El petróleo ya ha roto la barrera de los 55 dólares, mientras que la Bolsa de Nueva York sufría una paliza y el dólar se depreciaba a su nivel más bajo en los recientes ocho meses frente al euro.
El petróleo ya ha roto la barrera de los 55 dólares, mientras que la Bolsa de Nueva York sufría una paliza y el dólar se depreciaba a su nivel más bajo en los recientes ocho meses frente al euro. El petróleo jaló al oro, que se elevó a 425 dólares la onza, acarreando a la plata. En el trimestre anterior, cinco importantes divisas del planeta (dólar, euro, yen, libra esterlina y dólar canadiense) se han devaluado frente al oro, como lo demuestra Werner Antweiler, profesor de la Universidad de British Columbia (GATA, 21 octubre/04).
Ya ni siquiera el portavoz monetarista del centro financiero del planeta, The Financial Times (8 octubre/04), oculta el ascenso «difícil de resistir» de los metales. El único en el mundo que sigue creyendo en la fortaleza del dólar es el cordobista Ortiz Martínez, ex funcionario del FMI y «gobernador» (sic) del Banco de México. Los burócratas hacendarios mexicano, solapados por un Senado complaciente (para no decir cómplice), no asimila aún la dimensión del «cambio de paradigma» que ocurre en los
«mercados» y pronto será arrasado por la cruda realidad.
Más que alza del petróleo, el dólar se está devaluando vertiginosamente, a grado tal que Robert Mundell, premio Nobel de Economía y experto en divisas, a quien le
fascinan los acrónimos, se pronunció por el intoro, el «oro internacional», como única moneda mundial, bajo el mismo mecanismo de Bretton Woods, que formalizaría un acuerdo tripartita inicial entre el dólar, euro y yen, con la denominación común del dey, que pudiera incluir luego al yuan chino y a la libra esterlina (AGI, 11 octubre/04).
Su propuesta se presta a mucha polémica, en especial en lo concerniente a la recomposición de las fuerzas monetarias en juego y a su proporción, ya no se diga a la vigencia de otras (v.g la libra esterlina); pero, más que nada, comete una grave falla ultrarreduccionista al no vislumbrar la reconfiguración del nuevo orden geoestratégico mundial. Lo relevante radica en que lo profiera Mundell, principal teórico anglosajón del dólar. Recuerdo que hace alrededor de cuatro años, en una conferencia de la ANEC, en La Habana, Cuba, le hice la pregunta sobre la resurrección del oro y el retorno a un nuevo Bretton Woods (debe constar en las minutas de la conferencia) y el premio Nobel de Economía (para lo que sirven) me respondió de forma despectiva.
La realidad acaba por colocar a cada quien en
su lugar, con o sin premios Nobel. ¿Por qué el cambio de 180 grados del infatuado Mundell en tan poco tiempo? Debido a la derrota del unilateralismo bushiano y, por tanto, del dolarcentrismo unipolar, en Irak, donde la asombrosa resistencia nacionalista impidió que la petrocracia anglosajona se apoderara de los pletóricos yacimientos petroleros para resarcir a Estados Unidos de su desplome bursátil.
Mientras el dolarcentrismo unipolar se encuentra en cuidados intensivos, Eisuke Sakakibara, Mister Yen, en una notable ponencia desveló el «cambio de paradigma» de la fase de «deflación y de créditos laxos», que ha reinado durante una generación, para pasar gradualmente a la fase de «inflación con créditos restrictivos», que incluye el alza del petróleo debido a la inestabilidad geopolítica en Medio Oriente.
De cierta manera, la fase de «deflación y de créditos laxos» prohijó el auge del thatcherismo-reaganomics, el salvaje neoliberalismo del eje anglosajón, que se expandió por medio del decálogo del Consenso (sic) de Washington, plataforma de la globalización financiera, con el derrumbe de la URSS. ¿A qué tipo de modelo económico y sociopolítico se adaptará la nueva fase de «inflación y de créditos restrictivos», cuando el neoliberalismo global, no se diga su caricatura tropical en América Latina,
se ha vuelto patológicamente inservible?
La agenda social, vapuleada durante una generación, ha regresado a la palestra como corolario del «cambio mayor de paradigma». Ya sólo falta vislumbrar el desenlace de su dicotomía entre una socialdemocracia de libre mercado, proclive a la economía mixta, o el «control social» por medio de regímenes autoritarios que procurará instaurar el eje anglosajón hipermilitarizado. No es gratuito
que los neoliberales latinoamericanos fracasados induzcan al desprecio de los congresos y a la instalación de regímenes autoritarios para preservar sus intereses, como publicita la empresa británica Mori en sus encuestas sesgadas sobre «tendencias» y «nuevos valores».
El cambio de paradugma del modelo económico conlleva, a fortiori, al alza del petróleo y del gas que, aun en plena vigencia del thatcherismo-reaganomics, nunca cesó de elevar su cotización: en 1979, fecha de la revolución jomeinista, alcanzó 82 dólares a valor presente. El thatcherismo-reaganomics epitomizó el atroz "«ofertismo fiscal» (supply-side economics) sustentado en la curva sicótica de Laffer, que cuantas veces ha sido aplicado ha llevado al desastre fiscal en EU y en Gran Bretaña, no se diga en México, donde, desde el bushiano Salinas, lleva tres sexenios
consecutivos torturando a los mexicanos, lo cual plasmó Joseph-Marie Córdoba en su célebre «decálogo», un plagio vulgar del Consenso (sic) de Washington, que publicó en la revista Nexos.
W. Joseph Stroupe, fundador de geostrategymap.com (14 abril, 9 junio y 20 julio/04) se jacta de haber pronosticado desde hace seis meses el alza sostenida del petróleo como «nueva realidad» y «no como mero factor
transitorio», lo que «llevaría a los metales preciosos a alturas sin precedentes».
Hasta cierto punto, porque el petróleo cesará de incrementar su cotización hasta que la economía mundial regrese a su equilibrio perdido debido al déficit de cuenta corriente y a la descomunal deuda de EU,
propiciados por Alan Greenspan. Hay que reconocerle a Stroupe su aportación de la «nueva era geopolítica, donde el petróleo reinará durante una década por lo menos» y en la que Rusia ha maniobrado estupendamente para dirigirla.
No faltan quienes levanten las cejas -en especial los intoxicados por el americanocentrismo unipolar que no se cansan de hacer el ridículo- sobre la rusofilia petrolera y gasera de Stroupe, quien demuestra la incidencia del «oro negro» por primera vez en la historia en los ámbitos económico, diplomático, geopolítico y militar en la fase de transición del orden unipolar hacia el nuevo orden multipolar: el juego de las nuevas potencias mundiales se realiza mediante el «oro negro», la yugular del mundo tecnoindustrial. ¿Por qué el auge durará 10 años? Porque tal será el mínimo lapso en el que EU pueda liberarse de su dependencia energética.
¿Por qué Rusia? Porque desprivatizó su petróleo del que dependen Europa y Asia. Stroupe no enloquece al proponer que Rusia será el sustituto unipolar de EU, sino que jugará en forma «modesta y pragmática» al multilateralismo acorde con las otras potencias. El golpe de gracia será
asestado cuando los grandes jugadores mundiales se desprendan de su chatarra en dólares para refugiarse en divisas duras (euro) o en metales históricos (oro) y cuando los grandes productores coticen su petróleo en otra divisa menos desechable que el dólar.
La principal correduria global Goldman Sachs (que se benefició con los Tesobonos de México emitidos por la dupla Salinas/Aspe y pagados por la tripleta Zedillo/Serra Puche/Ortiz Martínez, y adonde se fue a refugiar
Martín Werner, firmante de los pagarés del Fobaproa/IPAB, que resultó un negocio «circular») ajustó su pronóstico de un barril a 50 dólares para el resto del año. El Departamento de Energía de EU vaticina un promedio de 47 dólares el barril para el año entrante, y mantiene un precio de 40 dólares hasta 2007.
Ortiz Martínez, Gil Díaz y Carlos Hurtado se estancaron en el caduco paradigma neoliberal cuando, durante la década de los 90, el promedio fue de 18 dólares y en los pasados cuatro años fue de 25. Ni entienden o desconocen (o ambos) que cuando el precio se abatió a ocho dólares en una parte de la década de los 80 se debió a un acuerdo secreto entre EU y Arabia Saudita, para propinar el golpe de gracia a la economía agobiada de la URSS, dependiente de los ingresos petroleros, lo cual contribuyó a su epitafio, como revela William Greider en su imprescindible libro Los secretos del templo: Cómo la Reserva Federal maneja al país. El precio de extracción ha sido ajustado a 20 dólares por las petroleras anglosajonas, como destacó Stratfor. ¿No leen los ignaros neoliberales
mexicanos o sólo se confinan a recibir órdenes de Greenspan?
No es fácil ajustar los cerebros a los nuevos paradigmas, menos cuando no conviene a sus intereses. El subsecretario de Hacienda, Carlos Hurtado, un ultrarreduccionista fiscalista, se pronunció contra un tope fiscal mayor a 23 dólares el barril de la mezcla mexicana, «porque nunca había ocurrido antes» (¡super-sic!). Si al fanático Hurtado
le hubiera tocado conducir Hacienda en 1970, se hubiera aferrado al precio de un solo dígito de dos dólares el barril (o quizá menos) como «tope fiscal», y nunca se hubiera ajustado al nuevo paradigma de dos dígitos que
debutó en la década de los 70, con el embargo petrolero árabe de 1973 como factor geopolítico que prevalece hasta la fecha -susceptible de dispararse hasta los tres dígitos con el nuevo paradigma.
El tope fiscal de 23 dólares impuesto discrecionalmente por los nigromantes hacendarios y centralbanquistas del decadente neoliberalismo tropical de la triada Salinas-Zedillo-Fox, apoyada por seudo-legisladores cómplices de un modelo ruin y ruinoso, constituye un supremo engaño fiscal para quedarse con 100
por ciento de los «excedentes» que pueden ser el doble (ya lo son) o el triple de los 23 dólares, para así financiar el «agujero negro» del Fobaproa/IPAB y otros adeudos «no consolidados» (sic) que hipotecaron al país.
El problema no es el «tope», sino el Fobaproa/IPAB: el cáncer terminal del neoliberalismo tropical. En ausencia lastimosa del Congreso, que ni legisla ni vigila. Sólo sirve para vendettas primitivas que intentan encubrir su disfuncionalidad.
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