Ayer 26, día de su cumpleaños, Carlos Repetto Grand, un patriota de veras, nos dejó partiendo al viaje sin retorno. Acababa, el sábado, de publicar un polémico artículo: Pagoreni: ¿otro robo más? y venía de haber visitado Puno, Cusco, Tacna, Moquegua y Arequipa en el sur y Piura en el norte. En su tránsito irreparable, saludo su memoria de amigo lealísimo y querendón a rajatabla de ese Perú que lo vio nacer y por el que trabajó con ahínco de ingeniero y amor insobornable.

Dirigente de los jubilados y cesantes de Petroperú, entidad que lo reelegió como su presidente, la semana pasada, Carlos Repetto se expedía con agilidad y reflejos, con dulzura y con pasión, la misma que puso siempre en todos sus actos. Hombre básicamente sano, sucumbió a un infarto proditor del cual nadie está libre.

Solíamos dialogar en su estilo: profundo, meditado, humorístico, con fuerte arraigo en la historia, tema que nos vinculaba en cada recodo de esa nuestra amistad tan vigorosa, y el sábado le llamé para avisarle que en La Razón había aparecido su artículo sobre Pagoreni y el problema energético en la selva cusqueña y me avisó que iba a un nosocomio y me pidió -siempre pensando en no alarmar a nadie- “que no comentara el asunto”. Ayer domingo me comuniqué con la señora Teresa, su amadísima esposa, fiel y ejemplar madre de sus tres hijos, y transmití mis saludos de cumpleaños. Pasada la medianoche del domingo, es decir, hoy lunes en los primeros minutos, Ricardo me avisó de la infausta noticia.

Trabajó casi tres decenios en Petroperú y a él se deben revelaciones de cómo el Estado peruano invirtió millones de dólares en proyectos que luego fueron echados a la basura por autoridades inmorales. Con él y gracias a su proverbial paciencia, aprendí a desbrozar los misterios petroleros y el enigma de las maravillas energéticas y petroquímicas, tema este último en que era un consumado sabio. Había también integrado, durante su vida laboral, en cuatro oportunidades el directorio de Petroperú, siempre al lado de los trabajadores y de las causas patrióticas en resguardo y amparo de los recursos naturales que Fujimori desperdició y regaló con esas concesiones tramposas y malbarateadas. Todo eso lo denunció Carlos Repetto Grand. Cientos de veces habíamos convenido en compendiar sus puntos de vista en un libro que sirviera como orientación de buena gesta política a las nuevas generaciones. Una cosa u otra, nos robaron tiempo y la tarea no pudo llevarse a cabo.

En esta apresurada crónica de homenaje a su memoria fraterna e imborrable, tengo que subrayar que Carlos Repetto Grand fue un patriota que demostró fidelidad a la tierra y estoy en capacidad de revelar que deja, muy atribulados ciertamente, muchísimos amigos que aprendieron a quererle por su verbo ora doctoral ora inflamado porque además era austero y sobrio. Sí puedo decir, en honor a la verdad, que le saqué de sus casillas, pero él hizo otro tanto, siempre en una sinfonía de cómo mejor hacer por el Perú, su pueblo y en la fábrica de soluciones a sus grandes traumas de pobreza, de carencia de horizontes y, sobre todo, de paradigmas que mostrar a los jóvenes de hoy en probanza inconcusa que la política puede ser un ejercicio sano si se emplean las armas de modo honesto como hizo siempre Carlos Repetto Grand.

A la señora Teresa, compañera ejemplar de Carlos, a sus dos hijos e hija, mi entrañable afecto en esta hora de dura prueba. Con Carlos se van virtudes que debemos imitar los que aquí quedamos para continuar sus enseñanzas y hoy más que nunca, en pleno naufragio de una tristeza insondable, la promesa firme que persistiremos en las luchas que él emprendió con ese buen humor y sonrisa que recuerdo a la par que redacto estas modestas líneas de homenaje a un hombre esencialmente bueno.

¡Descansa en paz Carlitos!