Sin duda alguna, la frase más desacertada que ha entrado a formar parte del vocabulario anglófono es «extraordinary rendition». Por «extraordinary», no hay que entender «extraordinario», sino «secreto», «despiadado» y «extralegal». Asimismo, «rendición» es un término polisémico que puede significar «performance», «intercambio» o incluso «capitulación», pero aquí significa «secuestro secreto de individuos para ser interrogados en lugares secretos en países donde se puede aplicar la tortura». Esta expresión ingresa estrepitosamente en el nuevo lenguaje político y sustituye a la expresión «exportación de la tortura».
Ahora que John McCain ha logrado que se adopte la ley sobre la tortura, puede pensarse que el gobierno de Bush intensificará sus traslados de prisioneros. Los procesos judiciales referentes a dichos traslados se multiplican y todo lleva a creer que no es más que una pequeña parte de lo que se ha hecho. Condoleezza Rice, durante su viaje a Europa, aconsejó a los dirigentes europeos que no se mezclaran en el asunto y ellos lo admitieron.
A fines del mes de diciembre, la justicia alemana cerró un centro islámico en Munich por haberse encontrado allí proclamas que alentaban a realizar atentados suicidas. Se nos dice que uno de los demandantes en uno de los procesos de traslado de prisioneros era un visitante asiduo de ese centro. Eso, por tanto, nos debería hacer creer que tales acciones son justificadas. Pero estaríamos despojando al derecho de su esencia si consideráramos que el fin justifica los medios. Se ha comenzado a cambiar las palabras para cambiar la lógica, después la práctica. Si es probable que esas prácticas puedan evadir una condena legal, no deben, sin embargo, poder escapar del juicio moral.

Fuente
The Age (Australia)

«The outsourcing of evil», por Salman Rushdie, The Age, 10 de enero de 2006.