Un nuevo año de la Universidad de las Madres. El sueño ya es realidad. Enseñar a aprender. El derecho de aprender. El deber de aprender a buscar soluciones. Saber. Llegar a saber. Aprender, junto a amar, es lo más digno, lo más noble. Queremos aprender para saber, para tocar la sabiduría. Llegar por todos los caminos del aprender a la filosofía de saber ser. Aprender por aprender, sí. Es que así se llega al saber. Y el saber no quiere decir otra cosa que aprender a comprender lo que somos. Y aprender lo que somos no es otra cosa que respetar al otro. Ayudar al otro, para encontrar la paz. La paz para poder vivir. Sin paz, nada tiene sentido. Pero, ¿y cómo se llega a eso? Aprendiendo de los que construyeron caminos. La búsqueda constante y generosa. Sí a la palabra. Sí a ir ganando las armas para la paz: el aprender ávido para el saber y ayudar a construir caminos al paraíso.

¿Paraíso? ¿Qué quiere significar esa palabra? Encontrar la fórmula de la felicidad. Y no hay felicidad cuando no es de todos. Cuando la felicidad es para todos los niños, cuando las aguas son para todos los peces, cuando la tierra es para todas las plantas y árboles, cuando los jardines son para todas las flores, cuando el aire es para todos los pájaros.

Entonces, el trabajo para construir el nuevo mundo. Para limitar cada vez más el poder, origen de todas las impiedades. El poder es el egoísmo.

Investiguemos la ciencia para llegar a la salud, para mantener viva a la naturaleza, y para descubrir cada vez más lo que somos, lo que significamos y cuál es nuestro futuro. Vigilar la Política para limitar todas las diferencias, la Economía para repartir con justeza y justicia y para cuidar el futuro de las próximas generaciones, la Filosofía para definir el camino que nos lleve a la paz eterna entre el ser y el estar, la Psicología para la convivencia de la vida y el espíritu, la Sociología para observar lo que fue y es el hombre y aprender a llegar a la fórmula mágica de la convivencia, y así, así, con todo el saber para apagar la sed de llegar al paraíso con la vida. O por lo menos intentar el trazado del camino a ese paraíso.

La alegría de aprender. La alegría de enseñar. La voluntad. Libertad, Igualdad, Fraternidad. La fórmula de la revolución. La única fórmula para la única revolución. Ved en trono a la noble igualdad. El diálogo del saber, en el aula. El aula tiene que significar discusión, exposición. Compartir. El preguntarse: ¿por qué somos así? ¿Cómo podemos llegar a ser? Carne, huesos, memoria, vida, ideas, propósitos, diálogo y no al poder, al mando, a la obediencia. Respeto pero no obediencia. Curiosidad por lo distinto. Admiración por lo distinto, pero no sometimiento. Autoridad, no. La única autoridad es el ejemplo. Sólo la autoridad que dan la generosidad, la amplitud, la bondad. No al título. Acompañar y no obedecer.

No al paso redoblado, sí al lento avance de la sabiduría. El diálogo, la pregunta, el convencimiento, y a la voz de mando, a la humillación. De humillados y ofendidos a protagonistas de la palabra y la convivencia. Ese es el saber. El saber profundo. La verdadera sabiduría: el convencer con el ejemplo.

Libertad, que es Respeto. Pero no a la autoridad sino a la vida.

Autoridad es egoísmo. Propiedad es egoísmo. La única religión es la ética. Pero ya mismo y no en el cielo. Si quiero recibir tengo que dar. Por eso el estudio. Universidad. Sí, para todos. Si no, no es universidad. Universidad, universal. Por eso universidad privada es privar la universidad, lo universitario. Universidad de las Madres es dar vida a lo universal para todos, sembrar el pan de la sabiduría, el agua siempre fresca de lo solidario. La comunión de los sabios y no de los santos. Pero la sabiduría de lo ético. La sabiduría de la mano abierta, de la mente abierta, de la sonrisa eterna de quien va aprendiendo día a día más, en la convivencia, en el cuidado de la vida.

La camisa abierta y no la chaqueta militar cerrada. El saco civil y no el galón. La palabra libre y no la charretera. Un libro en la mano y no un sable. Los pies descalzos en la tierra y no la bota en el tanque de guerra ni en la playa de cemento de cuarteles de sombras y jerarquías. Jesús en las calles de la humanidad y no el Cristo en los altares. Aprender. Seguir curioso al ciempiés y preguntarse por el quehacer continuo de la hormiga. Peinar la melena del león y tratar de alcanzar a la liebre. Refrescarse en la brisa de los filósofos de la paz eterna y aprender a discutir mentalmente con los intérpretes de la sociedad en su historia. Salir a la calle para decir no a los privilegiados. Proteger a la mujer que da vida y amar al niño que comienza a preguntar. Cuidar el agua, el cielo y la tierra, que es la mejor forma de cuidar la vida. Aprender que todo es de todos y no de cierto señor con doble apellido que aparece siempre a través de las décadas detrás de pretorianos desaparecedores.

Hoy es vuestra fiesta de la apertura, de la alegría, de las esperanzas, de las Madres que nos dieron sus hijos. Y hoy estas aulas para las semillas del saber. Risas en los pasillos, palabras y preguntas en las aulas. La búsqueda de lo sabio, qué es la libertad y la solidaridad. Palabras y preguntas para resolver el enigma de la tierra y del espacio. De la construcción de acuerdo a las experiencias de la memoria. Y sus héroes sabios y sus héroes militantes, buscadores de la verdad.

Es increíble una vez más la imaginación de la realidad, las fantasías de la historia, la imaginación de lo humano, de lo demasiado humano: los militares de pistola al cinto y picana en la mano, fusiladores y bestialmente crueles frente a las Madres, con las manos abiertas que les ganaron en valor y arrojo para siempre.

Y ahora, Ellas, a los asesinos de la muerte y la desaparición, les presentan una Universidad para la juventud argentina. Una casa de estudios. No creo que la Historia nos haya presentado alguna vez tamaña grandeza, dignidad, nobleza. Yo les daría el título de Madres Nobles de la Humanidad. Al crimen, el saber; a la monstruosa cobardía de matar, la vida de las aulas; al egoísmo de la perversidad, el ancho camino del Saber.

Ellas, el Altruismo, pero la Fuerza; Ellas, la Abnegación, pero el Coraje. Las Madres Coraje.

Les propongo que el año próximo, en la apertura de las clases de esta Universidad, cantemos el Himno de las Madres. Hay poetas y músicos que nos van a tejer sonidos y palabras para expresarles nuestro aplauso, nuestra admiración, nuestro júbilo, nuestro alborozo a estas Madres del Pueblo, a estas Hijas del Pueblo.

Y entonces, para ustedes, los estudiantes: abramos las puertas hacia el Saber en estas aulas de las Madres. Y para vosotras, Madres Creadoras, el abrazo de la gratitud eterna.