Carlos Alberto Libanio Christo, más conocido como Frei Betto apuesta por un mundo en el que haya posibilidad de compartir los recursos naturales y por un sistema de gobierno en que la democracia tenga sentido de justicia y libertad.
El sacerdote dominico viene dirigiendo el programa bandera del gobierno de Lula denominado "Hambre Cero", el cual ya presenta índices positivos.
Aunque escuchó críticas en la capital ecuatoriana a la gestión del presidente Lula, este carismático fraile explicó que en año y medio, el gobierno del Partido de los Trabajadores está mostrando cifras de crecimiento económico, en medio de grandes dificultades.
Frei Betto nació en Bello Horizonte en 1944, desde los 13 años comenzó su militancia social como dirigente nacional de la Juventud Estudiantil Católica. Estudió periodismo y sufrió su primera prisión bajo la dictadura militar de Brasil en 1964. Al año siguiente, ingresa en la Orden Dominica para hacerse sacerdote. Simultáneamente a sus estudios de Filosofía y Teología trabaja como periodista y actúa en la resistencia al régimen militar. En 1969 es nuevamente encarcelado y condenado a cuatro años de prisión. A partir de 1974 se dedica de lleno a la organización de las comunidades eclesiales de base.
Amigo personal del presidente Lula hace varios años, hace parte del equipo de asesores y consejeros en Planalto, la sede gubernamental de Brasil.
Está convencido del proyecto político del mandatario brasileño y confía en su capacidad para mejorar las condiciones sociales de sus compatriotas.
En el marco del Foro Social de las Américas realizado en Quito, el sacerdote brasileño dialogó con ¿QUE QUE?.
Frente al hambre no hay ninguna protesta
¿Cuál es el resultado del programa presidencial Hambre Cero que usted dirige en Brasil?
Cuatro millones de familias han sido beneficiadas hasta el momento con el programa Hambre Cero, algo así como 16.4 millones de personas en 5.463 municipios brasileños. Hambre Cero es una política de inclusión y no de asistencia social, con más de sesenta programas en los cuales participan activamente diversos sectores sociales. No se trata de hacer una gran colecta para distribuir alimentos sino de dar oportunidad a la gente para superar su situación de pobreza. En desarrollo del programa han bajado los índices de mortalidad infantil.
¿Cómo ha sido el apoyo internacional al programa social bandera del gobierno de Lula de combatir el hambre?
Un líder popular como Jesucristo a través de la multiplicación de los panes y los peces llamó por primera vez la atención de que no se puede permitir que la gente tenga hambre. Es necesario luchar contra el hambre, porque es uno de los múltiples y principales factores de mortalidad en el mundo. Cada 24 horas hay cien mil personas en la tierra que mueren de hambre, de las cuales 30 mil son niños con menos de cinco años de edad. O sea, son ocho millones de niños por año que fallecen por este flagelo.
Son diez torres gemelas de Nueva York llenas de niños que mueren diariamente y frente a esto no hay ninguna protesta, ninguna indignación. La única respuesta que encontré es cínica, porque el hambre hace distinción de clase, los demás factores no. Las cifras de la FAO son contundentes: de cada seis millones de habitantes de la tierra, 1.1 mil millones de personas pasan hambre.
El hambre que es una cuestión social hay que convertirlo en un asunto político. Por eso Lula siempre repite que un problema social solamente termina cuando se transforma en una cuestión política. En la historia de Brasil tenemos una experiencia muy significativa que ha sido la esclavitud, la más larga esclavitud de las tres Américas fue la de mi país: 358 años y fue la última nación de todo el continente en decretar su abolición oficial porque en 1888 pasó de ser un tema social a constituirse en un tema político, es lo que justamente Lula ha hecho con el problema del hambre no sólo a nivel de Brasil sino a nivel mundial porque en todo foro internacional propone un Hambre Cero en todo el planeta ya que es el principal problema de la tierra. Sin embargo y es lamentable, tiene poca movilización y eco para enfrentarlo y solucionarlo.
En Bogotá, la capital colombiana, el alcalde de izquierda Luis Eduardo Garzón se ha inspirado en el programa presidencial que usted dirige desde Planalto para poner en marcha el plan denominado ’Bogotá sin Hambre’. ¿Cuál es su mensaje o su sugerencia para el alcalde Garzón?
Al compañero Luis Eduardo Garzón quiero manifestarle que nosotros en Brasil estamos muy felices con su actuación, esperamos que se mantenga firme siempre priorizando los derechos de los más pobres, ayudando a la organización popular, confiando en la señal de los foros sociales mundiales de que otro mundo, otra América Latina son posibles. Por eso quiero enviarle un abrazo fraterno.
¿El hecho de ser parte del gobierno del presidente Lula ha facilitado su labor de lucha por los sectores menos favorecidos de la sociedad?
Por mi fe cristiana yo sigo siendo militante de la utopía y he dedicado mi vida a luchar por los pobres. Utilizo la herramienta del gobierno para trabajar en beneficio de los derechos de los más desfavorecidos. Pero es necesario entender que llegar al gobierno es una cosa y llegar al poder es otra.
Confío en las raíces cristianas y en las posibilidades de crear un mundo en el que se puedan compartir los bienes naturales. Ese debe ser el camino de la democracia, es decir, conjugar la articulación de los conceptos de justicia y libertad.
¿Desde su óptica cristiana cuál es el análisis que hace del esquema neoliberal?
El modelo neoliberal es lo más inequitativo porque ha agravado las desigualdades sociales. Las cifras en ese sentido son muy ilustrativas: el 20% de la población del hemisferio norte concentra el 80 por ciento de la riqueza de todo el mundo. Algunos opinan que el problema del hambre se debe a la alta densidad demográfica y por eso plantean como solución el control natal. Aunque no estoy en contra de la planificación familiar, ese argumento no es aceptable.
El problema es de concentración de la riqueza porque el planeta produce alimentos suficientes para nutrir a toda la población de la tierra. Con esa injusta concentración de la riqueza la humanidad no tiene ningún futuro, por el contrario, si continúa bajo el esquema de apertura de mercados, va camino a la barbarie. Por eso el ALCA que es la profundización de ese modelo en Latinoamérica no va adelante y no va a tener futuro.
¿Cuál es su concepción política de la izquierda luego de la caída del Muro de Berlín y al comenzar el siglo XXI?
Hay que trabajar por una izquierda con rostro humano en donde haya espacio para convivir en la diferencia. El capitalismo logró apropiarse de los bienes materiales y socializar los bienes simbólicos. En cambio el Este antes de la caída del Muro de Berlín socializó los bienes materiales y privatizó los simbólicos.
Latinoamérica es un continente en plena ebullición social. ¿Cree que en el contexto de contradicción que se debate la región hay espacio para la lucha armada?
Hoy no le veo opción a la vía armada. Fui a la cárcel en la década de los sesenta por apoyar la causa revolucionaria de Carlos Mariguela. En ese entonces consideré tal posibilidad. Pero ahora la coyuntura es diferente y la lucha armada solo le conviene tanto a la ultraderecha como a los fabricantes de armas.
¿Cuál es su opinión respecto del régimen socialista de Cuba?
Sigo siendo solidario con la revolución cubana que continúa teniendo muchas limitaciones por el bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos, sin embargo hay que destacar que Cuba es el único país socialista en occidente que se ha mantenido pese a las grandes dificultades.
Usted es autor de ese libro que es ya clásico y que lleva el título Fidel y la Religión. ¿Qué experiencia le dejó el haber hecho esa larga entrevista con el líder cubano Fidel Castro?
Es un libro que ha vendido tres millones de ejemplares y tiene 30 ediciones. Su publicación me dejó una grata experiencia porque tuvo gran utilidad ya que el gobierno revolucionario cubano modificó la visión del Estado ateo por un Estado laico. Hoy se respeta la libertad religiosa. Usted además de sacerdote es periodista.
¿Cómo analiza el rol de los medios de comunicación en la actual era global?
Parodiando al estratega militar Carl von Clausewitz, la comunicación es la guerra por otros medios y en ese sentido los llamados medios alternativos ya no pueden seguir siendo artesanales si quieren ganarla. La prensa, en mi concepto, es el primer poder porque determina la agenda de los políticos. Pero, adicionalmente, tienen una relación muy fuerte con el dios mercado y digo dios porque hay gente que tiene mucha fe en el mercado que es el nuevo fetiche religioso de la sociedad en que vivimos.
Para los grandes medios, la información es un capital que tiene como objetivo vender productos y crear hábitos de consumo, mientras que para los medios alternativos es crear valores y generar una visión crítica de la realidad.
La comunicación está generando inseguridad a nuestra propia identidad porque sufre un proceso de mercantilización. Debemos trabajar por una comunicación del pueblo y para el pueblo, ese es el desafío que tenemos.
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