Tony Blair, el Primer Ministro de la Gran Bretaña tuvo que comparecer ante el juez que investiga la muerte del experto en armas inglés David Kelly, el asesor del Ministerio de Defensa que se suicidó sorpresivamente cuando su nombre apareció en la prensa como el informante de la BBC de Londres sobre el tema de las supuestas armas de destrucción masiva en poder de Saddam Hussein.

Que el Primer Ministro tenga que declarar ante un Tribunal de Justicia pudiera parecer algo de poca importancia porque en realidad Tony Blair no ha sido acusado de cometer un crimen, puesto que en este caso se trata de un suicidio y no de un asesinato. El señor Kelly se quitó la vida porque su nombre fue señalado por orden de Tony Blair como la fuente que informó a la emisora del Estado Británico BBC, que el gobierno había manipulado informaciones de Inteligencia para engañar a la opinión pública sobre la capacidad de utilizar armas biológicas por Irak en caso de un conflicto armado. Según la versión británica –falsa a todas luces– en menos de 45 minutos Saddam Hussein podía desatar un ataque de destrucción masiva sin dejar apenas tiempo para una defensa adecuada.

Precisamente fue esa información de «supuesta veracidad absoluta», proveniente de la Inteligencia Británica la que se utilizó tanto en Inglaterra por Blair, como por el Presidente Bush en Estados Unidos para convencer a la opinión pública de sus respectivos países de que había que invadir a Irak cuanto antes, sin el respaldo de las Naciones Unidas porque el peligro era tan cierto e inminente, que no se podía esperar a que terminara su labor sobre el terreno el equipo de inspectores de la ONU designado por ese organismo internacional para encontrar las supuestas armas químicas, biológicas y atómicas en poder de Saddam Hussein.

De manera que la mentira fabricada y manipulada por el gobierno Laborista de Tony Blair llevó a una guerra a los Estados Unidos que ha provocado no sólo la destrucción, el caos y la muerte de miles de iraquíes, sino que por otra parte ha costado la vida de varios cientos de soldados, norteamericanos en su mayor parte, que allí fueron en busca de unas armas secretas que nunca existieron.

Según dice ahora Tony Blair, su gobierno no manipuló las informaciones de la Inteligencia. «Si hubiera sido verdad, habría merecido mi renuncia», expresó el Primer Ministro Británico. Pero lo cierto es que se manipuló la información y se trató de hacer creer a la opinión pública mundial que la guerra contra Irak era justa y necesaria y que los gobiernos que se oponían a esa guerra eran poco menos que «traidores a la civilización occidental».

La tormenta que se ha desatado en Inglaterra y que amenaza al gobierno laborista de Blair, quizás se extienda mas allá del Atlántico y también llegue a estas costas norteamericanas. De las malas compañías debió cuidarse el Presidente Bush.

A su entrada al Tribunal de Justicia ante el cual Tony Blair iba a declarar, una multitud allí congregada le gritaba: “«Fuera del gobierno, Criminal de guerra». El fantasma del suicida David Kelly le persigue. ¿Le costará el escándalo de esta mentira el cargo de Primer Ministro a Tony Blair? Lo más probable.

De los malos consejos debió cuidarse el Presidente de Estados Unidos. La guerra de Irak fue una aventura loca. ¿Le costará la reelección al Presidente Bush? Quien sabe. Los fantasmas, como los del suicida inglés que persigue a Tony Blair son capaces de aparecer también en la Casa Blanca. Dicen que los fantasmas no existen, pero como las brujas, de los hay, los hay.