El Ministerio de Petróleo iraní ha registrado una bolsa de petróleo en la isla de Kish, en el Golfo Pérsico, donde se venderá crudo en euros. El mercado será el quinto de petróleo, después de Nueva York, Londres, Singapur y Tokio. Hasta ahora, las operaciones que se realizan en estos centros son en dólares.
La decisión tomada por Teherán va encaminada a reducir la influencia de Estados Unidos en la economía de la

República Islámica.

El pasado 23 de abril, el ministro ruso de Finanzas, Alexei Koudrine, lanzó otro fuerte golpetazo contra el billete verde cuando en una reunión del Fondo Monetario Internacional (FMI) efectuada en Washington, afirmó que su país no consideraba al dólar como moneda de reserva de confianza debido a su instabilidad. Datos oficiales indican que Rusia cuenta con una reserva de 212 000 millones de dólares, de los cuales 70% son en esa moneda, 25% en euros y el resto en otras (libra, yen, yaun).
La inseguridad que existe sobre la fuerza del dólar ha hecho que los grandes productores de petróleo de la zona del Golfo comiencen a dirigir sus inversiones hacia Europa lo cual les llevaría a convertir esa moneda en euros.
Siria ya dio los primeros pasos al cambiar paulatinamente desde hace dos años sus reservas por euros; el gobernador del Banco Central de los Emiratos Árabes Unidos, Sultán Al Suweidi, anunció que proyecta convertir en euros el 10% de sus reservas en dólares; Venezuela también ha seguido el camino hacia la búsqueda de monedas más seguras como euros y yuanes chinos, al igual que lo ha hecho Corea del Norte. Un país como Suecia ya recortó sus reservas en dólares a solo el 20% y elevó al 50% las acumuladas en euros.
Uno de los integrantes del Banco Central de China, Yu Yongding, comentó en abril pasado que las enormes reservas chinas corrían graves riegos por el declive del billete verde.

A su vez, la alerta ofrecida por el Banco Asiático de Desarrollo (ADB por sus siglas en inglés) donde sintomáticamente el capital norteamericano y japonés dominan el 30% de esa institución financiera, ha creado mayor incertidumbre. El ADB, en el que participan capitales de 64 naciones, le aconsejó a sus miembros que se prepararan para un posible colapso del dólar. La estampida es alarmante.

Desde los acuerdos de Breton Wood, en 1944, Estados Unidos logró que el dólar se estableciera como moneda mundial de reserva y su valor lo garantizaban sus grandes acumulaciones de oro.

En la década de 1970, Washington alcanzó un acuerdo con la OPEP por medio del cual todas sus actividades comerciales petrolíferas se efectuarían solo con el billete verde, mientras a la par este le garantizaba un rearme militar a Arabia Saudita y protegería a las monarquías del Golfo de posibles invasiones o amenazas internas.
Desde entonces, Washington también separó el dólar de sus reservas de oro y comenzó a imprimir a diestra y sinistra su moneda con lo cual inundó al mundo con esos papeles sin que estos tengan un valor real con las riquezas del país emisor.

Entre los motivos que han llevado al dólar hacia un peligroso barranco se encuentran el déficit en la balanza de cuenta corriente que en el 2005 llegó a la suma de 805 000 millones y la deuda pública que se situó en 424 000 millones de dólares, sin contar los enormes gastos por las guerras de Iraq y Afganistán.

Este gran desbalance los ha podido soportar Estados Unidos porque recibe capitales procedentes de países que mantienen sus reservas en dólares. A la par, la deuda privada de la población ya alcanza al 90% del PIB según la revista The Economist, y ese consumo particular representa el 70% de la demanda total de la economía.

El consumismo en Estados Unidos no ha estimulado la producción y la productividad sino que por el contrario fomentó las importaciones desde Asia, mucho más baratas que las confeccionadas en esa nación. Por su parte, tanto China como Japón, no cobran la mayoría de sus exportaciones con dinero contante, sino que lo mantienen en Norteamérica como préstamo y una parte importante lo invierten en bonos del Tesoro como reservas internacionales, lo cual beneficia a mantener el soporte del billete verde.

Por esa razón, los gobiernos asiáticos y las monarquías del Golfo son las que costean el cada vez mayor consumo de esa población, así como los enormes déficit estadounidenses.

El analista económico André Gunder Frank en un artículo titulado El Tío Sam marchando sin ropas, asegura que en conjunto, la deuda pública y privada acumuladas de Estados Unidos se sitúan en 38 billones, casi el PIB mundial y paga en intereses anuales 300 000 millones.

El gigante del Norte necesita atraer diariamente 2 500 millones de dólares para financiar sus déficit en general y como medida para atraer ese capital, la Reserva Federal comenzó a partir de junio de 2004 a subir los intereses hasta situarlos en 5.0%, y con esa medida ayudó a que su moneda no se depreciara abruptamente.

La única solución que tiene la Casa Blanca para pagar a sus proveedores es imprimir más dólares. Desde que este país dejó de garantizar su convertibilidad con el oro, su valor depende de la confianza que se le concede pues ya no esta respaldado por la economía del país emisor. Se estableció entonces que los banqueros podían verificar su adecuación por medio de un índice anual, denominado M-3 que establecía la cantidad de esa moneda en circulación.
Al unírsele también los desastres militares y económicos que ha sufrido en Iraq con enormes erogaciones financieras.(el premio Nóbel de Economía Joseph Stiglitz estima el monto verdadero entre uno y dos trillones de dólares) la Reserva Federal suspendió desde finales de marzo de 2006 la publicación del índice M-3 y de todos los subíndices que permitían determinarlo. De tal modo, la cantidad de dólares en circulación se ha convertido en un verdadero secreto y se hace imposible evaluar con precisión su valor.
Esta y otros muchas dificultades enfrenta el dólar que ha iniciado su declive en los albores del siglo XXI y que hasta tres de los hombres más ricos del mundo, los norteamericanos Warren Buffet y Bill Gates y el húngaro-estadounidense George Soros, han declarado haber perdido la confianza en el billete verde y encaminan sus riquezas hacia la compra de oro y plata.

Negros nubarrones envuelven al billete verde.