Pocas veces un conjunto de palabras, destinadas a definir mejor aspiraciones justicieras, ha sido tan vilmente usada por grupos minoritarios, las más de las veces, ajenos a cualquier tipo de poder nacido en las urnas y con los pretextos múltiples de luchar por los pobres, pero enriqueciéndose, más bien, en nombre de ellos. Su orientación es múltiple y reconoce excepciones de buen proceder, sin embargo, el contrabando de la “sociedad civil” ha servido, la más de las veces, como tapadera para vivir cómodamente vía mecanismos que logran fondos del exterior.

Dicen Javier Tantaleán y Pierre Vigier, en su libro Gobernabilidad democrática, económica y social: “Pero, resulta aún más preocupante que se pretenda usar algunas instituciones de la “sociedad civil” en contraposición a los partidos políticos, en un intento de sustitución por instituciones privadas no partidarias. En el fondo, lo que se está proponiendo es un copamiento del espacio público excluyendo a los partidos políticos”. (Ob. cit. p. 79)

Anotan además: “En lo referente a la sociedad, de manera explícita, hemos excluido el adendum civil porque pensamos que la noción de sociedad civil ha adquirido un carácter altamente ideologizado y sujeto a grandes controversias. De esa manera, todos los seres humanos sin distinción somos parte de la sociedad y no planteamos una división entre sociedad política, sociedad civil, sociedad militar o cualquier otro tipo de sociedad.” (Ob. cit, pp. 21)

Conviene subrayar las siguientes líneas, ambos autores, anotan: “Nadie le ha conferido el papel de representación política partidaria a las organizaciones de la sociedad que tienen objetivos definidos y específicos. Como ha sido señalado por Carlos Pereyra, en Sobre la democracia, 1990: “La sociedad civil (entendida como un conjunto de organizaciones sociales) puede ser tan autoritaria o más que el Estado…Cuando de manera simplista se elaboran elegías de la sociedad civil contra el poder político, habrá que tener presente hasta qué grado la sociedad civil puede estar dominada por intereses contrarios al interés general de la nación”. (Ob. cit. p. 79)

Y agregando una visión crítica, los autores puntualizan: “Así en los últimos años se ha querido crear una nueva diferenciación antinómica, partidos políticos-sociedad civil, especialmente luego de la crisis del Estado céntrico, cuando los partidos y movimientos democráticos terminaron sus esfuerzos políticos, plasmados en políticas públicas, con resultados calamitosos”. (Ob. cit. p. 80).

Ha sido no poco frecuente que grupos o cenáculos justificaran la ausencia de representación vía proyectos, talleres, foros, folletos, charlas, que siendo instrumentos o herramientas de comunicación válidas para cualquier trabajo social, terminaran siendo el pretexto utilísimo para acreditar contablemente gastos de toda índole y el empleo de partidas externas al libre albedrío de quienes tuvieron el mando de estas organizaciones de la “sociedad civil”.

No provienen, estos sectores de la “sociedad civil” de un grupo político en especial. Los hay de todo pelaje y orientación, aunque es obvio la predominancia de sectores marxistas o ex marxistas; también los hay de derecha reaccionaria y profundamente antinacional. La comunidad, en casi todos los casos, reconoce fuentes de financiamiento en entidades norteamericanas o europeas imbricadas en la globalización o en el mantenimiento “estratégico” del status quo de manera que las sociedades latinoamericanas preserven siempre “válvulas” de opinión “crítica” y caminos de avenida para la “solución” de sus conflictos.

En los días que vienen daremos algunos ejemplos perversos. Hay una entidad poderosa que es la chacrita particular fautora de odiadísimos dólares de un individuo que se distingue por ser uno de los grandes farsantes de nuestra vida política de los últimos 25 años: Niño Diego García Sayán y la muy pomposamente nombrada Comisión Andina de Juristas que no es más que una ONG (organización no gubernamental) que ha recibido millones de dólares y ello le permitió un ejercicio de coacción, influencia y poder paralelo real en distintos ámbitos de la vida política, sobre todo, en los aspectos judiciales y de encarrilamiento –más bien aprovechamiento- de los fondos de cooperación provenientes del exterior. ¡Hay sinverguenzas que se embadurnan con caretas de respetabilidad pero que son simples y funcionales esquiroles al servicio del sistema de opresión actual y muy capitalista!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!