Para que el grupete aquel que se llama negociador del TLC con Estados Unidos, realmente obtenga condiciones mínimas de dignidad y decoro, hay que demandarle las siguientes posturas: 1) Debe prohibirse la exportación hacia el Perú de productos transgénicos y viceversa. El Perú tiene derecho a cautelar la integridad del patrimonio genético de su flora y fauna, así como los efectos eventualmente perniciosos de esos productos modificados genéticamente en la población; 2) Las disputas o controversias entre las empresas o colectividades de ambos países deben someterse a las instancias judiciales ordinarias de cualesquiera de las partes, pero de ninguna manera a tribunales arbitrales ad hoc, por jugar éstos siempre a favor de las empresas transnacionales; 3) En ambos países se deben aplicar los mismos estándares de protección del medio ambiente, en particular de los ecosistemas, adecuándose las políticas reguladoras y las sanciones en casos de trasgresión.

Cualquier otro afeite o arreglo cosmético, envuelto en cháchara periodística o basura globalizante, es simplemente: ¡traición a la patria! Y sus autores, pasibles de una acusación similar que podría llevarlos hasta el paredón de fusilamiento. Nos hemos acostumbrado a crucificar a los hampones de la calle, pero aún nos cuesta asimilar que los cacos modernos usan corbata y saco y roban en nuestras narices regalando el patrimonio nacional que no es suyo.

He dicho en más de una oportunidad que hay que establecer un mecanismo a través del cual, todos, sin excepción, los que participan en este carnaval de entreguismo que han sido las rondas del TLC con Estados Unidos, deben ser impedidos de fugar del país. Es más, tienen que dar cuenta detallada de cómo y por causa de qué están haciendo lo que hacen. Amén que no hay que dejar que luego se enrolen en las filas de las transnacionales cuyo interés en el TLC es más que significativo.

Por ejemplo, ¿qué explica que el ministro del TLC e Intereses Foráneos, oficialmente de Comercio, Alfredo Ferrero viva una desesperación diaria de pretender convencer a todos que si no firmamos el TLC nos vamos a pique y sin rumbo? Como si el Perú pasara un momento boyante y de economía saneada y no la profundización enorme de las grandes desigualdades que caracterizan la sociedad peruana, fragmentada, desunida, sin noción nacional y cero planteamiento ante una agresividad globalizante que tiene embajadores criollos muy bien pagados a su servicio.

¿Acaso, Pablo de la Flor, no era el socio local del grupo abogadil Tironi, principal asesor del TLC de Chile con Estados Unidos? ¿No se llama a esta figura, tener al gato de despensero? Las pruebas de servilismo tanto de Ferrero como de de la Flor, son flagrantes, obran en todos los medios y en más de una oportunidad, por vergüenza propia, Ecuador y Colombia, han dejado a Perú en soledad absoluta por no compartir la humillante sumisión peruana hacia Estados Unidos. ¿Es o no un indicio de culposa complicidad?

El día que Perú logre agarrar del pescuezo a sus tecnócratas vendepatria y los apostrofe públicamente, entonces, habremos entendido que la dignidad es uno de los primeros requisitos para salir adelante en cualquier coyuntura económica. Lo contrario es lo que vivimos hoy con funcionarios ramplones, vividores, mediocres, profundamente tributarios del dólar transnacional.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!