El 28 de septiembre, en la Sala Capitular en la que se firmó el Acta de la Independencia, indios, mestizos y blancos, hombres y mujeres de todas las tendencias ideológicas, doctrinarias, políticas, religiosas, con excepción de la tal Sociedad Patriótica, se reunieron para suscribir la Declaración Por la Dignidad y la Soberanía. Esa fecha pasará a la historia de las luchas sociales que reivindican el derecho a tener patria, a refundar este Ecuador despedazado por los vendepatria, por los ineptos y mediocres gobiernos que, sumisos, se han puesto de rodillas para servir intereses extranjeros.
“Responsabilizamos al actual gobierno por haber arrastrado al Ecuador a los niveles más bajos de indignidad y descrédito debido a su ineptitud e inmoralidad; por haber aislado al país de los comunes intereses sudamericanos y por haberlo sometido impúdicamente a la hegemonía de Estados Unidos”, se afirma en el texto de la Declaración, conceptos y opiniones que fueron ratificados por los oradores que intervinieron en el acto y que no guardaron adjetivos en el momento de criticar al Coronel Presidente y su gobierno, del que se dijo, ha cedido la soberanía al Fondo Monetario Internacional, organismo que conduce la política económica.
Los asistentes a la firma de la Declaración demostraron que en el pueblo no ha muerto el valor patriótico, el profundo deseo de libertad e independencia y menos aún el sentido de dignidad e identidad nacional. Hubo unción cívica, emoción y consenso en el momento de rechazar enérgicamente tanta iniquidad, estulticia e irracional entreguismo a la primera potencia mundial, y los más de dos centenares de asistentes que coparon la Sala Capitular de la Iglesia de San Agustín, evidenciaron que este pueblo busca espacios que le permitan expresarse ante la grave problemática económica, social y política que soporta el país, y espacios de protesta y lucha, sin considerar el costo que tenga que pagar por ejercer esos derechos irrenunciables.
Todas y todos expresaron ira y rabia, apenas contenidas, ante la constatación del desastre nacional y el descalabro de la soberanía. Allí está la cesión de la Base de Manta “a un país extranjero, bajo el pretexto de controlar el narcotráfico”. En estos tiempos ese “convenio” ha permitido la violación del espacio territorial, marítimo y aéreo, la presencia de tropas estadounidenses y mercenarias, el involucramiento de nuestro país en los Planes Colombia y Patriota; “todo esto con la complicidad de la
Cancillería y el alto mando de las Fuerzas Armadas, y la permanente intervención de la Embajadora de los Estados Unidos” en los asuntos internos del Ecuador.
¿Cómo no tener rabia al conocer que la riqueza petrolera no sirve a los ecuatorianos sino a las empresas extranjeras? En la cárcel deberían estar, los corruptos, los defensores de los intereses de las transnacionales y los que firmaron el Tratado Ecuador-Estados Unidos de Protección a las Inversiones, porque somete a nuestro país a tribunales internacionales.
¿Cuándo el Ecuador va a ganar un pleito ante jueces extranjeros, que son de propiedad de las transnacionales? ¿Cómo no expresar enojo ante los negociadores del Tratado de Libre Comercio y los defensores del ALCA que aspiran vender el país hasta convertirlo en neocolonia?
Para rescatar la dignidad y la soberanía se propone una auditoría de la deuda externa y de los contratos del Estado, el rechazo al involucramiento en el Plan Colombia, la denuncia del Convenio y cierre de la Base de Manta, la exigencia para que el pueblo decida sobre el TLC y ALCA y la construcción de un proyecto nacional, entre otros puntos que permitan recuperar los valores esenciales de esta patria. Nadie debería quedar fuera de estos espacios de lucha que aspiran a rescatar la dignidad y soberanía; pues, ni seres humanos, ni Estados-nación merecen vivir si renuncian a la dignidad.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter