A propósito de las elecciones internas de los partidos, noté que un filón extra-nacional se refería a los “candidatos al Establo –digo- Parlamento Andino”. Y sin ser jurista, que serlo para considerar como ciertas hetairas del Derecho, que las resoluciones supremas no son normas, como ha ocurrido con un ex presidente transitorio y nefasto, leí que la Constitución habla sólo de 120 parlamentarios. Aunque la reputemos como espuria, ésta NO ha sido enmendada.

Por lo tanto, elegir “parlamentarios andinos”, con remuneraciones como las de los congresistas actuales, privilegios e inmunidades igualmente idénticas, requiere que la
Constitución sea enmendada. Y si no se ha hecho eso, es inconstitucional. Y Toledo puede ser vacado si viola la Constitución en el ámbito eleccionario. Además, ¿con qué derecho se pretende vulnerar, aún más, el sufrido bolsillo de todos los peruanos que aborrecen, con el más amplio odio posible, al Congreso? ¿Y encima aumentar el número de legiferantes?

¿Tienen los acuerdos en que Perú interviene como parte del armazón burocrático, sostenedor de felicísimos mediocres y figurones, alguno de casi 2 metros de estatura, llamado Comunidad Andina de Naciones, CAN, obligatoriedad presupuestal cuando impulsan sillas doradas como las del Parlamento Andino? ¿Con qué fondos se sufragarán los gastos de estos padres de la patria andina? ¡Y no me vengan con cuentos integracionistas que pasan por sinecuras y goces frívolos como insolentes!

Juzgo que la Cancillería tiene que ser consultada para que su dictamen sea pasible de un análisis exhaustivo que repare en las implicancias que pudieran colisionar directamente con la Constitución del Perú. Y tiene que haber una discusión pública, amplia y profusamente difundida porque el pueblo quiere saber de qué se trata. Máxime si le pretenden endosar el sueldo obeso de unos lenguaraces inanes y prescindibles.

Tampoco se puede descartar que el Establo e inmunidades, ventajismos que vienen con el cargo parlamentario, pudieran ser, también, la madriguera de algunos sinverguenzas que afrontan la posibilidad certera de ser acusados por violaciones constitucionales como se dejó entrever por la dinámica, certera y valiente vehemencia del ex congresista por Lima, Francisco Diez Canseco, en la causa que sigue contra Niño Diego García Sayán.

Para muchos frívolos, un Congreso o un Parlamento, de la jurisdicción que fuese, nacional o andino, representa un filón de ingresos y una tranquilidad para vivir a cuerpo de rey en un país de millones de hombres y mujeres muy pobres y casi en la miseria total. ¿Con qué derecho se pretende hoy, contrabandear a más gonfaloneros de lo que en Perú se detesta, a veces de modo automático e irracional, como un Congreso, que Lenin llamaba jocosamente con el cáustico término de Establo? ¡Simplemente no hay derecho! Aunque sí existan “juristas” capaces de apadrinar cualquier estropicio, siempre y cuando, sus intereses de cenáculo y corral, no sean afectados. ¡Y eso lo hemos visto hace poquísimos días!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!