La ley Falloux, aprobada en 1850 por una Asamblea de mayoría católica conservadora, obligó a los educadores a incluir el catequismo en el programa de estudios y a llevar los niños a misa. Esta ley facilitaba también la creación de escuelas por las congregaciones religiosas permitiéndoles recibir hasta la mitad de los niños en sus establecimientos. Ante el auge del antirrepublicanismo católico conservador, el ministro francés de Instrucción Pública Jules Ferry -ferviente republicano ateo y proveniente de una familia de libre pensadores- suscribe, el 29 de marzo de 1880, dos decretos mediante los cuales ordena a los jesuitas el abandono de la enseñanza en un término de tres meses. También da a los maestros de las congregaciones católicas no autorizadas un plazo similar para regularizar su situación o dejar la enseñanza. A partir del 7 de abril más de 5,000 miembros de congregaciones son expulsados y una parte de los locales son requisados. Ciertos municipios anticlericales van más allá expulsando también a las religiosas de los hospitales y obras caritativas.