Por medida presidencial hemos llegado a que la estrategia de defensa de México este bajo subordinación absoluta de la estrategia y de los designios del Pentágono, materializados en la concepción del Comando Norte (Northcom).
La última semana de agosto de 2004 la prensa mexicana anunció que el presidente Vicente Fox ha autorizado el funcionamiento del Servicio de Migración y Naturalización, de Estados Unidos, en los aeropuertos internacionales mexicanos. Por su parte, la agencia EFE informó en un cable del 1 de septiembre que en fecha próxima habrá un ejercicio «antiterrorista» que simulará la introducción de viruela en los cruces internacionales de México y su vecino del norte. Es decir, se simulará un ataque bioterrorista ante el cual se aplicarán las concepciones de defensa norteamericanas.
Al principio de su mandato, el presidente Vicente Fox decidió cancelar el compromiso de que México siguiera formando parte del Tratado de Asistencia Recíproca (TIAR) por el que estaba integrado en un diseño panamericano de defensa mutua integrado por los países del continente. Esa medida presidencial que se ponderó como un acto de decisión soberana, ha quedado atrás abrumada por la subordinación absoluta de la estrategia de defensa de México a los designios del Pentágono, materializados en la concepción del Comando Norte (North com).
En efecto, en la reunión bilateral México- Estados Unidos, llevada a cabo en la IV cumbre de las Américas los días 12 y 13 de enero de 2004, el presidente Fox dio luz verde al plan norteamericano para someter la soberanía nacional a los planes supranacionales norteamericanos. Estos planes han sido decididos por el vicepresidente Dick Cheney y el secretario de Defensa Donald Rumsfeld. Esa reunión ha sido determinante para la política defensiva mexicana, cuyas transformaciones actuales son sólo implícitamente conocidas por las tomas de posición del Pentágono. El público mexicano espera una explicación de la secretaría de la Defensa.
El acuerdo implica que la Iniciativa de norteamérica, que fue consagrada en esa reunión, es un eufemismo de un acuerdo sumamente riesgosos para la soberanía de México porque implica el sometimiento de los órganos responsables de la seguridad pública nacional a la doctrina de soberanía limitada, que se esconde en la idea motora del North com. Es la idea de llevar las guerras preventivas contra un peligro terrorista ficticio.
La doctrina precursora del Comando Norte ha sido aprobada por Fox en su discurso pronunciado en la mencionada cumbre, dejando sin efectos el espíritu precursor de la política exterior mexicana, basada en la no intervención y en la solución pacífica de los conflictos. Sin ningún pudor Fox dijo: «Tiene (la cumbre) como objetivo promover el desarrollo de mercados comunes en sectores específicos y establecer un marco regional de seguridad que proteja del terrorismo a México, Estados Unidos y Canadá».
Los antecedentes de la decisión mexicana
Los antecedentes del giro vertiginoso e indigno del presidente Fox no se contabilizan en México sino en Estados Unidos.
En efecto, el 3 de agosto último el presidente George W. Bush acató las dos recomendaciones vitales reclamadas por la Comisión nacional sobre los ataques del 11 de septiembre: designación de un nuevo director nacional de inteligencia y formar un Centro nacional antiterrorista.
La primera de esas recomendaciones pide, pues, el nombramiento de un jefe que coordine a todas las agencias de espionaje e inteligencia del país y que tenga rango ministerial, obligado por tanto a informar directamente al Presidente en turno, quien tendrá la responsabilidad de nombrarlo con el aval del Senado. «La mejor manera de protegernos es seguir a la ofensiva», dice Bush y agrega: «Somos una nación en peligro».
Después de que estas informaciones saturaron a la opinión pública, la Asociación nacional de libertades civiles (ACLU) deploró la decisión presidencial y atacó la idea de que el zar de la inteligencia tuviese rango secretarial en el gobierno. Opinó que el rango secretarial, en el interior del gabinete, haría del director nacional de inteligencia un simple empleado del primer mandatario, quien podría quitarlo y ponerlo a voluntad.
Pero fuera a o dentro del gabinete, lo que parece ignorar la ACLU es que un coordinador de todas las agencias de espionaje e inteligencia quedaría colocado por su capacidad de control por encima de la tradicional estructura administrativa. Así lo analiza el Centro de Estudios Geopolíticos, de México.
Ana María Salazar, experta en manejos de inteligencia en Washington para el gobierno de los EEUU, opina por su parte que «la realización de labores de inteligencia se refiere fundamentalmente a la recopilación y análisis de informacón que será útil para la toma de cualquier tipo de decisión...¿qué hacen los aparatos de inteligencia y por qué se necesitan entre sí?
Se puede decir que todos los ciudadanos realizan, de manera constante, labores de inteligencia, y el individuo promedio siempre se enfrenta a disyuntivas. Para escoger de entre ellas debe realizar un análisis de lo que cada una le ofrece para obtener mayores beneficios».
De tal manera, si un solo funcionario es capaz de concentrar en sus manos toda la materia prima de la inteligencia, queda provisto de un poder absoluto que llegado el caso podría o no compartir con el presidente que lo designó y utilizarlo en contrapartida en su propio provecho.
Pero con la integración de una entidad omnipotente de inteligencia surge la discusión del propio North com. El lema bélico del comando proclama que los tres países que asocia (Estados Unidos, Canadá y México) se proponen disuadir, prevenir, derrotar (Deter, prevent, defeat), marcando las tres fases que definen la nueva estrategia norteamericana, que ha sido designada como guerra preventiva. La disuasión fue el fundamento esencial de la Guerra Fría, en la óptica de los dos bloques en pugna.
Ahora el Comando norte y la estrategia de seguridad que tutela, agrega la prevención que según numerosos militares no puede ser sustento de la estrategia, pues ninguna guerra puede basarse en conjeturas. Uno de ellos es el analista Enrique Menéndez.
Incluso John Bailey, «mexicanólogo» de la Universidad de Georgetown, en un análisis titulado México y el nuevo Comando Norte de EU, dice que esta estructura militar está aún en proceso de construcción, no es todavía un hecho consumado, sobre todo porque hay oposición al mismo en diversos sótanos del pentágono. Sin embargo, el gobierno del PAN ya se decidió por la subordinación acrítica.
La geografía física de México y Canadá aparecen con la de Estados Unidos en el logotipo del North com. Pero hasta el momento no ha habido cambio en la decisión tomada por el presidente Vicente Fox como cabeza que es de las fuerzas armadas de México. Sin embargo, para Bailey no hay duda de que el North com fue creado para coordinar operaciones de combate a nivel nacional...con la nueva inclusión de México y Canadá.
Para entender un poco mejor a la seguridad en términos norteamericanos, echemos mano de un análisis hecho público por Ana Ester Ceceña en su estudio titulado América Latina en la geopolítica del poder, en el que describe «el reposicionamiento de Estados Unidos como sujeto hegemónico, que lo ha obligado a un esfuerzo general de reordenación jurídica, política, económica, militar y territorial dentro del cual se inscriben el TLC, el Plan Colombia, el olvidado Plan Puebla Panamá y hoy el ALCA».
Para validar su análisis Ceceña tiene que darnos una definición del concepto toral del mismo. Por eso define la hegemonía como expresión de una relación social que, como tal, es permanentemente costruida y requiere del uso de todos los mecanismos colectivos para reafirmarse. La hegemonización de estas relaciones, la facultad del hegemón de generar el reconocimiento planetario de un orden social en el que los instrumentos de dominio han sido naturalizados, requiere una construcción simultánea en varios planos: militar, económico y político.
De la guerra de Irak al Comando Sur
Más que a partir de los «ataques» terroristas contra Nueva York y el Pentágono ha sido más bien desdela fallida invasión de Irak que el escenario internacional ha sido materia de preocupación. El Consejo de Seguridad de la ONU, al que George W. Bush acusó en su momento de no haber estado a la altura de su responsabilidad, se ha resquebrajado. La Unión Europea se ha agrietado. La América Latina navega sin rumbo después de que a los gobiernos «nacionalistas» de Venezuela y Brasil se les ha enseñado que después del discurso de sus dirigentes no tienen más que obedecer y calllar. De tal manera, hoy menos que nunca se debe olvidar a Napoleón cuando decía que todo estado tiene la política que le dicta su geografía.
Ha sido como consecuencia también de la invasión de Irak que las señales de un cambio comienzan a verse por doquier en todos los países iberoamericanos. decisiones y movilizaciones militares ordenadas por el Pentágono, agudización de las medidas de presión económica contra regímenes no amistosos, como Cuba, ofensiva diplomática sobre América Latina con un lenguaje más duro a cada vez, e incremento de la ayuda militar en los escenarios bucólicos de Colombia y Ecuador.
Estos son los signos de una nueva guerra que Estados Unidos comienza a librar contra el terrorismo en América Latina. El show en el que se mezclan las amenazas con el discurso religioso produce el entramado con el que la primera potencia económica y militar impone su guerra contra el terrorismo en el continente, para la cual busca aliados, a veces voluntarios y a veces no tanto.
En una decisión significativa, el Pentágono anunció el nombramiento del general de línea dura, Bantz Craddock, quien fuera asistente del secretario de la Defensa Donald Rumsfeld, como poderoso jefe del Comando Sur, es decir, como responsable de la estrategia militar y de inteligencia norteamericanas en el Cono Sur.
Craddock es considerado un integrante del grupo de los halcones, que propugnan la aplicación de la fuerza militar para resolver los conflictos cuando la diplomacia parece ineficaz, e imponer la manu militari como estrategia fundamental en la lucha contra el terrorismo.
De tal manera, con la integración de México en el Comando Norte y la designación del cargo principal del Comando Sur, queda demostrada la importancia que el continente americano adquiere para el establishment militar norteamericano. El nombramiento de Craddock suma a esa expectativa otra más, la de que la lucha en contra del «terrorismo» va a ser dura y de larga duración. El endurecimiento es consecuencia de que a diario la inteligencia norteamericana recibe información sobre distintas amenazas, a veces verosímiles y con frecuencia ni eso.
El general Cradock sustituye a James T. Hill, que fue el primero en denunciar la presencia de células terroristas en la zona de la llamada Triple frontera, en cuyo centro reside una comunidad de origen árabe que jamás ha tenido que ver con el terrorismo. Lo mismo advirtió respecto de la isla venezolana de Margarita y lanzó acusaciones de que Hugo Chávez podría estar pretegiendo a la guerrilla colombiana. Para contener la amenaza terrorista los norteamericanos no sólo aumentan su presencia en Colombia, Ecuador, América Central y el Caribe.
También están ampliando las redes de inteligencia y dedicando más satélites espías y expertos para penetrar en áreas donde pudieran concentrarse amenazas a la seguridad norteamericana.
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