Encuentro en el libro La soberanía vulnerada de Javier Lajo, compendio recientísimo de multiples artículos y propuestas en los últimos años, opiniones que aseveran y subrayan realidades muy lacerantes. Dice Lajo en Dar a los partidos sentido nacional: “Existe en nuestro país una notoria y evidente separación entre Estado y sociedad civil, esto que en lo político se expresa en la actual crisis de los partidos, es fundamentalmente un desencuentro entre nuestras élites intelectuales y la realidad nacional. En Europa, a un suizo, italiano o alemán difícilmente le podríamos imputar la misma deficiencia de entendimiento y conocimiento de su propio país”.

Agrega Lajo con admonición severa y refiriéndose a los desencuentros de la sociedad peruana: “lo más difícil para todos será pensar el Perú en su idioma originario y luego en las dos culturas vertientes, en las dos civilizaciones: la andina y la occidental; pues las bases del país fueron construidas en quechua, la filosofía, ciencia y tecnología fueron hechas en quechua y hasta el sentimiento peruano tiene sabor a quechua”. Algunas veces me he permitido decir que esto significa la presencia indómita e irreemplazable del Ande en el espíritu cotidiano nacional.

Alude Lajo con aire socarrón a lo que dicen algunos quechuólogos: “en el Perú hay dos tipos de analfabetos, a saber: Los que desconocen las letras del castellano que son los menos, y los que son la mayoría, que no entienden ni saben “leer” la cultura de los peruanos, de los mayoritarios, originarios y auténticos peruanos”. Varias veces escuché decir a Haya de la Torre cuando hablaba de los analfabetos de “arriba y los de abajo”. La analogía vale cuando se bidestila un pensamiento en torno al Perú y a sus insondables profundidades.

Las reflexiones a que hago mención sirven para enderezar un reto a los partidos políticos peruanos: ¿existen como tales o son sociedades simpáticas de beneficencia para los escogidos y amigos de estos? En buena cuenta, ¿están los partidos, partidos en mil y un pedazos inconexos, carentes de un proyecto doctrinario y menos ideológico en cuanto al Perú como tal y como trabajo político en Latinoamérica?

Acaban de producirse, dos días atrás, declaraciones rimbombantes del canciller Manuel Rodríguez Cuadros en torno a la propuesta de su deslucidísima Comisión Consultiva para que el Congreso sancione la adhesión del Perú a la Convención del Mar. Algunos legisladores ya empezaron a decir que primero el Ejecutivo tiene que cumplir con el elemental deber de ilustrar a la ciudadanía sobre este tema. Mientras tanto no hay prisas que no estén arropadas de sospechas de intereses subalternos y antipatrióticos. Y los partidos políticos ni siquiera se han dado por enterados. ¿No le dijeron a Rodríguez Cuadros que podía patinar como en pista de hielo con semejante bodrio?

Si las agrupaciones o colectividades no tienen opinión sobre temas sustancialmente difíciles y ríspidos como el tema de las fronteras con cinco países en un mundo globalizado, ¿qué esperan para hacerlo? A menos que, sería lamentable, la globalización también haya enajenado el cerebro de los líderes que ahora creen que las inversiones solucionan todos los problemas.

PPK, embajador dilecto de las transnacionales ha anunciado la renegociación de la deuda peruana con el Club de París y no perdió tampoco la ocasión de decir que se emitirán bonos y que al medio de la fiesta y la presumible farra de comisiones nunca reveladas, estará el JP Morgan, infaltable entidad bancaria acostumbrada a hacer negociados de gran volumen en este país. Y los partidos, por cierto, ¡ninguno!, ha manifestado el más minúsculo interés.

No sólo están divorciados, partidos los partidos, sino que además carecen de horizonte y pensamiento nacional. Por tanto, sólo aspiran a curules, cargos burocráticos, sinecuras y adefesios para cubrir las quincenas. ¿Y el Perú? ¡Que se joda! ¡Increíble, pero cierto!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

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