Esta madrugada, al compás de mis trotones 8 kilómetros diarios, escuché a una funcionaria del INC, en RPP, natural del Cusco, su acento era inconfundible, y relacionada con la conservación de arte virreynal, afirmar que aún faltaban 700 templos en la ciudad imperial a los que se les iba a instalar modernos sistemas de vigilancia electrónica y para el propósito de evitar saqueos, robos y desmanes varios. ¿Forma parte, habiendo miles de otros propósitos genuinamente culturales, esta ordenanza de la dictadura católica de la cucufata directora del INC, Cecilia Bákula? ¿cuánto van a costar semejantes soportes y cuál la utilidad de ellos en estos momentos?

Según el mataburro Larousse, cucufata es un adjetivo peruano que “dícese de la persona beata, mojigata”.

Hasta donde las cuitas informan, de mojigata la ultramontana Bákula no tiene nada. Pero de beata, beatísima, al grado de promover concursos de embarazos o liturgias con su personal de confianza en las instalaciones del mismísimo Instituto Nacional de Cultura, sí, y bastante. Y, ha demostrado públicamente que su coto de caza, lo defiende con uñas, dientes, sotanas y biblias.

¿Qué otra lectura hay aquí? ¡Muy fácil! Una alianza entre la Iglesia Católica, su consuetudinaria vocación de no pagante de tributos y de acuerdo a su engaño colectivo que ya supera los 500 años, y el Instituto Nacional de Cultura. Nótese: los sistemas electrónicos de protección, no van a ser instalados en cualquier parte, sino, como dijo aquella funcionaria, en los aún restantes 700 templos. ¿Alguien puede dar cuenta del dinero que se va a emplear y de la utilidad que esto genera al país?

¿De qué forma parte todo este asunto?: ¡del poder! El gobierno lo tiene cualquiera, el poder verdadero, el que mangonea la cultura, contrabandea conceptos y santifica campañas, como ésta, es el genuino hacedor y vector estupidizante de los pueblos.

So pretexto de la pobreza y la ignorancia, hordas y pandillas de sectas, a cual más reaccionaria y cavernaria, capturan chicos desde el colegio y los adentran en el fanatismo nazi de convicciones que resultan en irrespetos a los padres, solicitudes anticipadas de herencias para ponerlas al servicio de estos gángsteres que hasta tienen propiedades inmobiliarias, cementerios, negocios de toda índole, participación en minas, bienes inmuebles a lo largo y ancho del país ¡y NO pagan impuestos!

¿Qué están haciendo los clubes políticos y electorales? ¡Nada de nada! No les preocupa, como tampoco les interesa gran cosa la suerte del país. A los mamones consuetudinarios del Estado, importa básicamente, vivir bien, si se puede del dinero de los contribuyentes. Y si no es así, de alguna organización de nuevos gánsgteres que son los que han industrializado, siguiendo el catecismo del imperio, los dineros que gringos idiotas se dejan esquilmar para sentirse bien, donando recursos para los más pobres. En uno y otro caso, la respuesta es inexistente. De resultas que hay sectarios que ya están en la cosa pública, apañan el autoritarismo creciente en diversos estadios de la vida nacional y, lo que es peor, roban, secuestran, enajenan, literalmente a jóvenes de ambos sexos, les lavan el cerebro y los estupidizan a tal grado que son robots, fanáticos, que no entienden sino los “llamados de Dios”. Detrás del supuesto Dios, están los capitostes que cuentan los dólares y acumulan poder en la sociedad.

¿No creen que sería bueno pedirle cuentas de este capítulo tan extraño de privilegiar 700 templos en Cusco, como si fuera un drama terminal, con caras instalaciones electrónicas, a la líder del Instituto Nacional de Cultura, Cecilia Bákula, beata beatísima, convicta y confesa?

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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