«Matar al Presidente» fue el frustrado objetivo de los 91 irregulares colombianos detenidos el domingo en los alrededores de Caracas, según fuentes de inteligencia cercanas al proceso que instruye el juez militar Rubén Darío Garcilazo.
Los paramilitares colombianos fueron sorprendidos vistiendo uniformes del Ejército venezolano, en vísperas de recibir el armamento con que ejecutarían este miércoles dos ataques simultáneos, contra el palacio presidencial de Miraflores y la residencia presidencial de La Casona, donde el Presidente Hugo Chávez tenía prevista una cena con banqueros y empresarios locales del sector financiero.
Chávez a convocó al Consejo de Defensa Nacional por primera en los 5 años que lleva ejerciendo el mandato de las urnas, para que considere recomendaciones que evaluará después el Consejo de Ministros.
Hablando por radio y televisión, el jefe del Estado aseguró este miércoles que la acción fue fraguada por una red con ramificaciones en Venezuela, Miami y Colombia. La prensa informó que el comandante en jefe del Ejército de Colombia, general Martín Orlando Carreño, se reunió el 12 de marzo con empresarios venezolanos, en la sede del Batallón Mecanizado Maza, en Cúcuta, ciudad fronteriza con Venezuela. Otros sectores de la oposición venezolana sostuvieron reuniones con el paramilitar colombiano Salvatore Mancuso.
Chávez dijo haber «charlado» con un «para» capturado el domingo en Barinas. «Conversé con él unos minutos, vi sus documentos: soldado fusilero, reservista del Ejército de Colombia, de conducta excelente según un carnet que porta y otro carnet lo acredita como soldado profesional por un curso que realizó, y luego pasó a la reserva después de haber servido en batallones anti subversivos». El jefe del Estado no dijo expresamente que la operación contaría con el respaldo del gobierno de Bogotá.
Añadió que el sujeto «me negó todo, vi unos ojos fríos, una fría actitud calculada y calculadora. Dijo que lo había traído de Cúcuta un venezolano a trabajar en una hacienda en Caracas, a lavar caballos y que luego de una semana aquí decidió volver y fue capturado en la noche del Día de la Madre».
«Luego me cuentan -prosiguió Chávez- que tras ser capturado fue llevado al sitio de reclusión donde estaba el resto de los aprehendidos. Éstos lo reconocieron y lo llamaban “Comandante Cabeza”». El individuo participó en la muerte a hachazos de dos irregulares por conflictos internos. Un tercer cadáver que está siendo identificado fue encontrado a 4 km de El Hatillo, el villorrio donde se encontraba el destacamento irregular, en la finca Daktari, propiedad del cubano venezolano Roberto Alonso. Los paramilitares colombianos poseen un cordón umbilical con el ejército en la lucha común contra las guerrillas de su país.
La oposición y sus medios de comunicación desestimaron como «una olla» -montaje- la incursión de los sicarios colombianos, que serían 130. Fuentes allegadas al tribunal militar alegaron que 39 lograron escapar al cerco durante la noche del día de la madre, pero habría un millar de «paras» camuflados en los estados Yaracuy, Carabobo y Zulia. A los sicarios infiltrados en Venezuela se les atribuye la muerte de 80 campesinos.
«Matar al Presidente» es una vieja aspiración de un sector de la oposición venezolana y de los paramilitares colombianos. Hace dos semanas que el ex presidente Carlos Andrés Pérez anunció desde Miami que estaba agotada la vía pacífica para derrocar a Chávez, pero que habría algunos muertos. La televisión del Estado -Canal 8- muestra al dirigente del partido Socialcristiano Copei Enrique Mendoza anunciando enigmáticas “próximas acciones”. «A un buen entendedor, pocas palabras», dijo el gobernador del Estado Miranda.
El periodista Aram Aharoniam, director del mensuario Question, piensa que la oposición al gobierno de Chávez abandonó “la guerra mediática” para inclinarse francamente por la guerra civil.
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