Su silencio es acusador. Su mudez le retrata en la mediocridad excelsa y cosmética en que siempre se ha movido y de la que forma parte el caviar Niño Diego García Sayán. No dice nada ante el derrumbe sin atenuantes del caso de supuestas torturas que sufrió la agente Leonor La Rosa. Tema que fue uno de los que le catapultó como juez en la Corte Interamericana de Derechos Humanos en Costa Rica. Niño Diego arguyó, vía los amigotes, este caso como uno en probanza de su defensa de estos derechos. Ya no hay duda alguna, ¡todo fue un fiasco! ¿Qué espera para renunciar Niño Diego?

Las lacerantes revelaciones de José María Salcedo, consignadas en una página web y publicadas en los últimos días, dan cuenta de cómo se ha malogrado el proyecto de vida a varios oficiales del Ejército. De cómo ciertas garrapatas pseudo-defensoras de los derechos humanos, trabaron una línea de acción con el delincuente Montesinos; de cómo varios sinverguenzas de la izquierda caviar, han conseguido puestos, sinecuras diversas, sobre la discutible plataforma de hundir, aherrojar y asesinar en vida a gente que no hizo sino cumplir con su deber.

¿No son acaso derechos humanos aquellos de que son dueños quienes no fueron jamás escuchados y más bien silenciados durante largos años? No hay aquí, ¡ni por asomo!, defensa de los abusos criminales y abominables que hicieron los militares de todas las armas al interior del país y durante los años sangrientos de emergencia y estallido terrorista. ¡A quienes delinquieron hay que meterlos en chirona y hacer que se pudran por la comisión de actos de lesa humanidad!

Cuando fue ministro de Relaciones Exteriores, Niño Diego García Sayán demostró una ineptitud formal e informal con todo lo relacionado a una cartera tan delicada. Mientras que en Chile pulverizaban a una empresa peruana, Aerocontinente, en junio del 2002, este caviar condecoraba a la canciller de ese país sureño, Soledad Alvear en Lima. ¿Increíble, no? ¿Es que en nombre de las formas de regalarse preseas, cuando a uno le patean el plexo, hay derecho a cohonestar abusos y a callarse la boca, como hizo Niño Diego? ¿Cuál era su defensa por los derechos humanos de una empresa peruana?

Entonces, fletó misiones de embajadores para que “trabajaran” su candidatura a juez en la CIDH, gastándose el dinero de los peruanos. Si él tenía esa ambición, escribí por esos días, ¿por causa de qué no pagaba de su peculio esos viajecitos? Hay aún quienes recuerdan cómo llevó a su novia en una excursión gratuita a China so pretexto de su trajín con el presidente Toledo a quien acompañó casi una centena de funcionarios. ¿Y los derechos humanos del resto de peruanos que aquí trabajan de sol a sol y que jamás han subido a un avión?

Si el caso Leonor la Rosa se ha desmoronado y se revela como una engañifa monumental, sólo mantenida como verdad oficial y política por algunas organizaciones pseudo-defensoras de los derechos humanos, ya no es más que otra de esas asquerosas invenciones mediáticas, sucio contrabando vulgar, y que fuera fundamental para otorgar respaldo a la candidatura a juez, ¿qué espera Niño Diego García Sayán para renunciar e irse a su casa?

¿Qué espera Sofía Macher para pedir perdón a los oficiales a quienes persiguió con saña? ¿Y esta payasada le costó al pueblo peruano la astronómica cifra de US$ 120 mil dólares de regalo a la señora La Rosa? ¡Qué cantinflada criminal!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!