“Las bases militares extranjeras están concebidas para proyectar
el poder militar de Estados Unidos en todo el mundo, pero al mismo tiempo, sus consecuencias más visibles y cotidianas se hacen sentir en el ámbito local o nacional”
– Wilbert van der Zeijden y Sara Irving
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El imperio, en ocasiones pide permiso o firma algún tratado o convenio con un país ubicado en cualquier parte de la tierra, para instalar una base militar y así comienza una turbia relación de neocolonización y dependencia con el país sometido que cosecha, en abundancia, una serie de delitos y problemas sociales que, a su vez, degeneran en violaciones infames de los derechos humanos dentro de los propios Estados Unidos y que crecen incontrolables en los pueblos conquistados, porque una base militar extranjera es una ocupación militar y, por tanto, un símbolo histórico del sometimiento y subyugación colonial, razón suficiente para repudiarla con patriotismo, energía y desprecio.
En estos tiempos, los pueblos del mundo adquieren plena conciencia del significado de la soberanía nacional, de la dignidad patria, de la trascendencia de tener una nación libre e independiente, y son esos pueblos los que rechazan y repudian, en todo el planeta, la presencia de las bases militares gringas o de cualquiera otra potencia guerrerista, prepotente y criminal, porque sólo el saber que el suelo sagrado de la patria ha sido humillado por bota extranjera, es una ofensa para un pueblo libre.
Estados Unidos, potencia unipolar e imperio guerrerista, ostenta su dominio mundial, al haber instalado en toda la tierra 735 bases militares. Juan Gelman, poeta, escritor y periodista argentino que reside en México desde 1976, decía: Parece increíble: uno de los terratenientes más grande del mundo es el Pentágono (Ministerio de Guerra yanqui). Según cifras oficiales de 2005, las bases militares desplegadas en el planeta y las que existen dentro de Estados Unidos ocupan una superficie de 2´.202.735 hectáreas, según datos que figuran en el Base Structure Report (BSR, por sus siglas en Inglés), un inventario anual del Departamento de Defensa de Estados Unidos que registra la proliferación de bases militares a partir del 2002” .
Gelman proporciona datos reveladores e importantes sobre las bases militares gringas. Sostiene que “el historiador Chalmers Johnson señala en Némesis: The Last Days of the Américan Republic (Metropolitan Books, 2007) que las cifras del BSR no incluyen las 106 guarniciones estadounidenses instalas en Irak y Afganistán desde mayo de 2005 ni las construidas en Israel, Qatar, Kirguistán y Uzbequistán, Tampoco las 20 que las fuerzas norteamericanas comparten con tropas locales en Turquía, de propiedad del gobierno de Ankara, pero bases norteamericanas al fin”.
Estados Unidos tiene modernas bases militares en Gran Bretaña bajo el disfraz de Royal Air Force. Algunas de ellas están equipadas con sofisticados equipos conectados a satélites espías que fotografían con extraordinaria precisión cada centímetro cuadrado de la tierra, otros que escuchan las conversaciones secretas e íntimas de gobiernos amigos y “enemigos”, y los más que se dedican al espionaje de las telecomunicaciones mundiales incluido el ciberespacio, correos electrónicos, páginas web, señales de televisión y radio. En la cifras “oficiales” no consta la enorme y supermoderna base militar instalada en Kosovo en 1999 y que fue construida por la famosa Halliburton del tristemente célebre Dick Cheney (Vicepresidente de Estados Unidos) y que, hasta hoy, realiza el negocio de “mantenimiento”. Johnson informa: “Si la cuenta fuera honesta, la dimensión real de nuestro imperio militar probablemente ascendería a unas mil bases en el extranjero, pero nadie –tal vez ni siquiera el Pentágono- conoce su número exacto”.
Un velo espeso envuelve operaciones como el desplazamiento de armamento nuclear –observa Gelman- y agrega: “Johnson cita a una autoridad en la materia, el columnista de temas militares de Los Angeles Times, William Arkine, quien escribió que la Casa Blanca viola las obligaciones impuestas por los tratados de los que es Estado Parte: “Estados Unidos ha estado mintiendo a muchos de sus aliados más cercanos, incluso a la OTAN , sobre sus designios nucleares. Decenas de miles de armas nucleares, centenares de bases y docenas de buques y submarinos existen en un mundo secreto especial, sin justificación militar racional y menos con fines de contención”.
Con bases militares oficiales o bases clandestinas, el imperio yanqui despliega por todo el mundo a millares de tropas de elevada especialización y dotadas de armas con tecnología de punta. Clandestinamente, Estados Unidos desplegó cinco mil tropas en las fronteras de Jordania con Irak y Siria, a pesar de negar públicamente tal hecho y a pesar que cuenta como cómplice al mismísimo rey jordano Abdullah II que con sorna declaraba que en Jordania no hay tropas ni bases militares gringas.
¿Qué sería de los pobres gringos sin sus armas terroríficas y sin las películas de Hollywood que les ha vuelto invencibles y fabricado héroes para todos los gustos? ¿Qué sería del imperio sin la participación de corruptos reyes y gobernantes que traicionan a sus propios pueblos, para servir de rodillas los intereses de la Casa Blanca , siempre ocupada por la “raza superior anglosajona”?
Nada son y nada serían sin las flotas de bombardeos B-52 estacionados en Yeddah, frente al Mar Rojo que tratan de mantenerlas en secreto. Nada serían sin los portaviones nucleares llenos de cohetes y misiles que navegan por el Golfo Pérsico para amenazar a Irán y a los países árabes del Oriente Medio y realmente nada son en el campo de batalla, cuando los pueblos se levantan contra ellos hasta expulsarlos de sus patrias. Es impresionante el secretismo y la clandestinidad de los movimientos militares del imperio; pero tarde o temprano se les descubre y más temprano que tarde pagan sus crímenes violatorios de todos los derechos humanos.
Johnson, según cita de Gelman, afirma: “Mientras los burócratas militares sigan implantando la cultura del secreto para protegerse a si mismos, nadie sabrá la verdadera magnitud de nuestra red mundial de bases, y menos que nadie los representantes elegidos por el pueblo estadounidense” Este pensamiento ha sido tomado del libro Nemesis, parte de una tríada que desnuda las políticas mediocres; y por eso sumamente peligrosas de George W. Bush hijo y sus corruptos acólitos.
Gelman entrega cifras aterradoras. El Pentágono indica que posee 32.327 cuarteles, hangares, hospitales y otros edificios en sus bases del extranjero y que alquila, además, 16.527 instalaciones. Durante el año fiscal 2005-2006, casi 200.000 uniformados y un número igual de empleados y funcionarios civiles del Pentágono fueron desplegados en esos enclaves en territorio ajeno y se contrató a más de 80.000 nacionales de diferentes países, un medio millón de personas en total para ser breves. Tanto poderío militar del imperio, solo se explicaría sobre la base del temor patológico y sin remedio que tiene sobre su cercano colapso.
Miedo inmenso después del 11-S. Pánico por el evidente desprestigio del imperio a nivel mundial y, muy particularmente, desde la administración guerrerista y genocida de Bush II que ha visto escapársele de las manos el dominio que ejercía sobre nuestra América Latina. Roger Burbach, historiador y analista estadounidense de asuntos latinoamericanos, en entrevista concedida a ALAI decía: “La administración Bush ha estado tan ocupada y obsesionada con sus guerras imperiales en Afganistán e Irak, que no ha podido dedicar los mínimos recursos como lo ha hecho históricamente cuando se siente amenazado (en América Latina), incluso por gobiernos reformistas, del estilo de Evo Morales y ahora del gobierno de Rafael Correa”.
Consecuentemente, la Casa Blanca decidió ampliar el papel de las bases militares que tiene en América Latina y en el Caribe, al mismo tiempo que el tétrico Negroponte que asumió como Secretario de Estado Adjunto para Asuntos Hemisféricos, prepara nuevos intervencionismos y giras por algunos de nuestros países. Recuérdese que este Negroponte fue Director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, fue embajador en Centro América y responsable de decenas de asesinatos y desapariciones de patriotas de Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador. Como agente y Director de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) colaboró en la guerra de Estados Unidos y los “contras” para derrotar a la Revolución Sandinista. "Este Negroponte es el que siempre ha adoptado una línea muy dura e intervencionista hacia todo lo que se percibe como amenaza para el sistema estadounidense en América Latina” sostiene Burbach. Recuérdese también que este mismo Negroponte es furibundo partidario de los magnicidios planificados contra Fidel Castro y Hugo Chávez.
Dominación política, dominación económica y dominación e intervencionismo militar son los tres ejes permanentes de la geopolítica estadounidense en nuestra América Latina, y las bases militares son sus tentáculos como el FMI y BM son los tentáculos imperiales que penetran profundamente en la economía de nuestras patrias.
Wilbert van der Zeijden y Sara Irving sostienen: “Hace unos años se puso de moda, durante un tiempo, hablar de la ’desterritorialización’ del imperio, con lo que se quería decir que el control imperial se había visto sustituido por otras formas de control político más sutiles. Pero si echamos una ojeada a las redes de bases militares extranjeras en todo el mundo, esta teoría se desmonta, puesto que aun siguen en funcionamiento más de 1.000 bases e instalaciones de este tipo, la mayoría de las cuales gestionadas por el ejército estadounidense, que tiene presencia militar en más de 130 países. Estas van desde extensas instalaciones, como en la Bahía de Guantánamo, a centros de espionaje o campos de entrenamiento conjunto de menores dimensiones, depósitos para misiles nucleares, instalaciones de “descanso y recuperación” y estaciones de reportaje. Además, Estados Unidos y algunos de sus aliados de la OTAN complementan esta amplia presencia militar con una red aún más elaborada de derechos: derechos de puerto de escala, de aterrizaje para aviones espías y militares, de repostaje y de sobrevuelo…” En fin, el domino es mundial mientras el imperio tenga gobiernos cómplices de sus designios.
Los autores del Manual sobre bases militares, Tentáculos del imperio, afirman: En la última década, esta carrera por el dominio integral se ha concentrado en el establecimiento de una red mundial de centros de espionaje en la línea de los “puestos de escucha” de Echelon, como Menwith Hill en el Reino Unido; de las instalaciones necesarias para el proyecto de defensa antimisiles, y de los pequeños centros operativos “de avanzada” que permiten a los Estados Unidos atacar con rapidez cualquier lugar y en cualquier momento. Este proyecto sigue en marcha, y el 27 de febrero de 2007, el gobierno estadounidense anunció que existían acuerdos provisionales para establecer nuevas bases de radares para “defensa antimisiles” en Polonia y en República Checa”.
Las bases militares gringas y el despliegue mundial de su poderío bélico sirven muy poco a sus propósito de dominio global, ya que todo el mundo rechaza al imperio y si alguna vez obtuvo simpatía, respeto y admiración, hoy sólo cosecha odio, antipatía, antinorteamericanismo, antiimperialismo, repudio a la guerra y a la presencia militar. Sabido es que donde hay tropas gringas, surgen drogadicción, narcotráfico, trata de blancas y prostitución, bandas criminales organizadas, explotación indiscriminada de la mano de obra, mercenarismo, violencia social, destrucción del medio ambiente y de ecosistemas, toneladas de basura y desperdicios y, sobretodo, violación prepotente y grosera de la soberanía nacional, humillación social, pérdida de la dignidad, pérdida de la identidad nacional, menosprecio a las manifestaciones de las culturas locales y nacionales, burla a los hechos interétnicos, violación sistemática a los derechos humanos y libertades públicas y pisoteo cotidiano de los valores propios de los pueblos. Otros efectos denigrantes y catastróficos de la presencia de bases militares gringas es la influencia sobre las economías locales, el deterioro acelerado de la salud pública, el incremento de enfermedades sexuales y, entre ellas, el SIDA, alienación, deshumanización, aculturación y desnacionalización de los pueblos y patrias conquistadas. Gravemente se afecta la democracia y las concepciones de derechos y deberes de los pueblos ocupados por tropas yanquis y peor aún cuando esas fuerzas militares imperiales cometen desafueros que dan al traste con la autoestima de los pueblos con la consiguiente pérdida de la moral nacional y mucho más cuando son los gobiernos los que otorgan inmunidad -para cualquier delito- a las tropas gringas, perdiendo de esta manera la facultad soberana de los Estados para juzgar a los extranjeros de conformidad con sus propios ordenamientos jurídicos. Casos se han dado en el mundo y, entre ellos, Diego García, Thule en Groenlandia y Vieques en Puerto Rico en donde, para dar paso a la instalación de bases militares gringas, se ha dejado sin hogar a decenas y decenas de familias pobres, se han cedido territorios considerados sagrados por los rituales que en ellos, ancestralmente, se practicaban y hasta se perdieron fértiles tierras que estaban destinadas al cultivo, y que representaban el derecho alimentario de los pueblos sometidos.
De muy poco le ha de servir al imperio el poderío militar, si en contrapartida es evidente la incapacidad para mantener las invasiones militares y la incapacidad total para ejercer el dominio absoluto en los pueblos, países y naciones, después de las invasiones militares. Basta recordar a Vietnam y en los años noventa a Somalia. En estos tiempos son patéticos los casos Afganistán e Irak. En esos países, Estados Unidos va camino de cosechar contundentes derrotas militares, razón por la que las élites militares del imperio comienzan a dudar del real poderío bélico con que cuentan, tanto que ya no quieren saber del retiro de tropas de las inmensas bases que tienen en Alemania, Italia, Japón y Corea del Sur. Ahora quieren más tropas para Afganistán e Irak y hablan abiertamente de construir “bases duraderas” en Arabia, Qatar o algún otro país de Medio Oriente para abastecer de tropas a Irak, Afganistán y tener cerca y listos portaviones, bombardeos, tanques de guerra, misiles, cohetes y a miles y miles de soldados con la vista puesta en Irán, a más de los aviones y satélites espía.
Los analistas y especialistas militares de Europa, Asia, América Latina y de los mismos Estados Unidos, sostienen que el imperio, “sin su extensa red de bases militares en todo el mundo, no habrían podido efectuar más de 300 intervenciones militares en el extranjero durante el siglo XX. Sin ellas, habría sido mucho más difícil derrocar gobiernos latinoamericanos democráticos y simpatizantes del campo socialista, e involucrarse tan intensamente en guerras y campañas en Asia Oriental. Y evidentemente, también habrían resultado mucho más complicado las prolongadas campañas de bombardeo de Irak durante los años noventa, por no hablar de las invasiones de Afganistán e Irak, dirigidas por los estadounidenses o de la invasión del Líbano por parte de Israel, respaldada también por Washington. Y si las bases de Turquía, Arabia Saudí y Diego García fueron fundamentales en estas campañas, la actual concentración de medios militares en Irak, Afganistán, Asia Central, Pakistán, y los Estados del Golfo permitiría a los Estados Unidos controlar o incluso invadir Irán en el futuro”.
COALICIÓN NO BASES MILITARES
No cabe duda alguna. Cada vez se extiende con energía, vigor y patriotismo el rechazo a las bases militares gringas en todo el mundo. La resistencia a la ubicación, instalación, extensión y actividades de las tropas norteamericanas crece incontenible y a la par con el antiimperialismo, porque los pueblos tienen plena conciencia de la dignidad nacional y de los inmensos perjuicios y males que soportan con los indeseables “vecinos” que se constituyen en puestos de avanzada de los sistemas de neocolonización y dominación imperial. Cada base militar gringa es un baluarte imperialista que ofende a elementales nociones de patria, soberanía, libertad e independencia.
No importa dónde o en qué país esté ubicada, pero cada base militar yanqui se convierte en territorio ajeno e inexpugnable dentro del territorio nacional. De pronto asoman unos letreritos que dicen: “Prohibido pasar”. Además, se convierte en posesión estadounidense de impenetrable misterio y de total secreto y, al mismo tiempo, en guarida de mercenarios de la peor especie y en organizaciones de golpes de Estado y de proclamación de dictadores crueles y sanguinarios al servicio de los objetivos del imperio.
En la lucha contra la presencia militar imperial por medio de bases militares, Quito y Manta se convirtieron en ciudades símbolos de la paz mundial y de la resistencia antiimperialista, entre los días 5 y 9 de marzo de 2007, al instalarse y desarrollarse la Conferencia Internacional por la Abolición de las Bases Militares Extranjeras, a la que asistieron más de 400 delegados de más de 40 países de los 5 continentes que representaban a sus pueblos, organizaciones de la sociedad civil, ONGs defensoras de los derechos humanos, del medio ambiente y de la vida, institutos y centros académicos de elevado nivel internacional. Esta Conferencia fue organizada por la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos, bajo la dinámica y eficiente dirección de la Hermana Elsie Monge.
Muchas personalidades se dieron cita en el evento. Wilbert van der Zeijden, del Transnational Institute, de Holanda; por ejemplo señalaba que esa Conferencia iba a impulsar “una campaña global” contra las bases militares gringas. Añadía que “si no se pueden cerrar todas las bases, al menos se puede debilitar esta red mundial de Estados Unidos que ataca cuando quiere y donde quiere” según reseñaba Aram Aharonian, de Telesur. En lo que se refiere a la Base Aérea de Manta que está en poder de Washington y del Pentágono, expresó que si realmente se llegara a cerrarla tal como informara el Presidente Rafael Correa, sería un golpe bastante fuerte para Estados Unidos, pues va a ser más difícil que tenga inteligencia y espionaje sobre Colombia.
Corazón Fabros Valdés, de Filipinas, miembro del Comité Organizador Internacional de la Conferencia , y ciudadano del país soberano en el que, arbitrariamente, Estados Unidos mantiene una de las bases más importantes del Pacífico, afirmaba que es vital para el pueblo ecuatoriano que en el año 2009 termine el Convenio que entregó la base de Manta a Estados Unidos. Decía que espera que esta Conferencia fortalezca la posición ecuatoriana y que a nivel internacional ansiaba que en esta Conferencia se comprobara la importancia de la solidaridad internacional en las luchas contra las bases militares del imperio.
Herbert Docena, investigador de Focus on the Global South, sostenía que la Conferencia debe adoptar una declaración política fuerte que sea capaz de enviar a todo el mundo un mensaje muy claro de rechazo absoluto a las bases militares del imperio. Añadía: “Además, de la declaración política, queremos institucionalizar la Red de No Bases Militares en todo el mundo y hacerla más dinámica para emprender proyectos a mediano y largo plazo”.
Durante la Conferencia Internacional por la Abolición de las Bases Militares Extranjeras, todos los expositores (as) sin excepción comentaron y denunciaron las políticas bélicas, las múltiples agresiones e intervenciones armadas del imperio; la presencia de bases militares estadounidense instaladas estratégicamente para controlar los recursos naturales como el agua, la biodiversidad, el gas y el petróleo como ocurre en América Latina, informaba Aharorian.
Entre las personalidades que concurrieron a la Conferencia Internacional se encontraban la activista estadounidense Cindy Sheehan, madre del soldado Casey Sheehan que perdió la vida en la absurda guerra de Irak; Walden Bello, de Filipinas, Tobías Pflueger, parlamentario europeo, Medea Benjamín, escritora, luchadora por los derechos humanos y activista estadounidense; la investigadora mexicana Ana Esther Cedeña, entre otros personajes que representaban al mundo entero, en su lucha contra las bases militares gringas.
Lo fundamental está en que no sólo en el Ecuador se combaten a las bases militares del imperio. Vicensa, una ciudad italiana de 110.000 habitantes se vio copada por más de 120.000 manifestantes que el 18 de febrero de 2007, se expresaban en contra de la construcción de una nueva base militar yanqui a instalarse en el antiguo aeropuerto de Dal Molin. Francisco Pavín, representante de una Plataforma Ciudadana y de activistas en contra de la guerra, que agrupa también a organizaciones religiosas y de ecologistas italianos, resumía el pensamiento de todos y todas al decir: “Estamos en contra de la base militar. Defendemos nuestra tierra y no queremos ser la vanguardia de la guerra global contra el terrorismo”. Cintia Bottene, organizadora de comités ciudadanos en contra de las bases militares sostenía que: “Una nueva base militar ejercerá presión sobre nuestra estructuras, nuestros servicios, nuestros recursos. Destruirá nuestra comunidad”. Absolutamente claro fue Toni Piggatto, de la Asociación de Boys Scouts al afirmar: “No sólo protestamos porque construirán otra base militar en Vicensa. Decimos no aquí y no en ningún otro lugar. Rechazamos la idea de que la democracia se pueda difundir a través de las armas”.
La ciudadanía de Alemania y de Turquía, de Guam y Corea del Sur, de España e inclusive de Gran Bretaña, de Filipinas y Japón, de Groenlandia y Hawai, de Puerto Rico, Panamá, Paraguay y Ecuador, de los países árabes y de África, de las islas Mauricio y Seychelles, del archipiélago de Chagos y Diego García, y de más de 138 países que sufren de la presencia de bases militares gringas, repudian al imperio y sus ansias expansionistas a partir de las ocupaciones militares del imperio.
Más aún, diversos analistas de todo el mundo afirman que el “uso de territorio de otro país como plataforma de lanzamiento de operaciones militares los hace vulnerables a ataques en respuesta a actos de los que no son directamente responsables, ni sobre los que los ciudadanos deben opinar”. “En colonias estadounidenses como Vieques y Guam, la decisión de utilizar sus territorios con fines militares ha generado conflictos entre los defensores de la soberanía local y los partidarios de la soberanía nacional. Las autoridades locales y los ciudadanos son contrarios a las bases militares porque éstas traen consigo la destrucción de los recursos y las culturas locales, pero el Gobierno federal y el ejército de los Estados Unidos se imponen sobre ellos. En lugares como Okinawa, el Gobierno central japonés ha recurrido a presiones políticas y amenazas económicas para evitar que los representantes electos locales mantengan su resistencia a la presencia militar estadounidense”.
En el Manual antes indicado se lee: “Con contadas excepciones, las bases militares extranjeras operan al margen de los proceso democráticos habituales. Los gobiernos, sean o no democráticos, establecen acuerdos que se caracterizan por las exención de responsabilidades. Así las autoridades de las bases estadounidenses están autorizadas a desempeñar sus actividades en secreto y toda pregunta sobre sus prácticas militares, esté dirigida a las propias bases o a los gobiernos locales y nacionales, choca irremediablemente con un muro de silencio o con una nube de confusión. Las actividades de las bases militares estadounidenses, sencillamente, no parecen ser compatibles con el derecho de los ciudadanos a saber qué sucede en sus propios países”.
Para imponer su omnímoda voluntad en los más de 138 países que han dado su consentimiento de a buenas o de a malas, para que Estados Unidos ocupe parte de sus territorios para que instalen y operen bases militares, el imperio, ha impuesto, además, la firma de convenios o tratados que conceden inmunidad a militares y civiles que prestan sus servicios en esos enclaves militares.
Esa inmunidad impide que los países, de conformidad con sus soberanías, juzguen y condenen a los norteamericanos que hayan cometido algún delito en contra de los ciudadanos y propiedades nacionales. Así, pueden asesinar a ciudadanos locales, cometer excesos y toda clase de atropellos, ser responsables de toda la gama de delitos sexuales, ser consumidores de drogas o narcotraficantes, destruir el medio ambiente y los ecosistemas, violar flagrantemente los derechos humanos e incluso cometer crímenes y delitos de lesa humanidad, en fin, por cualquier delito del que se les acuse; los norteamericanos siempre gozarán de inmunidad. Civiles y tropas yanquis se convierten en todopoderosos: inmunes e impunes. Para que ningún norteamericano sea juzgado en los países en donde cometan delitos, o en tribunales internacionales, Estados Unidos se negó a firmar el Estatuto de Roma que creó la Corte Penal Internacional.
Los partidarios de las bases militares gringas suelen afirmar que esas llevan prosperidad a las zonas locales y sus habitantes. Esta es una mentira de los cipayos de todo el mundo. Los militares gringos y sus familias rara vez consumen productos locales ya que todo importan del “añorado suelo patrio” ya sea por intermedio del mismo Pentágono o de empresas privadas como la Home Depot que abastece a la enorme base de Guam. No existe ninguna prosperidad sino más bien destrucción de modos de vida, de culturas locales y hasta de infraestructuras y causan también inflación.
Las bases gringas pueden ocasionar pérdida de recursos naturales con lo que condenan a los pueblos a mayores frustraciones y pobrezas. Así mismo, a menudo se pierden fuentes de trabajo y empleo, y si alguna vez contratan mano de obra, es para trabajos temporales y totalmente secundarios.
En el Manual se afirma: “El ejército es el principal contaminante del Estado. Los fuegos incontrolados originados por los ejercicios con fuego real, la degradación del océano y el agua potable, los agentes tóxicos en las tierras, el agua y el aire, y las municiones sin detonar ponen en peligro la vida de los residentes…" ( Si ocurre en Hawai, lo mismo pasa en el resto del mundo) Una base militar gringa, irremediablemente no sólo destruye el entorno, sino también la cultura. “Si bien no existe un inventario completo de los lugares culturales y los yacimientos arqueológicos. Las actividades de construcción, desarrollo y entrenamiento del ejército destruye todo rastro cultural”. En lo que se refiere a vivienda, “la presión que ejercen las familias del ejército sobre el mercado local de la vivienda, hace que suban los precios de todos los residentes. Si se hablara de economías alternativas se constaría que el desarrollo militar ha destruido o hecho inaccesibles zonas tradicionales de pesca. Lagunas y áreas de cultivos han desaparecido, como consecuencia de las actividades de las bases militares gringas y, además, muy a menudo ocasionan exilios en sus propias patrias, desplazamientos de la población y privación de sus derechos elementales".
El pueblo estadounidense comienza a experimentar en carne propia la pérdida de derechos fundamentales como consecuencia de la guerra global contra el terrorismo. Cotidianamente se viola la libertad de expresión del pensamiento a través de los medios de comunicación social y los ciudadanos han perdido el derecho a la privacidad al ser controlada la correspondencia, el uso de teléfonos e Internet, incluido el correo electrónico. En Estados Unidos, una persona puede desaparecer sin dejar rastro y ser sometida a tribunales de excepción o tribunales militares bajo acusación de terrorista o cómplice del terrorismo. Se viola con saña, mala fe e inhumanidad los mínimos derechos de los migrantes, de las minorías étnicas, indígenas y nativos. Se violan todos los derechos humanos de los detenidos extranjeros acusados de actos de terrorismo o se secuestra a personas en alguna parte del mundo, se organizan vuelos secretos operados por la CIA , y se los lleva a cárceles clandestinas ubicadas en países aliados y en donde existen bases militares gringas. En esas prisiones imperiales se tortura, se humilla y se mata.
Las bases militares gringas no son simples bases militares que albergan tropas, sino también son terrenos de prueba de fuego, de armas químicas, de armas de destrucción masiva.
Todo cuanto se haga para expulsar a las bases militares extranjeras serán actos en defensa de la vida y de la paz; derechos irrenunciables de todos los pueblos de la tierra.
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