¿Cuántas ONGs, asociaciones, clubes, pandillas o cenáculos de camaradas que dicen custodiar los derechos humanos han protestado por esos mismos derechos zaheridos del periodista, amigo y demócrata genuino Ricardo Ramos Tremolada? No puede salir del país.

Perú, su patria, gracias a los oficios siempre tramposos y pusilánimes de Niño Diego García Sayán el Zar de las ONGs, le recibió con prisión y arresto por largas 24 horas el domingo pasado. Una jueza no revoca el mandato de detención porque está de vacaciones y la suplente es una cobarde que no se atreve a cruzar lanzas con el status quo que responde a esbirros del inefable Niño Diego.

No extraña un comportamiento tan miserable y ruin. Cómo el gestor de la detención de Ramos Tremolada es el farsante mayor, Niño Diego, de este circo montado en torno a los sagrados pero tan manoseados derechos humanos, entonces, la regla tácita es no preocuparse del caso de Ramos. Como si el hecho de no ser conmilitón de cualquiera de esas ONGs o compañero de ruta de algunos de esos aventureros, confiriese a este silencio una patente de corso para “ignorar” un caso de atropello abusivo de sus derechos humanos.

¿Con qué autoridad moral puede Niño Diego fungir de juez de la CIDH? Que se sepa su cinismo persiste incólume en su pertinacia y se huelga el muy descarado que sólo aplicó la ley en defensa de su buen nombre. Ciertamente hay que recordar que en su hoja de vida cuando ministro de Justicia liberó terroristas con resoluciones “estrictamente secretas” y firmaba al alimón con Enano perinola, el que ahora funge de “hombre de Estado”. Además, cuando pulverizaban en Chile a Aerocontinente, Niño Diego desde la Cancillería condecoraba a su par sureña Soledad Alvear en Lima. Pregunté desde Dignidad entonces: ¿qué, la premian por destruir una empresa peruana? Logrero como pocos, frívolo entre frívolos, Niño Diego tuvo el ingenioso rapto de viveza de llevarse en el avión presidencial a su novia. Se entiende pues cómo alentaba el señor de marras el turismo: ¡con el dinero del pueblo, con el mismo efectivo que hizo que Cancillería promoviera su candidatura, hoy confirmada, para juez en aquella corte!

Pero ¡oh sorpresa! Ante otra grave y descarada violación de derechos humanos, como es la benévola pena aplicada a un sobrino del presidente Toledo, violador palurdo y primitivo, sí se convoca a las “masas” a hacer plantones de protesta. ¿Y cuál es la diferencia con la violación que se hace de los derechos de Ricardo Ramos Tremolada? El cinismo no puede ser más evidente.

La verdad y fondo del tema es que muchas patotas han hecho de los derechos humanos un pretexto rentable. Han cambiado de casas citadinas y playeras, muchas veces. Sus pasaportes son múltiples por tanto viaje y turismo disfrazado de seminario, cursillo, posgrado y demás pretextos. Las dinastías embusteras se suceden de abuelos a nietos y cuando las potencias que antes alineaban detrás de la Cortina de Hierro colapsan, y por tanto dejan de enviar dinero, los zamarros y farsantes, optan por, en giro de 360 grados, consolarse con el odiado dólar que proveen las agencias de cooperación del imperialista Estados Unidos. ¿Quiénes financian a las principales ONGs en Perú? Desde USAID hasta la Fundación Ford (vinculada según muchas evidencias a la CIA), pasando por otras más pequeñas pero siempre en la contumaz costumbre de afiatar proyectitos, fórums, talleres y demás lindos pretextos para hacerse del dinero y hacerse ricos en nombre de los pobres que nunca ven sino ilusiones.

El eludir pronunciarse de modo inequívoco condenando el embrollo cobarde fabricado por Niño Diego García Sayán, so pretexto de un espíritu de cuerpo, delata en realidad una conspiración oprobiosa a cargo de una cofradía corrupta, profundamente mentirosa y corrupta en su nadir irreversible porque han perdido todo crédito. Hasta las agencias norteamericanas dicen a todos los que quieran oír que “están buscando otros operadores”.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!