He aceptado como un gran privilegio la invitación que me ha formulado el Alcalde Paco Moncayo, primera autoridad de la Patrimonial Ciudad de Quito y Presidente del Consejo Rector del Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano. Tengo la absoluta certeza que la integración andina necesita, ahora más que nunca, de nuevos actores, que contribuyan a fortalecer el propósito de convertir a nuestros países en jugadores relevantes dentro de la economía global.

Para ninguno de ustedes, Señores Alcaldes, es desconocido el hecho de que la integración pasa en la actualidad por una "encrucijada", por un cruce de caminos. Una serie de fuerzas centrífugas, que se originan en la difícil transición económica, política y social que viven nuestros países, pero también en las divergencias sobre los modelos de desarrollo y la estrategia de alianzas internacionales, se encuentran en el fondo de esta ineludible realidad.

Y como tuve oportunidad de señalarlo en la reciente Cumbre Presidencial de Quirama, en Colombia, los gobiernos centrales de nuestros países, que han sido los signatarios - fundadores del proceso, tienen ahora por delante la tarea de preservar el ánimo, como condición básica para que la asociación persista y se transforme en la perspectiva de una segunda generación de políticas, que propuse hace un año y que acababa de hacer generosamente acogida por todos los Presidentes.

En esa oportunidad propicia de la Cumbre Andina señalé:

"..Y nada más cierto en la conformación y vida de un sueño comunitario que el "animus societates". Este determinará su fortaleza y su viabilidad, pero su ausencia significará la decadencia, el desaliento en el camino…"

Durante este año que me ha correspondido estar al frente de la Secretaría General de la Comunidad Andina, hemos hecho el tránsito hacia una nueva agenda, que determinará el trabajo futuro de la Comunidad Andina. Agenda Social, Política Exterior Común, Mercado Común, Integración Física de Suramérica y Desarrollo Sostenible, son ahora los pilares fundamentales del proyecto que soñó Bolívar hace casi doscientos años y que está próximo a cumplir 35 años de vigencia.

Pero además hemos logrado acordar, con la misma voluntad de los Primeros Mandatarios, que a pesar de los énfasis diferentes en la estrategia de inserción internacional de nuestros países, no existen plataformas excluyentes, sino una suma de opciones - Mercosur, ALCA, Estados Unidos, Europa - que deberíamos acometer de manera creativa, pero sin abdicar del acervo común construido a los largo de estas tres décadas.

Este es el gran logro que los Gobiernos están en la obligación de preservar, más allá de los aspectos formales del proyecto integrador.

Pero también, todos los días de esta apasionante aventura política, crece en mi la certeza de que si la integración no se nutre de "sangre nueva", corremos el riesgo de que el sistema orgánico que nos unifica, pueda sufrir mengua profunda en su funcionamiento.

De allí, la trascendencia que adquiere, en un momento clave para nuestra región, la decisión autónoma y soberana de las ciudades andinas de construir su propia red de intercambio de ideas y cooperación.

Como bien lo señalaba el Alcalde de mi ciudad natal, el doctor Antanas Mockus, en la reunión preparatoria de Bogotá, la posibilidad de este intercambio de experiencias en torno a las "operaciones urbanas", señala la importancia de actuación en red de las ciudades andinas como un importante factor de aprendizaje e impulso de la innovación en las actuaciones públicas.

En la nueva economía global, que nos ha correspondido vivir, los viejos paradigmas económicos y políticos han pasado a mejor vida. Hoy imperan, por la fuerza de los hechos, los sistemas de producción flexible, con una gran movilidad al interior de los territorios nacionales, así como la reforma del Estado central para acercar los sistemas de decisión y asignación de recursos a los territorios, con el fin de atender de manera más realista a las crecientes demandas ciudadanas.

En ese contexto, las ciudades y las regiones, se consolidan ahora como protagonistas en las redes globales y, al mismo tiempo, como escenarios "naturales" de la gobernabilidad y de la competitividad de nuestros países.

Y esto ocurre, con frecuencia, a pesar de los mismos gobiernos centrales, que han visto amenazada su legitimidad por una democracia formal, poco eficaz para garantizar la cohesión social y el desarrollo económico. Lo local y lo global se han convertido ahora en las dos caras de una misma moneda.

Conscientes de lo avasallante de esta tendencia, en un acto de modernidad, los Presidentes Andinos instruyeron a la Secretaría General, para que

"…adelante estudios complementarios a los que viene realizando la CAF en el marco del Programa Andino de Competitividad (PAC) y de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA), que le permitan presentar propuestas a los Países Miembros con el fin de desarrollar e impulsar políticas regionales andinas orientadas a mejorar la competitividad y productividad, particularmente en el ámbito tecnológico, industrial, de servicios e infraestructura física, a fin de ganar espacios en los mercados internacionales…".

Se trata, sin duda, del acercamiento más visible de nuestros Presidentes, en los 34 años del Acuerdo de Cartagena, al hecho de que las inversiones y el comercio andino se originan y tienen como destino una porción de los territorios costeros o del interior de nuestros países. Y En consecuencia, que gran parte de las posibilidades de profundizar el proceso de integración - que aún presenta un alto potencial - deberá ser liderado desde nuestras ciudades y regiones, que es en donde ocurren, de manera más visible, los procesos de reconversión productiva de nuestras naciones.

Es en la moda de Medellín, en la terciarización avanzada de Bogotá y Caracas, en los nuevos desafíos de la agroindustria de Santa Cruz, en el potencial mundial de las artesanías de Otavalo o en las enormes posibilidades del complejo de producción informal de Gamarra, en Lima, donde se encuentra la respuesta a los dilemas del empleo urbano y ya no solamente, como ocurría en el pasado, en los distantes consejos macroeconómicos de las capitales.

Al mismo tiempo los Presidentes, en virtud de otro mandato explícito, instruyeron al Consejo Andino de Ministros de Relaciones Exteriores que:

"proponga los elementos que sirvan de base para la eventual configuración de una agenda de gobernabilidad para la subregión andina que contemple los desafíos políticos, económicos y sociales, y permita fomentar la inclusión social y la equidad, así como la credibilidad en las instituciones democráticas"

La seguridad ciudadana, la adecuada prestación de los servicios colectivos, la democratización del espacio público, la mejor calidad de la educación y la construcción de una cultura ciudadana, son ahora, por la fuerza de la descentralización - aceptada a regañadientes por muchos de nuestros funcionarios centrales - una responsabilidad local que exige mecanismos de comunicación y aprendizaje entre nuestros alcaldes y entre los más diversos agentes locales. No tengo ninguna duda que es en este nivel y en esos temas donde podría residir la clave de la gobernabilidad democrática de nuestros países.

Por ello no he vacilado, desde el comienzo de este proceso, en saludar con entusiasmo la conformación de esta red andina de ciudades y, al mismo tiempo, en ofrecer, sobre la base de un profundo respeto de la organización que quieran para ella los alcaldes, todo el concurso de la Secretaría General de la Comunidad Andina, en todos aquellos aspectos que ustedes así lo consideren necesario.

En este sentido, quiero acoger la propuesta surgida en la reunión de Bogotá, en torno a la posibilidad de que esta red se constituya, además, mediante la figura de representación que los alcaldes aprueben, en un organismo consultivo del más alto nivel de la Comunidad Andina, para impulsar las acciones que deberían derivarse de las instrucciones Presidenciales en materia de promoción de la competitividad de las ciudades y regiones andinas y de la gobernabilidad democrática.

Pero propongo que vamos más allá. Tenemos que convertir este escenario de interlocución que ofrezco sea la Secretaría General de la Comunidad Andina para que la Red de Andina de Ciudades se transforme en una plataforma para el fortalecimiento de nuestras regiones y nuestras ciudades como actores políticos de la integración, con capacidad de incidencia en la orientación del proceso. Solo de esta manera será posible que la integración le llegue al ciudadano de nuestros países, que sigue siendo un propósito por desarrollar, en el marco de las directrices trazadas por el Acuerdo de Cartagena.

Quiero, con esta convicción, convocar a los señores Alcaldes para que sellemos esta alianza, con metas muy concretas de corto y mediano plazo, en una Cumbre de Alcaldes y Gobernadores Andinos que celebraríamos en Lima el próximo mes de noviembre en Lima, en el marco de un Consejo Ampliado de Cancilleres, y que marcaría un nuevo rumbo en este apasionante proyecto político en que se ha convertido la integración andina.

Como bien lo señala el profesor Manuel Castells, el papel de las ciudades y de las regiones en la Era de la Información, es el de ser productores de innovación y riqueza. Pero aún más: ser medios capaces de integrar la tecnología y la calidad de vida en un sistema interactivo, en una gran red -de comunicación permanente entre ellas - para producir un círculo virtuoso de mejora, no solo de la economía, sino de la sociedad y la cultura. Y a ello deberíamos aplicarnos con profunda convicción, desde este nuevo y esperanzador ámbito de la integración - la Red Andina de Ciudades - cuyo nacimiento celebro hoy con ustedes.