Frei Betto

El CDES, que se reúne periódicamente en Brasilia, cuenta con un Grupo de Trabajo de Fundamentos Estratégicos, que colabora en la producción del proyecto “Brasil en Tres Tiempos”. Su objetivo es visualizar cómo será nuestro país en el 2007, cuando se inicie el próximo gobierno; en el 2015, cuando el Brasil deberá haber cumplido las Metas del Milenio propuestas por la ONU; y en el 2022, cuando completemos 200 años de nuestra Independencia.

La investigación efectuada este año entre los miembros del CDES, la mayoría empresarios, reveló el Brasil que ellos quieren. El objetivo es obtener consenso en cuanto a los fundamentos y las diretrices de una Agenda Nacional de Desarrollo. La imagen ideal es la de un país que haya remediado las carencias básicas de la economía y de la sociedad brasilera.

¿Cuáles son, en la opinión de estos líderes de nuestra sociedad, los mayores problemas a ser enfrentados? Los principales son la concentración de renta, la desigualdad social, la pobreza y la miseria, sumados a las deficiencias de la educación. Es interesante constatar, primero, que no figura entre ellos la falta de inversión externa, o el bajo índice de nuestras exportaciones.

En cierto modo, las prioridades están todas reunidas en una única: reducción de la desigualdad social a través de la mejor distribución de la renta. Lo que tendría impacto inmediato en el reflujo de la miseria y de la pobreza y, a su vez, en el desempleo y en el estancamiento económico, apuntados en segundo lugar, y secundados por las deudas interna y externa y la dependencia del capital extranjero.

¿Como combatir estos problemas y alcanzar los objetivos propuestos? El CDES cree que, entre las potencialidades favorables al desarrollo socio-económico del Brasil figuran, por orden: los recursos naturales, el turismo, la biodiversidad y el agro-negocio, seguidos de la creatividad de nuestro pueblo y de su diversidad cultural y étnica, así como la generación de ciencia y tecnología en centros de investigación y universidades.

El Brasil cree en el Brasil. Lo que nos falta es una agenda que defina la estrategia de desarrollo que, siendo monitoreada por el gobierno, sea asumida por el conjunto de la sociedad. Para llegar a ella es preciso abrir un amplio debate en el que todos los actores sociales tengan voz y oportunidad. No se trata de sacarla de la galera de un grupo de consejeros. La meta es, en el debate con ellos y con otros sectores de la sociedad, crear las condiciones para que la nación pueda pensar al país y encontrar soluciones que nos arranquen del subdesarrollo, de la injusticia, de la violencia y de la dependencia externa.

Hay que ser realistas. Somos una nación desigual, debilitada por los preconceptos, con una élite desacostumbrada al diálogo, un gran contingente de la población sin suficiente educación e información, y un Estado desprovisto de recursos para bancar, por si solo, el crecimiento económico y el desarrollo social.

Hay, por otro lado, aspectos positivos. No fuimos devastados por guerras, no estamos escindidos en ideologías antagónicas, no contamos con movimientos separatistas, nuestra economía no se encuentra sumergida en el caos, y la sociedad, a pesar de la miseria y la violencia, no está disgregada en sus valores, y aún cree que la salida se encuentra en medidas institucionales.

Si el Gobierno Federal estuviese convencido de que sólo él conoce el camino de las piedras, quedando a la sociedad seguir las vías que él apunta, no se estaría proponiendo este debate. Si lo hace es porque tiene conciencia de que el Brasil del futuro, tiene que ser obra de todos los brasileros (as). Pero para esto es preciso detectar los problemas y sus causas, establecer una agenda de cómo enfrentarlos, convocar a todas las fuerzas sociales, y levantar cuáles son los recursos de que disponemos para alcanzar los objetivos anhelados.

¿Cuál es el Brasil que queremos? Es el tema que debe ser intensamente debatido por todos los sectores de nuestra sociedad: sindicatos e iglesias, ONGs y escuelas, empresas y centros de investigación, grupos artísticos y equipos deportivos, trabajadores, amas de casa, profesionales liberales y empleadores. Éste es el camino para que, en el 2022, nuestra Independencia sea menos retórica y más real.