Dentro de un mes, los franceses habrán dicho sí o no al tratado constitucional. Una decena de países seguirá sus pasos. Los demás, por tradición o por prudencia, dejan a sus Parlamentos la responsabilidad de la ratificación. La prudencia parlamentaria elemental fue abandonada en Francia en beneficio del máximo riesgo: un referéndum, es decir, un principio que todos los republicanos deberían rechazar a causa de su propensión a transformarse en plebiscito. Los electores corren el riesgo de pronunciarse sobre la confianza en el Presidente de la República y en su gobierno, en lugar de hacerlo sobre un texto complejo fruto de un compromiso. Sin embargo, no hay mal que por bien no venga ya que esto permite a los franceses debatir un tema esencial.
El debate constituye una etapa. La mayoría de los electores nació después de la construcción de la Unión Europea y solo se enteró de los desórdenes que la Unión Europea alejó (la guerra, la pobreza, las dictaduras) a través de los libros de historia. En esas condiciones sería tentador creer que la paz, la prosperidad y la democracia son logros que podrían desarrollarse de otra forma. En ese sentido, todos nos hemos transformado en europeos. Simplemente, para estar seguros de seguir siéndolo, es preferible, mirándolo bien, decir que sí al texto que hace las veces de Constitución para Europa. En efecto, ese texto es el punto de tránsito hacia una Europa política. Ahora bien, en el futuro, el destino del mundo será el que decidan tres o cuatro pesos pesados: Estados Unidos y tal vez el conjunto latinoamericano, China, la India, y Europa si así lo decide. Si lo quiere. Este texto confiere a la Unión Europea una masa crítica organizada que le permitirá ejercer una influencia en las cuestiones mundiales.
Podemos considerar que el texto no va demasiado lejos, que es torpe adjuntarle la reproducción de los acuerdos existentes, que es impropio hablar de «Constitución» para designarlo. Pero hay un hecho cierto: una vez ratificado, el tratado le permitirá a Europa existir desde el punto de vista político cuando hasta ahora no era más que un gigante económico, comercial y monetario. Por el momento entre 25 y pronto entre 30, los Estados europeos tienen la tarea de desarrollar una Europa política. En Washington, Nueva Delhi y Pekín se espera una respuesta a la siguiente pregunta: ¿habrá mañana un europeo sentado a la mesa de los grandes?
El tratado dotará a la Unión Europea de una presidencia con una dimensión emblemática mucho más fuerte que en el caso de la antigua presidencia rotativa. Al nombrar de igual forma un ministro de Relaciones Exteriores, Europa adquiere presencia internacional. El tratado tiene otras cualidades. Asegura el funcionamiento de Europa al mismo tiempo más social, más democrático y más favorable a Francia. Este tratado es mucho más social: reconoce que hay misiones de servicio público que escapan a la esfera competitiva y la Carta de Derechos Fundamentales concede derechos que pueden ser invocados ante el Tribunal por todos los ciudadanos. Por ello, la Confederación Europea de Sindicatos y todos los partidos socialistas de Europa apoyan el texto. La Unión Europea será asimismo más democrática ya que los poderes del Parlamento serán fortalecidos. Y Francia sale ganando puesto que el proyecto de tratado aumenta su peso en el seno del Consejo Europeo, donde contará mañana con el 13,4% de los derechos de voto, contra 9% en el marco actual del tratado de Niza. Algo mucho más cierto en el caso del binomio franco-alemán, motor histórico de la construcción europea, cuyos derechos de voto pasarían del 18 al 31,4%.
Los resultados de los sondeos actuales son una prueba de desconfianza respecto del poder político que no supo aprovechar las lecciones de los resultados de las elecciones de 2004; pero también de desconfianza con relación a una Europa sospechosa de obstaculizar el modelo francés, incluso de destruirlo. El voto negativo es una protesta contra el desempleo y el sufrimiento social que de ello se desprende. Los electores seducidos por el no se equivocan de dirección: el desempleo es un problema francés. Europa constituye una posibilidad para Francia siempre que gane el «sí».

Fuente
Le Monde (Francia)

«Tous Européens», por Jean-Marie Colombani, Le Monde, 29 de abril de 2005.