Como Telefónica conoce la psicología peruana, tan dada a escuchar monsergas y a “ponerlas en agenda para el análisis”, le fue suficiente decir dos o tres tonterías respecto al criminal apagón de teléfonos celulares y fijos luego del terremoto del pasado 15, fletar a sus monigotes oficiosos –o rentados- la ministra de Transportes, Verónica Zavala, la de los 5 millones de dólares puestos en el NBK que luego quebró; su viceministra, la indigna Cayetana Aljovín; al jefe de Osiptel, Thornberry (que si sigue así de nervioso, se va a comer sus manos) y ¡sanseacabó!

Por raro que parezca, los medios de comunicación (¡todos tienen millones de dólares en propaganda de Telefónica!) se han esmerado en dar excelente cobertura a los pretextos de esta empresa ibérica que NO ha explicado nada y se lava las manos en promesas de costumbre que no resuelven nada, persisten los cobros caros y abusivos y el servicio resiente una degradación de lo más aberrante.

Todos nos hemos preguntado ¿qué hubiera ocurrido en casus belli? En Lima no se hubiera sabido que ya estaban tomados el resto de pueblos. Y en estos, se ignoraría del destino de la capital, sede del gobierno desinformado. Alan García tiene el imperativo moral de escribir (o pedir que le redacten) un libro: La información exacta como herramienta poderosa. Su ridículo, obviamente ocasionado por la incomunicación y la asesoría nula de hueleguisos y no de asesores de altísima capacidad intelectual cuanto que social, ha sido de antología. De la crónica de lo cursi, lo insensato, lo impresionantemente estúpido. Los paganos han sido españoles y periodistas.

Como en cábala del absurdo, el Congreso, ha debido esperar siete largos días y en el primer aniversario semanal del terremoto, convocó a su primera sesión evaluativa. ¿O sea que si se hubiese caído el edificio del Parlamento, lo hacían en algunos años? ¡Qué disparate! Y nos referimos al Establo porque cábele la misión irrenunciable de pronunciar su condena total e inequívoca a un atentado contra los derechos humanos de todos quienes pagan el pésimo servicio de Telefónica.

El mundo formal en que se mueve y anquilosa Perú, se da por satisfecho por los adefesios que Telefónica ha pronunciado en su aparente descargo. Del reclamo inicial y temprano del presidente García, poco después del terremoto, hace exactamente siete días, ya no hay ni el más insólito recuerdo. De diluir, amainar, difuminar, el atentado contra el pueblo, se han encargado las pandillas de imagen del ministerio de Transportes y de Telefónica. ¿Habrán tomado debida nota los del Establo?

Cuando ignaros fletan –o procuran hacerlo- el contrabando que so pretexto del dolor y la desorganización, no es oportuno ni ultra-necesario, fiscalizar a Telefónica, y censurar a payasos que fungen de ministros con enfermizo afán de figuración para permanecer en el gabinete, se perpetra un crimen contra la historia social del país. Con ese criterio, en lugar de abominar la pezuña invasora de 1881, debimos haberla instituido como fecha nacional celebratoria. ¡Hay cada mentecato en las alturas por estos pagos!

Si Telefónica se burla con pocas palabras, los intelectuales se han tomado otra de sus recurrentes vacaciones con cura de silencio incluida. No oyen, no hablan. El terremoto también les yuguló su capacidad creadora de protesta. De repente el que Telefónica les pague sus viajes allende y aquende; imprima lo que ellos llaman libros; sufrague sus recitales huachafos y de capilla; sea algo más que el rosario infame de casualidades venales. ¿Acaso son pocos los que están en la planilla de pagos, uno que otro con recibo o factura, es decir a sueldo mercenario de Telefónica y que tributan loas que los dólares pagan?

Las castas políticas actuantes hoy han probado ¡una vez más! su aniquilación absoluta y sin atenuantes. ¡No sirven para nada! Ni siquiera para poner en vereda a una empresa famosa por sus robos y estafas. Con razón inverosímil, aquí también, Telefónica se ha vuelto rica, muy rica.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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