Con dificultad se encuentra un rasgo más típico de un régimen autoritario que aquel que acude a la religión, al sexo y a la moral para validar sus preceptos o para llamar al orden a la juventud.
Como se sabe, religión, política y poder han estado unidos por siglos. Han caminado de la mano por que al final ambas -política y religión- tienen iguales propósitos: conservar sus privilegios. No es raro por tanto, que el Presidente de Colombia, aproveche su presencia en una iglesia para opinar sobre sexo.
Con su estilo supuestamente informal, pero siempre mojigato, el Presidente evita llamar las cosas por su nombre. En esta ocasión, al sexo le llamó ’gustico’. Acudiendo a lo más antinatural, le precisó al auditorio que ese ’gustico’ hay que dejarlo para el matrimonio.
Como se recordará, la iglesia siempre vinculó sexo, matrimonio y familia, “casaos y reproducios” era el mensaje. De esta manera el placer fue pecado, la mujer quedó reducida a una máquina de hacer hijos y el hombre en el macho que inyecta semen. El placer, el erotismo, la satisfacción y la salud sexual por tanto, fueron negadas, quedaron prohibidas.
Alienación, control, autoritarismo
“La relación del hombre con la mujer es la relación más natural del ser humano con el ser humano”. Distorsionarla, condicionarla, controlarla, es sentar las bases para que uno de los dos pierda su individualidad, su libertad o su felicidad. En general, ya sabemos que ha sido la mujer quien más ha perdido, hasta convertirse en objeto.
Básicamente, las personas jóvenes son quienes más sufren por esto. Mistificados por una educación que no le permite acceder espontáneamente a su ser natural, terminan negándose el placer, hasta tener que acudir a la pornografía o recursos similares. O en el caso de las jóvenes, obligadas a sobrellevar embarazos no deseados o verse sometidas a interrupciones del mismo en condiciones no saludables. Como se sabe, cada día es mayor el número de madres solteras. Las cifras lo dicen todo: en América Latinael 40% que llegan a tener hijos reconocen que su embarazo no fue deseado.
Para estas jóvenes, el sexo termina convirtiéndose en una culpa. Sin posibilidad de disfrute, se ven obligadas a cambiar sus vidas: dejar los estudios, buscar trabajo sin estar preparadas para ello o simplemente dedicarse a criar el hijo no deseado.
En muchas ocasiones esto sucede por falta de una educación adecuada. En otras, por la presión familiar, y en no pocas por la tradición, en la cual tiene que ver mucho la iglesia. En todas, sin duda, pesa la alienación sexual, que no es más que una de las manifestaciones de incomprensión de nuestro ser natural que se viven en sociedades con relaciones desiguales y opresivas.
A través de estos mecanismos (educación, familia, religión), la sociedad controla y distorsiona la sexualidad juvenil, de lo cual se derivará, en muchos casos, distinto tipo de neurosis. Pero también, predisposiciones a la dependencia y la idealización. Esto lo descubrió Freud hace casi un siglo.
Sin embargo se persiste en visiones antinaturales. No es casual que sea el presidente Uribe quien las manifieste. Su consigna “trabajar, trabajar y trabajar”, obviamente sin libertad, ya anticipaba este tipo de formaciones caracterológicas. Como se sabe la represión sexual es parte fundamental de una actitud psicológica dispuesta a ideologías negadoras de la vida, al totalitarismo. Pueblos reprimidos, moralmente compulsivos, ansiosos, sin confianza en sí mismos (como lo es el colombiano de hoy) fueron los que le dieron paso al fascismo.
Esa actitud represora del Presidente, es comprensible. Fundamentado en preceptos y prácticas totalitaristas, le es más fácil demandar negación que procurar un sistema educativo abierto, dispuesto a la relación entre iguales, desmitificador de lo antinatural y concitador de prácticas libertarias.
Vida plena
Pero desalinear y garantizar una salud sexual plena, no se consigue solamente desde una educación adecuada. Se requiere, además, procurar una democracia económica que le permita a todos los miembros de la sociedad superar las angustias de la sobrevivencia.
No es posible ser libre si se depende a cualquier nivel, y el económico no es uno pequeño. En el caso de las jóvenes que se transforman en madres solteras es evidente, veamos el caso de Bogotá: el 65% de las jóvenes solteras que tienen hijos viven con sus padres. Pero además, el 50% de quienes están en esta edad en Bogotá, son pobres, y el 5% de ellos viven en la miseria. De ahí que. recibidas en la casa de sus progenitores, terminen perseguidas, controladas y en no pocos casos humilladas, por la ayuda que reciben.
Una sociedad que procura la democracia no puede actuar así. No sólo debe garantizar la libertad sexual sino que además debe hacer lo propio con la economía. Y esto significa redistribución del ingreso nacional entre todos sus miembros, garantizando a todos la libre satisfacción de las necesidades humanas sobre la base de la abundancia y del libre disfrute.
Desmitificar la sociedad que tenemos es fundamental. El ’gustico’es una necesidad para todos los seres humanos, como también lo son el amor y el juego, tres componentes fundamentales de la vida, negados, prohibidos o comercializados. Recuperarlos es la garantía de que en la sociedad la comunicación, la participación y la realización plena de cada uno de sus miembros, será factible.
Como se sabe, cada problemática demanda una solución efectiva. No basta con diseños o promesas. En el caso de la sexualidad, los sectores juveniles están demandando a gritos soluciones positivas desde hace años. Quebrado, en parte, el control de la educación y de la religión, por una televisión que hace de educadora, los sectores juveniles se ven sometidos a un imaginario de cosificación que desvirtúa la sexualidad y oprime cada vez más a las mujeres. No es irracional, por tanto, crear espacios amplios para que desde los mismos sectores juveniles, se polemice sobre estos temas y se creen alternativas que le den salidas a sus inquietudes y necesidades.
Se trata del placer, de la vida sana, del equilibrio mental, del amor, de la felicidad, de la libertad. No es simplemente un ’gustico’.
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