En tiempos de guerra, la verdad y los hechos son con frecuencia las primeras víctimas. La guerra contra el terrorismo es otra forma de guerra, pero la verdad sufre la misma suerte.
Tomemos como ejemplo el caso Guantánamo. Amnesty International publicó un informe donde se califica a Guantánamo como el «goulag de nuestros tiempos». Esto provocó la reacción airada del gobierno de Bush y Amnesty retiró la expresión goulag por considerarla inadecuada, a pesar de que la organización mantiene la acusación de maltratos. El editorialista Charles Krauthammer defendió la tesis según la cual los Estados Unidos trataban a sus detenidos de forma humanitaria, Joseph R. Biden por su parte, pidió el cierre de la base de Guantánamo, explicando que era uno de los principales argumentos de la propaganda de los terroristas.
El artículo de Newsweek sobre la ofensa a la índole sagrada del Corán en la cárcel provocó reacciones furiosas en el Medio Oriente. Después fue condenado por el gobierno de Bush y Newsweek se retractó. John Kerry, en contrapartida, criticó a la Casa Blanca por haber creado un clima capaz de permitir esos abusos.
Actualmente hay diversas lecturas que confunden los acontecimientos. Para los conservadores, hay demasiada preocupación por la suerte que puedan sufrir los enemigos de los Estados Unidos; para los liberales, defender la suerte de los detenidos en Guantánamo forma parte de la misma batalla en defensa de las libertades civiles en los Estados Unidos; fuera de los Estados Unidos se considera que, una vez más, estos tratan de ocultar la verdad. Yo, personalmente, comparto esos tres puntos de vista. Es difícil compadecer a los detenidos, pero vemos que los abusos cometidos contra ellos constituyen una ofensa a nuestra identidad. Debemos juzgarnos a nosotros mismos observando cómo nos comportamos.

Fuente
Toronto Star (Canadá)

«Daggers in the heart of liberty», por Salman Rushdie, Toronto Star, 20 de junio de 2005.