La creciente proximidad entre Evo Morales y el presidente Mesa ha traído, para aquél, la amenaza inminente de su ostracismo político y, por ende, el fisuramiento sindical. El previsible debilitamiento de la matriz obrera boliviana (COB), luego de la salida del líder cocalero, parece anunciar mayores fraccionamientos en un futuro casi inmediato.
Son malas noticias para el movimiento obrero y popular que, en sus sectores más radicales, juró quebrarle la cerviz al sistema económico -e incluso político- de la mano de uno de sus más prometedores adalides de estos últimos tiempos, hoy expulsado con ignominia de la Central Obrera Boliviana. Por ello, afirmamos que la alianza y connubio de Evo con el presidente Mesa podría resultarle mortal a Morales.
Evo, en calidad de dirigente sindical máximo del poderosísimo sector de trabajadores cocaleros, fue acusado de traición -asociado al "mesismo"- y expulsado en una reunión ampliada de dirigentes de la COB. La decisión, sorprendió a Morales que es también máximo dirigente del Movimiento al Socialismo (MAS), instrumento político creado por el líder sindical de los cocaleros. El desprevenido Morales estaba ocupado en la purga staliniana de senadores de su partido, luego de la dolorosa expulsión de Filemón Escobar, un prestigioso ex dirigente minero que le ayudó a conformar el MAS y del que se dice fue uno de sus mentores políticos.
Si la expulsión de la COB no hubiere sido decretada contra quien estuvo a punto de ganar las últimas elecciones nacionales, a escasísimo margen del MNR de Sánchez de Lozada -en lo que parece ya un dato histórico remoto en este tiempo político de aceleración contínua- la noticia no hubiera revestido mayor trascendencia.
La expulsión afectará, sensiblemente, la esperada proyección política de Morales, obsesionado por clonarse al pragmático Ignacio Da Silva (Lula) que, en el Brasil, adoptó la táctica de aceptación y consenso a fin de alcanzar, estratégicamente, el poder a través del voto popular. Morales se acercó demasiado a Mesa, confundiendo el "masismo" con el "mesismo" con grave consternación de muchos de sus seguidores.
Pero, y valga la redundancia y la perogrullada: Lula es Lula y Evo es Evo.
Evo Morales adoptó -sin medir tiempos, lugares y personas- una posición política en extremo utilitarista, mas allá de cualquier pragmatismo. El resultado fue su estudiada postura equidistante de la conflictiva COB y los sectores más radicales al tiempo que insinuaba escarceos con Carlos Mesa, la figura mas sobresaliente del sistema político vigente, cuya potabilidad no parecía ofrecer mayores peligros para la estrategia adoptada según razonaron, equívocamente, los analistas domésticos del MAS.
Acaso el colmo de la contorsión ideológica de Evo Morales -y lo que agotó la paciencia sindical- fue la sugerencia "masista" no solamente de acogerse al referendo, sino de ingresar a la muy democrática tarea de responder con un sí a ciertas preguntas y con un no a otras, en salomónica solución destinada a contentar, a un mismo tiempo, a Mesa y a sus antípodas políticas. La posición cobista fue siempre la pura y dura negativa al referendo, sea a través de la abstención o del voto pifiado.
Sin embargo, no sería de entera justicia el dejar de añadir que la inesperada expulsión es también un ajuste de cuentas sindical producto de la desesperación de los sectores más radicalizados al interior de la COB, luego del fracaso de las jornadas convocadas desde el 1º de Mayo y la sensación anticipada de derrota que se advierte, en filas obreras, para el próximo 18 de julio. Evo Morales no apoyó, participó o promovió -al menos directamente- las movilizaciones de mayo o la campaña contra el referendo.
Hoy, Jaime Solares le pasa la factura a Morales. Le ha añadido, de su puño y letra, el costo de su propia impotencia sindical a la cabeza de la COB.
Habíamos predicho el derrumbe del ídolo de pies de barro que era el movimiento popular y sindical. La dispersión de demandas dispares y erráticas, así como la carencia de una auténtica dirección política que articule el caudal generalizado del descontento social, anticipaban el quebranto. Era cuestión de tiempo que las bases, agotadas por las extenuantes jornadas de protesta y movilización, constatado el fracaso, vuelvan sobre sus pasos y pidan cuentas a la dirigencia sindical.
Así pareció ocurrir al principio. Solares, empero, ha optado por una jugada brillante: traslada la atención -centrada originalmente en su controvertida personalidad- a quien puede hoy acusarse de todos los males presentes y los que sobrevendrán luego del referendazo del presidente Mesa. En la medida que origine el descalabro de Morales, calcula Solares, obtendrá rédito personal y saldrá fortalecido.
El ósculo a escondidas entre Morales y el Gobierno, puede ocasionar un desbarajuste de proporciones si se agudizan las divisiones al interior del MAS, fruto del alejamiento de Filemón Escobar. Es posible augurar que la gran masa de militantes y simpatizantes "masistas" exijan la revisión de la estrategia seguida. Acaso se oigan voces pidiendo volver a las tesis antisistémicas iniciales. Es o será un intento -también desesperado- de recuperar, con visos de urgencia, el nicho y espacio político original.
Empero, el daño está hecho pues la tarjeta roja a Morales ha tenido el efecto de un exocet en la línea media de su partido, esa enorme barcaza política que pretende articular sectores y tiendas políticas harto disímiles y aún contrarias con miras a un lejano y remoto 2007. ¿Será la visible crisis del MAS ocasión para la diáspora de la mayor fuerza de "izquierda" reunida en los últimos años?
El perjuicio mayor, sin embargo, podría afectar al movimiento sindical. En efecto, Evo Morales, consciente del enorme poder que todavía concentra en sus manos puede sentirse tentado a devolver golpe por golpe, promoviendo -sea desembozada o subterráneamente- el alejamiento de Jaime Solares y su politburó fundamentalista. De hecho, Solares enfrenta serios cuestionamientos de otros sectores sindicales como, por ejemplo, el magisterio, al que a duras penas logró volver al redil. A ello, el iracundo ejecutivo de la COB suma el alejamiento de la importantísima central alteña así como la poca simpatía que genera en otros distritos del país.
Por ello, es posible que el movimiento obrero boliviano enfrente, próximamente, además de la sangría que supone la partida de Morales y los cocaleros, mayores divisiones y fracturas internas.
Hoy, que en desconcierto generalizado, tocan a rebato las campanas para evitar la consumación del proyecto político del presidente Mesa y su referendo, ¿ha sonado la hora del ocaso del movimiento popular?
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