La Defensora del Pueblo, Beatriz Merino, enmendó la plana, con una bofetada atroz, al primer ministro Jorge del Castillo, en el tema que acontece en Loreto entre Pluspetrol, la empresita argentina y los pobladores achuar. De a pocos, con un sentido práctico y descarado, la señorita de marras va acumulando actitudes muy a contracorriente del grupo político que le obsequió la Defensoría del Pueblo: el Partido Aprista que a fines del 2005 dio como aguinaldo el cargo susodicho. Y fue ¡precisamente! Jorge del Castillo el vector fundamental en aquella decisión que hoy aparece como una genuina torpeza.

Conviene recordar que Beatriz Merino antes estuvo a cargo de la SUNAT y que en ella, asociada con Mario Pasco Cosmópolis para destrozar a los pensionistas de esa entidad, asunto que costó casi un millón de dólares al Estado, cavó su tumba por la denuncia vibrante que hiciera sobre esta grosera coalición, César Hildebrandt. Entonces Merino era una pro-patronal acérrima. Después de otras experiencias migró al Banco Mundial y ofreció catapultar, si la nombraban DP, iniciativas extrañas y dinerarias alrededor del saneamiento y programas de agua en el país. Hasta hoy nadie sabe de qué hablaba.

Pocas semanas atrás, la DP Merino, en su exposición ante el Congreso, dio una paliza a sus patrocinadores, los apristas, de la que hasta hoy no se recuperan, al decir que la pena de muerte para los violadores era un asunto deleznable y tenebroso. A nadie escapa que esta cortina de humo para generar simpatías apelando a la bestialidad humana del colectivo ciudadano, es un despropósito. Y Merino, ni corta ni perezosa, dijo cuanto se le ocurrió.

¿Y quién o quiénes la llevaron al cargo? El hoy partido de gobierno que empieza a comprobar que una de las cosas que tiene como notablemente ausente entre sus acciones políticas, es la inteligencia.

A esta altura del gobierno, pisando los tres meses ya, resulta divertido parafrasear una sentencia popular: ¡cría caviares para que te saquen los ojos! Pruebas al canto: la señorita Beatriz Merino es socia de Niño Diego García Sayán, el chilenófilo ex canciller, dueño de su chacrita particular y privadísima, productora de odiados dólares, la Comisión Andina de Juristas. Y es inamovible, Merino en la DP. Allan Wagner Tizón, el que nombró a un traidor despreciable a la patria como viceministro de Defensa, Fabián Novak Talavera, también es contertulio de Niño Diego en la misma institución. ¡Qué felices deben estar todos estos mediocres!

Ni las enérgicas pero simbólicas protestas de Mauricio Mulder, Secretario General del Apra, o cualquier otra medida, ha yugulado lo que es una infiltración descarada de estos personajes sociológicos, protagonistas de una gran estafa política en nombre de los derechos humanos. Son manadas los que viven de este cuento y a ellos hay que desenmascarar a través de acciones concretas, superiores en su propuesta pero ¡terminantes! en cuanto a dirección ideológica. En Perú, un partido que gana las elecciones, es minoría en su gabinete, donde caben desde vendepatrias ignorantes hasta caviares vividores, y esto representa una aberración que no tiene nombre. Y, sin embargo, se otorgan, ellos mismos, las excusas más desopilantes para pasar por alto lo que es una claudicación ideológica cuanto que programática.

Decía González Prada: tomar a lo serio cosas del Perú. ¡Esto no es república, es mojiganga!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

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