Natale Amprimo, el operador preferido de los lobbies que cabildean en el Congreso, es el principal dínamo de un acuerdo multipartidario que estaría promoviendo dos cosas: mantener al brillante incapaz que es Walter Albán en la Defensoría del Pueblo y bajar la cuota necesaria de 80 a 60, para ratificar a dicho funcionario público. En Cajamarca, en momentos de un durísimo enfrentamiento entre la población contra el cáncer llamado Yanacocha; en Trujillo, cuando los estudiantes toman la universidad, este individuo, Walter Albán, se luce por NO existir, por no decir esta boca es mía, en suma, por ser el Chi Cheñó que sectores retrógrados están empeñados en mantener en un cargo tan importante.

¿Merece el Perú un Defensor del Pueblo con las características de Walter Albán? Tengo la más viva impresión que esto es un insulto a la inteligencia. Albán se ha caracterizado por ser un modosito anuente de cuanta inconducta privada ha habido en los últimos años. El Defensor del Pueblo tiene un solo cometido: ¡defender al pueblo contra los abusos del Estado! ¿Y qué ha hecho Albán? En Tambogrande, Piura, se ofreció como mediador en lugar de estar al lado del pueblo. En Cajamarca, se hizo de la vista gorda y los resultados están a la vista. ¿Tan mal está el país que grupos parlamentarios gestionan que un Don Nadie ocupe una responsabilidad de tanta trascendencia?

Rumores revelan que Walter Albán logró colocar a una dama de sus simpatías en una gerencia en la Defensoría. Además, que esa persona gana un excelente sueldo. Pero, por cierto, el personal no es partícipe de ninguna de estas ventajas.

Ha poco, Albán, con dinero del contribuyente, empezó campañas por los medios para “destacar” su gestión y, de paso, sibilinamente, impulsar su candidatura a la ratificación. Hecho que ya estaría convenido por una pandilla de grupos parlamentarios que necesitan desesperadamente de un Defensor que sólo haga acto de presencia y no diga nada de los abusos que el Estado comete no pocas veces en alianza criminal con los intereses privados como en Cajamarca.

¿No es el Perú un Estado laico? ¿Cómo es posible que en Cajamarca, un párroco valetudinario Marco Arana, posibilite caminos de avenida reemplazando al Defensor del Pueblo? Y en Trujillo, otro sacerdote, logre la paz entre autoridades y estudiantes, luego de duras colisiones. ¿Dónde está el Defensor? ¿Tomando cafecitos en la Avenida Dos de Mayo, San Isidro, con Amprimo? ¿Qué están tramando estos tipos?

Si el Congreso perpetra la alianza siniestra de patotas parlamentarias para ratificar merced a menos votos, a Walter Albán, como Defensor del Pueblo, habrá perdido lo poco que ganó cuando Antero Flores-Aráoz, de la llamada oposición, se hizo de la directiva del Parlamento. Todo seguirá en su nivel de alcantarilla porque Albán sólo responde a la combinación de apetitos de su ONG de origen, la CAJ (Comisión Andina de Juristas, chacrita particular fabrica-dólares de Niño Diego García Sayán) y a una megalomanía espantosa.

¿Puede mostrar Walter Albán otros diplomas distintos a todos los que se ha hecho dar por .............. ¡la Defensoría del Pueblo! que él ocupa interinamente? ¡Qué ridículo espantoso el que orilla el Congreso! Y, sin duda alguna, habrá que cañonear con todo el poder del fuego protestante el inminente ridículo.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!