Desde los tiempos de la Gran Muralla China -construida para controlar a los mongoles- muchos gobiernos han creído en ese tipo de construcciones para intentar frenar al “enemigo externo”. Ante tales tentativas, bien podrían consultar a la historia y utilizar la razón pues se darían cuenta que levantar estos muros equivale a construir barreras de odio y de muerte. Los ejemplos son numerosos y los resultados se repiten una y otra vez.

Estas barreras marcan un territorio expoliado y de desolación. Un espacio degradado sin otra ley que la del más fuerte, donde no se respeta ningún tipo de derecho civil. Abandonados a su suerte, a los más débiles sólo les queda retroceder o morir en el intento.

Estados Unidos que se proclama adalid y defensor de los derechos humanos tiene su muro de la vergüenza. No es el único, es cierto. Algunos de sus amigos también disfrutan de la “seguridad” que proporciona estas ignominiosas construcciones. El Estado genocida de Israel lleva a cabo su proyecto de encerrar a la población palestina tras un muro de 600 kilómetros de longitud, y a la comunidad internacional parece no importarle mucho. Más grande y más antiguo es el de la dictadura aluita -otro cómplice de los EE.UU. en la ardua tarea de defender los derechos humanos de los pueblos- y hasta el momento tampoco parece quitarle el sueño. Marruecos mantiene 2.400 kilómetros de dunas artificiales y montañas de bloque de piedra, protegido todo ello por campos de minas, para mantener fuera de su territorio a los saharauis.

En Estados Unidos la modestia de las dimensiones se completa con la desproporción de los medios utilizados. 120 kilómetros de un muro casi virtual trata de mantener a raya a los mexicanos que pretender ingresar ilegalmente en el país. Apenas una sexta parte -en Tijuana- está cubierto de alambradas, pero un alarde de alta tecnología e infinidad de sensores y sistemas de detección inteligentes hacen el resto. O más bien habría que decir que hacían, pues como todo esto no parece no ser suficiente ahora han decidido recurrir a métodos más expeditivos y toscos.

Fruto de la política migratoria neofascista proveniente de la Casa Blanca, es la proliferación de milicias paramilitares por la frontera sur de los EE.UU., en especial en el estado de Arizona. Precisamente fue por este estado por donde intentaron entrar la mitad de los 1,1 millones de inmigrantes ilegales que fueron detenidos el año pasado por la policía de frontera. Esta cifra supone un aumento del 41% con respecto a 2003. Según José Garza, portavoz de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) del sector de Tucson (Arizona), cada día son arrestados un promedio de dos mil indocumentados.

Una de estas milicias caza-inmigrantes es la denominada “Proyecto Minuteman”, un grupo que parece reunir a más de mil personas y que comenzó hace unos días a patrullar el límite entre Arizona y México. Los paramilitares se reunieron en la localidad de Tombstone para comenzar sus operaciones armados con fusiles, pistolas y equipados con radios y binoculares, además de tener a su disposición varias avionetas.

La idea, según los organizadores, consiste en patrullar 37 kilómetros en el Valle de San Pedro para vigilar la frontera y denunciar cualquier actividad ilegal a los agentes federales. Muchos de los voluntarios fueron reclutados a través de la internet “para defender la patria”, y les serán impartidos cursillos de orientación durante el fin de semana. Uno de ellos, Robert Ordway, declaró haberse ofrecido voluntario en respuesta a la advertencia del gobierno federal de mantener la vigilancia tras los ataques terroristas del 11 de septiembre.

Estos civiles armados son una nueva expresión de actitudes xenófobas y racistas que están surgiendo en Estados Unidos. Varios grupos similares de nueva creación, "Guardián" en San Diego (California) y "Mantenga la línea" en El Paso (Texas), han venido a añadirse a los ya existentes “Ranch Rescue”, que ha anunciado la reanudación de sus actividades en Arizona durante la primavera de este año, “American Border Patrol” y la familia de rancheros Roger and Donald Barnett.

Como no podía ser de otro modo, las autoridades federales estadounidenses mantienen un respetuoso silencio y como si de un grupo de boy-scout se tratara, permiten a estas milicias hacer y deshacer a su antojo. Tampoco el gobierno de Arizona ha tomado medida alguna contra estos grupos paramilitares. Más bien al contrario, el Departamento de Seguridad Interna tiene previsto desplegar en la frontera 500 nuevos agentes, junto a 27 aeronaves entre las que se incluyen seis helicópteros Black Hawk.

Muchos activistas sociales y defensores de derechos humanos advierten del peligro que suponen estas pandillas, "que agregan una temible cuota de lamentables incidentes en la frontera", y han tratado durante estos días de sensibilizar a la opinión pública. Las organizaciones denunciantes temen por la integridad física de los inmigrantes indocumentados que puedan ser encontrados por esas hordas de ciudadanos justicieros.

Una de estas organizaciones de derechos humanos, Border Action Network (http://www.borderaction.org/index.php?language=sp) ha puesto en marcha una campaña para instar a las agencias gubernamentales a que tomen cartas en el asunto y pongan coto a la actuación de la milicia “Minuteman”. Según Border Action, “los funcionarios electos para hacer cumplir la ley debieron haber hecho su trabajo hace muchos años deteniendo a estos tipos de grupos paramilitares. No lo hicieron. No permitamos que suceda otra vez. ¡Hagamos sonar sus teléfonos hasta el cansancio! Comunícate con las agencias encargadas de imponer la ley haciendo llamadas telefónicas o enviando correos electrónicos para decirles que apliquen la ley”. En su página web, Border Action facilita algunas direcciones electrónicas para llevar a cabo esta campaña:
- Procurador del Condado Cochise, Ed Rheinheimer, (erheinheimer@co.cochise.az.us)
- Procurador General del Estado de Arizona, Terry Goddard, (tgoddard@azag.gov)
- Procurador General de EEUU en Arizona, Paul Charlton, (paul.charlton@usdoj.gov)
Así como teléfonos de los mismos y algún otro contacto.

Abu Ghraib, Guantánamo, Arizona... ¿Alguien oyó estos nombres en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra?

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