Con la torpeza de un rinoceronte en cristalería, la diplomacia norteamericana se está haciendo acreedora al Premio Nobel de la Estulticia. Haciendo gala de inverosímil amabilidad Mr. TLC, James Curtis Strubble, el embajador de Gringolandia en Perú, avisó, él mismo, que la visa del señor Ollanta Humala habíase cancelado doce meses atrás y notició para el efecto a Salomón “Siomi” Lerner Ghitis en el caso requiriese otra Humala. ¡Estos gringos, cada día más estúpidos!

Mr. TLC, para delicia de un periodismo ramplón, acrítico, vasallo, responde cuando le preguntan y si no ocurre aquello, hace llegar sus textos a las mesas de redacción donde genízaros consideran que por venir de quien viene, es per se, importante. No interesa lo que diga, basta que Mr. TLC afirme lo que le venga en gana. Y para nadie es ajena la connatural fama de entrometido que tiene Mr. TLC. ¡Total, si el presidente Toledo no se da por afectado porque su amigo es Mr. George Bush, no se puede esperar mucho más del resto!

Que Mr. TLC actúe así no es sino la demostración coherente de una lógica perversa: ¡este gobierno ha parecido, durante su quinquenio, propagandista acérrimo de Capitol Hill y de la Casa Blanca! Además, más de uno habla en inglés casi todo el tiempo para que el resto de la manada no se dé cuenta de los grandes intríngulis que terminan en apertura de mercados y remoquetes majaderos por el estilo.

Estados Unidos no entiende, sus asesores mercenarios nacionales no lo aclaran porque se les acaba el negocio de ganar en dólares y los viajecitos pagados al 100%, que no hay mejor fórmula de convivir con Latinoamérica que dejando a nuestros países darse la forma de gobierno que desean las mayorías. En Bolivia hicieron cuanto les fue posible para impedir el ascenso de Evo Morales y casi un 60% le dio su voto. Nadie puede descalificar llamando ignorante o bruto a ese respetable conjunto electoral altiplánico. ¡Aquí, quieren hacer lo mismo! Y para ello cuentan con la ayuda pagada de ex ministrejos que ayer fungieron de ideólogos revolucionarios y han terminado como fieles trebejos del imperialismo yanqui del que ayer denostaban hasta con ronqueras agudas. ¡Ironías que tiene la vida, los incendiarios de ayer, son los bomberos de hoy!

Aquí se requiere una respuesta nacional y nacionalista que no puede ser sino patrimonio de todos los peruanos. El rechazo a las intromisiones por burdas que sean como este ridículo caso, debe ser multánime. Ni escapismos cobardes que llaman “decisiones de Estado” a desvergonzadas expresiones impertinentes o circunloquios onanistas tan afectos a la costumbre nacional de la hipocresía a veces rentada de que hacen gala nuestros políticos talla “ultra-small”.

¿Qué derechos humanos y qué clase de respeto puede invocar Estados Unidos? Los gringos inventan guerras, bombas y amenazas terroristas para asegurarse el negocio de las fuentes petroleras; promueven erradicaciones letales de los cultivos de hoja de coca cuando debían comprar las cosechas completas de los próximos ¡20 años! y entonces ¡se acaba el problema! y prescinden de toda esa caterva de infelices asalariados al servicio norteamericano y que son un cáncer contra el pueblo peruano. Si hay un país, por poderoso que sea, y que debía mostrar algún pudor mínimo ¡ese es Estados Unidos!

Harían bien los candidatos en centrar sus expresiones y olvidarse del dicterio. Para efectos de la revolución que el Perú necesita, salga quien salga, o el uno o el otro, es urgente impulsar el cambio fiscalizador desde las bases u organizaciones de la sociedad. El Congreso es insuficiente y hay que vigilarlo o pulverizarlo. El presidente novísimo tendrá que cuidar al milímetro su actuación o ¡ser expulsado y lapidado!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!