Una vez más, con la rapidez contundente de un cataclismo, se derrumba la formalidad peruana. Sus hombres y mujeres más importantes, en mayoría impresionante de 95%, han vuelto a fracasar en el inmenso océano de su mediocridad, en el foso abisal de su corruptela endémica y en la chatura evidente de sus horizontes nulos e insospechables. Como ya ocurrió ha poco en otros países hermanos, ha llegado la hora de gritar: ¡Ninguno y Que Se Vayan Todos!

Nuestra diplomacia carece del respaldo de las armas porque mientras que algunos generalotes y engalonados enriquecían sus alforjas, nuestros vecinos en el norte y en el sur, se armaban hasta los dientes. Hoy comprobamos que el lenguaje es a balazos y un infortunado compatricio que en singular no podía hacerle daño a nadie, ha caído muerto en la frontera sur. Cancillería protesta ¿y qué más puede hacer? Su impotencia es la de todos los peruanos, su ineficacia responsabilidad de un sector que siempre se ha creído una isla de privilegios y un coto de caza cerrado de la plutocracia política reinante.

Ha recordado con pesadumbre y con admonición ilustre, Alfonso Benavides Correa, que un país desarmado no es garantía de paz y que en cambio sí es una presa apetecible. Y hay vendepatrias que hoy quieren a como dé lugar que firmemos la Convención del Mar y regalemos 90% del Mar de Grau. Claro que lo que no dicen es que detrás están aquellas ONGs financiadas por la Fundación Ford y otras y en las que “militan” ex-cancilleres, “escritores”, “ensayistas” y otros peleles a quienes los dólares convencen de cualquier cosa.

La confesión pública de Almeyda y sus inconductas, además de involucrar a otros personajes como Fernando Olivera, dan cuenta del oprobio y de la imbecilidad compadrera que ha prevalecido en el actual régimen. Demuestra, sin cortapisas, la endeblez cancerosa y podrida de cómo se maneja una administración que abunda en asesores, consejeros, tecnócratas, burócratas, a quienes sólo interesa barnizar su estupidez congénita y cobrar los miles de soles que “ganan” todos los fines de mes.

¡Ni qué decir de la clase política! A este rebaño, con excepciones mínimas, hay que enterrarlo y fusilarlo en paredones cívicos. Ni la derecha cerril que hoy funge de tecnócrata que no duda en vender la patria a pedazos, ni la múltiple y poco convincente auto-llamada izquierda que hoy maquilla sus denominaciones para no evocar sus fracasos de los últimos 25 años. Por cierto, el Apra y su punto de quiebre claudicante cuando García habla del modelo sólo denota acomodo en el establishment y es el partido conservador que el Perú necesitaba y del cual habló hace 50 años Pedro Rosselló.

Creo que hay que inventarnos el Perú de nuevo. Levantarlo de la miasma, recogerlo de su postración, curarlo de sus heridas, insuflarlo de ánimo brillante y optimista para reencontrar el camino hacia sus victorias cívicas de mañana y pasado. ¡He aquí que los cacos son los únicos que no tienen arte ni parte en este trabajo! Ellos son la rapiña de buitres acostumbradas a roer cadáveres. ¡El Perú aún no es un muerto y de nosotros depende que no lo sea pronto!

¡Ninguno y Que Se Vayan Todos!

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.