Si bien la industria petrolera comunica siempre tímidamente las revisiones de sus reservas y establece sus pronósticos de producción a la baja por temor a los accionistas, la Agencia Internacional de Energía acaba de invertir su curva de pronóstico para la producción futura. En Francia, los principales dirigentes políticos se expresan en este sentido, a veces molestos por ser forzados a prever el final -al menos momentáneo- del sacrosanto crecimiento, a veces entusiastas por descubrir en el mismo un nuevo suelo fértil que les permite desarrollar un discurso solidario. En Estados Unidos, un representante de Maryland dirigió un taller pedagógico del Congreso sobre el tema.

Sin embargo, estamos aún en el principio de una toma de conciencia colectiva y progresiva de un fenómeno que no tiene equivalente en la historia de la humanidad, que puede, en un momento u otro, provocar estados de pánico y depredación.

Las consecuencias políticas de este inicio de toma de conciencia se definen de forma más clara cada día. Así, las negociaciones sobre el tema nuclear iraní se han centrado inevitablemente con el interlocutor europeo cuyo discurso es mucho más racional: en efecto, este país no muestra ninguna señal amenazadora, salvo para la supervivencia de la industria petrolera anglosajona, al menos mientras el petróleo iraní no sea privatizado. Ahora bien, con su población joven, su desarrollo rápido y su producción de crudo que disminuirá a partir de 2010, Irán actúa de forma muy sabia al optar por la energía nuclear con fines pacíficos. Mantendrá así exportaciones de crudo que contribuirán a garantizar la transición energética del resto del mundo.

Mohammad Khatami, presidente de la República Islámica de Irán, presenta en Le Figaro un discurso político nacionalista, claro y razonable sobre el tema, además de abordar la democratización de la región: en el fondo, el pueblo reconoce su interés, pero en la forma que toma la democracia y en cuanto al tiempo que toma instalarla no hay modelo absoluto. Por otra parte, reafirma sin sorpresas su satisfacción ante un poder chiíta más fuerte en Irak, lo que una vez más es interés de todos los iraníes. Cuando confirma que su país no descarta la posibilidad de un ataque estadounidense o israelí, podríamos asombrarnos de que no se muestre inquieto por el caos imperante en Irak y los riesgos que ello implica.

Habiendo comprendido el rechazo por todas las partes a la agresividad neoconservadora sobre la cuestión nuclear, dos voces del soft power hacen la apología del método suave en el International Herald Tribune. George Perkovich sugiere comprar la buena voluntad del gobierno iraní, técnica empleada con Corea del Norte por Bill Clinton en los años 90, consistente entonces en suministrar petróleo a Pyongyang a cambio de la congelación de su programa nuclear (la anulación repentina de estas entregas en 1994 fue una de las causas principales de la famosa hambruna de entonces). Lamentablemente, no parece comprender tan bien la termodinámica en juego esta vez; es precisamente el petróleo iraní o sus dividendos lo que necesita Estados Unidos y un Irán nuclear les impediría definitivamente obtenerlo.

Por su parte, el influyente hombre de negocios Stanley Weiss es partidario de la invasión económica, que en su opinión terminaría por sacar a los mollahs del poder. En realidad, como sucede con George Soros, se comprende que defienda ante todo sus intereses personales, pues da muestras de un profundo desconocimiento de la sociedad iraní, de su experiencia a partir de la injerencia capitalista bajo el régimen del shah, que la convenció de que ese funcionamiento no era la panacea de los Estados petroleros. Contrariamente a George Perkovich, no toma en cuenta el componente nacionalista, el hecho de que el pueblo quiera naturalmente mantener nacionalizados los recursos que le pertenecen.

Los rusos reaccionan inevitablemente de la misma forma, al poyar la política de reapropiación de los recursos de Vladimir Putin, quien por ejemplo acaba de decidir la exigencia de una mayoría de inversiones rusas para la explotación de los yacimientos del este siberiano. Esto es ventajoso para Israel cuyos vínculos económicos con Rusia aumentan a medida que más rusos se instalan en su territorio, en el momento en que Estados Unidos pone en tela de juicio su apoyo incondicional al Estado judío y se empantana en Irak.

Los tres oligarcas rusos instalados en Israel, Leonid Nevzlin, Vladimir Dubov y Mijail Brudno hicieron recientemente una entrada magistral en el sector energético israelí, en mala situación durante estos últimos tiempos y que además es sacudido por escándalos de lavado de dinero. Acaban de tomar parte decisivamente, con su empresa Menatep, filial de Yukos heredada de Michael Khodorkhovsky, en el capital de la sociedad Israel Petrochemical Enterprises. Dado que esta última tiene un peso cada vez mayor en el mercado israelí, la economía israelí se verá inyectada por la producción petrolera rusa, controlada en parte por Yukos.

Así, estos tres oligarcas han aceptado pagar la deuda de Michael Khodorkhovsky con el Estado ruso, y Leonid Nevzlin explica en Vremya Novostyey que dejará de apoyar financieramente la publicación de Novedades de Moscú, que servía de tribuna de los oligarcas contra Putin, en espera de calmar a los rusos, aún en choque por el saqueo de su Estado. Vladimir Putin y Ariel Sharon, al estrechar próximamente sus manos durante la visita del primero a Israel tendrán motivos para ser efusivos. Ariel Sharon juega con los sentimientos para referirse a los rusos en Trud, donde rinde un vibrante homenaje a la contribución de Rusia en la lucha contra el nazismo, denuncia las amalgamas establecidas entre Hitler y Stalin, reafirma sus buenas relaciones con Putin y sus propios orígenes en Rusia. Sin embargo, también quisiera que Rusia se mostrara indulgente con relación a Israel, especialmente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Finalmente, el embajador norteamericano en Bielorrusia, George Krol, también se dirige a los rusos en Vremya Novostyey y trata de tranquilizarlos acerca de la intención que se oculta tras el proyecto de ley sobre la democracia que recuerda las revoluciones coloreadas. Claro que elude cuidadosamente las cuestiones estratégicas y da una imagen idealizada, puramente compasiva, de la acción de las ONG norteamericanas en el país. Los datos generales sobre el gas natural, piedra angular de la creciente interdependencia económica ruso-bielorrusa, contradicen sin embargo su afirmación de que Estados Unidos tiene los mismos intereses que Europa y Rusia con respecto a este país. En efecto, Bielorrusia tiene un porvenir económico fundamentalmente como polea de transmisión de la asociación ruso-europea y, como para el tema nuclear iraní, Washington trata de sembrar la discordia para recoger los frutos.