Mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces, y el nuevo escenario político que impera en el sur no permitió que el gobierno norteamericano impusiera sus políticas en forma hegemónica. Por primera vez, la Cumbre concluyó con una declaración final que deja en evidencia la pérdida de terreno de Estados Unidos.

La Cumbre de Presidentes de las Américas forma parte de la estrategia norteamericana para imponer su política en el continente. En 1994 la Organización de Estados Americanos (donde Cuba está excluida) organizó la primera Cumbre en Miami, con la idea de extender a los otros países de la región el tratado de libre comercio que ya había suscrito Estados Unidos con México y Canadá. Allí se gestó el Alca, que Estados Unidos esperaba concretar en un plazo máximo de diez años, es decir, en 2004, para que entrara en vigencia el 1º de enero de 2005.

A pesar de los lobbies y presiones y a intensas negociaciones, los cuatro países miembros del Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay) y Venezuela, lograron hacer valer su disenso. En el párrafo referido al Alca de la declaración final no hubo acuerdo. De hecho, la declaración estuvo a punto de naufragar por falta de consenso y los analistas empezaban a hablar de fractura.

Pero las sesiones continuaron y se emitió un texto donde los "disidentes" dejaron explícita su voluntad de postergar cualquier compromiso y fecha para suscribir el Alca, porque no están dadas las condiciones para un acuerdo de libre comercio hemisférico "equilibrado y equitativo", con acceso a los mercados sin subsidios y otras asimetrías. Ellos se aferraron al lema de esta reunión: "Crear trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática", estimando que cabe un rol especial a los Estados y destacando las diversas realidades que imperan en la región.

De este modo, rechazaron cualquier compromiso concreto sobre el Alca. Los 28 países restantes, encabezados por Estados Unidos -que tuvo en el presidente mexicano, Vicente Fox, a su principal operador político-, intentaron imponer el consenso para relanzar el Alca. Pero al ver la dura resistencia de Venezuela y el Mercosur, decidieron postergar el asunto hasta la próxima sesión de la Organización Mundial del Comercio, en diciembre en Hong Kong.

Ya en su discurso inaugural el anfitrión, Néstor Kirchner, diseñó lo que sería la firme posición de Argentina al decir: "Seguimos pensando que no nos servirá cualquier integración. Simplemente, firmar un convenio no será un camino fácil ni directo a la prosperidad".
De hecho, el presidente argentino no hizo más que reafirmar lo que había planteado en la mañana al mismísimo presidente norteamericano, George W. Bush, durante un encuentro a puertas cerradas. El argentino calificó a Estados Unidos de país "hegemónico", lo que provocó malestar al norteamericano. En dicha reunión, calificada como muy dura por los testigos, Kirchner reconoció a Estados Unidos "un rol de primera potencia mundial insoslayable". Pero planteó enérgicamente que el gobierno norteamericano debe considerar que las políticas aplicadas en la región "no sólo provocaron miseria y pobreza, sino que agregaron inestabilidad institucional".

Más tarde, las palabras del presidente Kirchner -al inaugurar oficialmente la IV Cumbre en el Auditorio de Mar del Plata-, tampoco fueron un respiro para Bush, cuya presencia en este país suscitó un categórico rechazo en amplios sectores. Lo cierto es que el propio Bush en el encuentro con Kirchner, al agradecer la hospitalidad, manifestó: "No es fácil ser anfitrión mío". Seguramente el jefe de Estado norteamericano se refería tanto a las diferencias surgidas entre ambos -las imágenes dan cuenta de un Kirchner particularmente tenso durante la entrevista privada-, como a las extremas medidas de seguridad que los argentinos debieron soportar desde semanas antes de la llegada de Bush al país, que incluyeron el empadronamiento de todos los habitantes de Mar del Plata, que quedó prácticamente militarizada durante la Cumbre. Al expresarse así, Bush también tenía en la cabeza la ola de conflictos desatados por su presencia, en la cual no sólo participaron organizaciones de Izquierda sino amplios sectores ligados al kirchnerismo.

Desde comienzos de esa semana, en toda Argentina se registraron multitudinarias manifestaciones y actos de protesta por la llegada del jefe de Estado norteamericano, lo que se hizo evidente con un paro de actividades que dio la idea de estar viviendo un día feriado. Este clima se agudizó cuando George W. Bush, custodiado por un operativo de seguridad que incluía centenares de marines y tres helicópteros del ejército de su país, descendió del Air Force One y pisó suelo argentino, lo que definitivamente desató la ira de miles de manifestantes en todo el país. Quizá por eso, y porque según los propios diarios de derecha de Buenos Aires la visita de Bush era rechazada por el sesenta por ciento de la población argentina, las palabras del presidente Kirchner no dieron pie a equívocos ni eufemismos, sino a un estilo frontal poco común en estas reuniones, donde el lenguaje diplomático se encarga de mediatizar cualquier desencuentro.

El jefe de Estado argentino calificó como "nefasto" el rol que para América Latina han tenido el FMI y las políticas emanadas del Consenso de Washington. Los responsabilizó -junto con los gobernantes que siguieron sus recetas- del drama social que hoy viven los países de América Latina, "empezando por Argentina". Este clima estuvo presente en todas las sesiones y ante la inesperada prolongación de la Cumbre, el propio Bush abandonó la reunión antes de que concluyeran las discusiones que intentaban evitar el fracaso y que culminaron con una declaración imposible de consensuar.

Bush se dirigió a Brasilia, donde tenía agendada una visita de dos días para entrevistarse con el presidente Lula da Silva. La definición de Brasil como país líder en la región por parte de Estados Unidos, acompañada de fotografías donde ambos jefes de Estado aparecen sonrientes, dan cuenta de que la sinceridad de Kirchner en Mar del Plata es una factura que Estados Unidos hará pagar al gobierno argentino.
Lo cierto es que más allá de afirmar el fracaso norteamericano en esta Cumbre por la "muerte del Alca", como sostuvo enfático el presidente venezolano Hugo Chávez -líder indiscutido también en la III Cumbre de los Pueblos, que se desarrolló a treinta cuadras de la de presidentes- lo que deja en claro esta reunión es el profundo rechazo que provocan en América Latina el presidente George W. Bush y su política imperial. Además de hacerse explícito en las calles, quedó en evidencia en la falta de acuerdo para una resolución común al finalizar las sesiones.

En palabras del analista argentino J.M. Pasquinni Durán: "En Mar del Plata naufragó la pretensión hegemónica de Estados Unidos, por lo que esta IV Cumbre podrá contabilizarse entre las frustraciones de la Casa Blanca y sus aliados latinoamericanos".

El Tren del Alba

Mientras en los elegantes salones del hotel Hermitage sesionaban los presidentes en la IV Cumbre de las Américas, en el Estadio Mundialista de Mar del Plata se reunían alrededor de doce mil personas para celebrar la III Cumbre de los Pueblos -o "Contracumbre" como fue denominada en la prensa local-. Un amplio intercambio de actividades culturales, sociales y políticas tuvo entre sus organizadores al argentino Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, quien la definió como "un espacio de reflexión y propuestas de construcción y unidad continental en defensa del derecho de los pueblos a su soberanía, identidad cultural y autodeterminación, que promueve la necesidad de cambios estructurales y sociales basados en la diversidad cultural y la unidad de los pueblos a nivel continental, así como también en el rechazo a las dominaciones".

Los casi cinco días de sesiones culminaron con una multitudinaria marcha por el centro de Mar del Plata que confluyó en un acto central -instantes antes de inaugurarse la Cumbre de los Presidentes- luego de que a primera hora llegara a este balneario el Tren del Alba, reivindicando la Alternativa Bolivariana para las Américas que plantea el gobierno de Chávez: cinco vagones donde viajaron casi doscientas personalidades del mundo de la cultura y la política, encabezadas por el futbolista Diego Armando Maradona. En el convoy -destinado a expresar su rechazo a la presencia de George W. Bush en Argentina, a quien Maradona no dudó en llamar "asesino, mentiroso y basura humana"-, viajó además el dirigente y candidato presidencial boliviano Evo Morales.

Pese a la intensa lluvia y la fría mañana, los manifestantes -entre los cuales había una columna de cubanos- marcharon entusiastas cantando consignas de rechazo al Alca y a su impulsor, el presidente de Estados Unidos. Banderas cubanas y venezolanas se mezclaban con las celeste y blanco de Argentina y las tradicionales rojinegras de la Izquierda continental, así como con las violeta del movimiento feminista.

El acto central, donde cantó el chileno Pancho Villa junto a iconos de la canción latinoamericana como Silvio Rodríguez, Daniel Viglietti, Víctor Heredia, Amaury Pérez, Vicente Feliú y otros, fue clausurado con un contundente discurso de más de dos horas del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, quien proclamó la muerte del Alca y el deber "revolucionario" de parir un "socialismo del siglo XXI". "Llegó la hora de la segunda independencia de los pueblos", proclamó Chávez recordando al patriota cubano José Martí.

Ubicados bajo un enorme estandarte con el retrato de Ernesto Che Guevara, referencia obligada durante todos los discursos, estaban el presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, Ricardo Alarcón; ministros y diputados del gobierno venezolano; dirigentes de los Sin Tierra, de Brasil; Madres de Plaza de Mayo; los candidatos presidenciales de la Izquierda chilena, Tomás Hirsch, y boliviana, Evo Morales, así como dirigentes políticos y sociales argentinos.
La lluvia recién paró luego que la dirigenta indígena ecuatoriana Blanca Chancoso hiciera un conjuro de su pueblo para escampar un temporal. Chancoso, que primero saludó en quechua y luego leyó las conclusiones de la III Cumbre de los Pueblos en castellano, entregó al presidente Hugo Chávez ese documento.

En su alocución, Chávez anticipó que tras la muerte del Alca vendrá la muerte del capitalismo y rechazó que hayan muerto las ideologías, como alguna vez afirmó Francis Fukuyama, y el socialismo. "El socialismo y las ideologías estaban de parranda", bromeó ante un público que lo ovacionaba constantemente.

"Déjenme decirle al gobierno de Estados Unidos por qué no revisa propuestas como ésa del Alca, en vez de proponernos un libre comercio asesino que produjo en estos últimos veinte años el crecimiento de la pobreza y la muerte en América Latina. Por qué Estados Unidos en vez de venir aquí a darle oxígeno a un muerto, no revisa la propuesta de libre comercio y propone algo parecido a una alianza contra el hambre. Yo voy a tomar la propuesta de Kennedy sobre la Alianza para el Progreso y Venezuela se compromete a aportar la misma cantidad de dólares que Estados Unidos proponía hace 44 años", dijo Chávez. Advirtió que "Estados Unidos nos ha atacado por todos lados. Ahora, si se atreven a hacernos lo que están haciendo a Iraq, que no se les ocurra, porque comenzaría en Sudamérica una guerra de cien años".