Dijo Manuel Rodríguez Cuadros, titular aún de RREE, que “las políticas internas del Perú las decidimos los peruanos, y sobre esas decisiones, que son autónomas, tenemos esquemas de cooperación internacional”. Sostuvo, además, que Perú no ha recibido ninguna expresión oficial respaldando lo dicho por el bocón embajador de esa potencia (Estados Unidos), James Curtis Strubble. Demoró algo, el canciller, en responder ¿no?

En efecto, días atrás, Curtis expresó su “preocupación” por el impacto negativo que según él, contienen las ordenanzas regionales que legalizan los cultivos de la hoja de coca. Además, preguntado el mismo personaje, por algún rábula que funge de periodista, pontificó que “Perú no se ha convertido en un narco-Estado”. Para los medios de comunicación en este país, lo que diga, piense, rebuzne o reflexione, Curtis Strubble, tiene valor de verdad apotegmática, castillo ideológico imbatible, estructura inconcusa y solidísima.

Que Rodríguez Cuadros sostenga que bajo el principio de la responsabilidad compartida “Estados Unidos aporta anualmente cerca de 116 millones de dólares, es una cantidad importante; pensamos que debería ser mayor por la complejidad del problema”, es un tema informativo de valor relativo y no desconocido. Resulta interesante saber si es que hay, hoy por hoy, en la Cancillería del Perú, algún mecanismo que impone que las respuestas soberanas y aclaratorias, deban darse luego de 7 u 8 días. Por muy embajador de Estados Unidos que sea Curtis Strubble, no es más que un funcionario extranjero que ha demostrado una boca muy rica en la generación de sentencias y recomendaciones.

Como Washington no le ha jalado las orejas al Perú, por no haber fulminado a quienes, desde las regiones, promovieron la legalización del cultivo de hoja de coca, según lo expresado por Rodríguez, entonces, no tenemos de qué preocuparnos. ¿Es que hay que esperar que el imperio nos diga si está contento o no, para determinar qué o qué no hacen los peruanos en sus fueros íntimos, independientes de cualquier país o de cualquier inversión con bemoles y sostenidos? ¡La soberanía política no se obtiene con certificados gringos de buena conducta, sino que se practica con los pantalones bien puestos y a tiempo!

Los partidos políticos, o lo que así, por falta de otro término más preciso, se llama a los clubes o grupos de compadres, no han dicho ¡una sola palabra! Desde la izquierda caviar rechoncha y llena de dólares, pasando por los marxistas a quienes esta vez se les escapó el asunto o los apristas tan ocupados en sus devaneos electorales, no se ha escuchado ninguna protesta contra las continuas, insolentes y absurdas intromisiones de que es autor el tristemente célebre, James Curtis Strubble.

Sin la altura política ni la cundería insolente de que era dueño Spruille Braden que tenía que pelearse con un león fiero como sí lo era Juan Domingo Perón en Argentina en 1946, James Curtis Strubble, hace cuanto le viene en gana porque aquí los medios se desviven por mantener “excelentes” relaciones con la embajada de Estados Unidos y porque, además, el Departamento de Estado suele convidar opíparamente y de cuando en vez, a grupetes, a pasear por Washington y Nueva York, con todos los gastos pagados y en esa nómina hay decenas de conductores de programas políticos, revistas, diarios, todos sostenedores de las infamias que hacen de un país un charco y una vergüenza para cualquier empresa digna y autónoma.

¡Muy bien que el canciller Rodríguez Cuadros haya recordado que en Perú practicamos la autonomía en nuestras decisiones!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!