El ridículo servil que protagonizaron en Chile hace pocos días, dos de los más lamentables diplomáticos, el uno en Defensa, Allan Wagner Tizón y el otro en Cancillería, José Antonio García Belaunde, en la cita llamada de 2 + 2, configura, a todas luces una cortina de humo que esconde la chilenofilia de que son dueños caraduras estos dos personajes. Tanto en Chile como en Perú debieron admitirse las imprecisiones acerca de la homologación por la que el país del sur NO parará la compra de armamentos y a través de la cual Perú no avanzó ni un centímetro. El cese del ministro Allan Wagner Tizón, debía ser un hecho perentorio para la salud y dignidad de la república.

Ha dicho Wagner que el límite de las relaciones con Chile es el cielo, pero, por pusilanimidad congénita, no llevó en la agenda el primer y único requisito fundamental que discute cualquier país cuestionado en sus fronteras marítimas como es el tema de la delimitación. Sostiene aquél que se deben superar las “desconfianzas mutuas” ¿?. ¿Sabrá este señor qué país es el que ha invertido miles de millones de dólares en armamento? ¿Y que eso configura la desconfianza del sur que se apertrecha contra el norte en que vivimos nosotros? La lógica indica que quien se prepara con tanto esmero y prepotencia es, sine qua non, el potencial agresor cuyos precedente en 1836 y 1879 dan testimonio evidente de bestialidad feroz. Wagner es un gonfalonero pro domo sua, acrítico y deleznable del sur.

Si la homologación es una “metodología estandarizada” como reza la huachafería de términos empleada para darle un aura de respetabilidad a lo que fue una concesión frívola y turística, pagada por el pueblo peruano, a dos diplomáticos claudicantes, no deja de ser notorio y evidente que en Chile sí que no respetan la “intelectualidad” de la propuesta del señor Wagner acerca de la seguridad cooperativa. El intelectual de ONG que es este caballero no pudo popularizar aquella asunción creada por el Departamento de Estado de Gringolandia contra el terrorismo por la simple razón que por esos pagos sí se mofan y ridiculizan a quienes así lo merecen. Y este es un caso notable de falta de sindéresis y hasta de vergüenza propia de no saber cuando se está haciendo un papelón como aconteció la semana pasada.

¡Nada ha cambiado! Chile seguirá comprando armas, la homologación es un papel higiénico alabado sólo por mercenarios contratados para hacer los discursos del hasta hoy ministro de Defensa y la delimitación marítima con Chile está, como desde hace años, fuera de cualquier discusión o litigio cuando ocurre que es el gran tema esencial del drama peruano que no puede hacerse respetar y menos con esta clase de funcionarios tan vergonzosamente entreguistas.

¿Puede parecer raro lo sucedido? No. Mil veces no. Wagner y García son dos fanáticos de la adhesión peruana a la Convención del Mar que colisiona directamente con el Artículo 54 de la Constitución, yugula nuestro riquísimo Mar de Grau y cohonesta antiguas concesiones como aquella que en 1986 Wagner otorgó a Chile al aceptar el muellecito planteado por aquel país y, además, violando el Tratado de Lima del 3 de junio de 1929. Más aún, nunca, en Cancillería se aclaró qué había ocurrido en noviembre de 1999 cuando una pandilla, entre los que estaban Jorge Valdez, Fabián Novak Talavera (traidor), Fernando Pardo y Carlos Pareja, pretendieron convalidar el curso de acción chilena sobre lo que no acordó el presidente Augusto B. Leguía y que se especificaba en el Plan de Remozamiento Portuario de Arica que vino en 1929 al Perú y que fue ignorado aviesamente por los mencionados. NO es una casualidad que ningún Congreso haya siquiera discutido tan abyecto entreguismo.

Ha dicho con desdorosa voz el canciller García Belaunde que “Chile no nos está meciendo”. ¿Para quién trabaja este tipo? Foxley, su par sureño, debe estar muy aliviado porque le ayudan no poco pero imagino que está muy desconcertado también por la estúpida obsequiosidad de alguien que dice ser el titular de Torre Tagle.

Con inverosímil desverguenza declara para la televisión Wagner que “hay que tener la convicción que las armas de Chile no apuntan al Perú”. ¿Entonces, este individuo tendrá que decirnos si los miles de millones de dólares en armas son para atacar a los pinguinos en la parte más austral de ese país vecino? Wagner no hace esfuerzos para persuadirnos que también es un hombre de escasísimas neuronas si es que tiene algunas y no las inventadas por los miedos de comunicación. Ya César Hildebrandt, refiriéndose a García Belaunde le calificó como débil mental.

El contrabando va ahora envuelto en un Tratado de Libre Comercio con Chile que su Congreso ratificará como se sabe por múltiples expresiones públicas y que necesita acción similar por parte del Parlamento peruano. La especie que necesitamos a Chile para tender los puentes al Asia es una falsedad, lo inverso sí es lo correcto porque nuestras ventajas geográficas y de costos ameritarían la construcción de megapuertos facilitadores del tránsito comercial brasilero y sus productos hacia oriente. Y que Chile se oriente por puertos nacionales camino al Asia.

El presidente García tiene la obligación perentoria de actuar. Y cesar, de inmediato, al mediocre Allan Wagner Tizón o nombrarlo inspector de zoológicos con rango de ministro.

Y, acaso, se pueda rapar y pasear por las calles de Lima montados en sendos burros, para escarnio de su mal comportamiento contra el Perú, a estos dos funcionarios ajenos a la historia, tradición y dignidad de la república.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

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