sensibilidad y de sentido común. Y lo que es peor. ¿No tiene el Departamento de Estado más de un funcionario de alto rango de origen cubano que pudiera haber aconsejado a la señora Embajadora que José Martí no es nombre de perros o de gatos? ¿No tiene la señora Embajadora Huddleston amigos cubanos "disidentes" en La Habana que frecuentan casi a diario su residencia da comer pastelitos, que le pudieran haber aconsejado que es ofensa para todos los cubanos y no un halago, bautizar un animal con el nombre del apóstol de la independencia cubana? No. Ninguno le señaló el error a la Embajadora. El silencio es parte del temor reverencial. Si eso es. Temor reverencial ante la majestad de la persona que representa en Cuba al gobierno de los Estados Unidos de América.

Pero como nosotros no tenemos ese temor reverencial que padecen algunos genuflexos cubanos de aquí y de allá, le decimos a la señora Huddleston que su error - mas culpa de sus amigos que de ella misma - es del mismo corte y estilo que el de haber bautizado una emisora oficial del gobierno de los Estados Unidos con el nombre de José Martí.

Rectificar es de sabios. No nos duele en prenda decir que nos equivocamos cuando dijimos que el gato era el perro. ¡Rectifique también Ud. señora Embajadora! Cámbiele el nombre a su gato. Sería un bello gesto de despedida para cuando le diga pronto adiós a La Habana.