Durante el primer debate sobre el articulado propuesto por la Mesa 1 en torno a esta materia, estuvieron presentes los directores de varios medios. Confusión, ira y temor se pudo notar en sus rostros, mientras que los asambleístas de la minoría derechista se mostraban impotentes frente a la argumentación por demás lógica y justa de los defensores de la propuesta.

Varios aspectos trascendentes se plantearon en el debate, pero los representantes de los empresarios se centraron sobre todo en dos para cuestionar todo intento de democratizar la comunicación en el Ecuador: aquel que tiene que ver con el control de contenidos de los mensajes por parte del Estado, y la posibilidad de que se establezca una redistribución equitativa de las frecuencias del espacio radioeléctrico.

1.- ¿Libertad para vender todo tipo de basura mediática?

Una de las partes más polémicas de la propuesta de la mayoría es el artículo 4, que dice: “El Estado controlará la emisión de publicidad y programas que induzcan a la violencia, el racismo, la toxicomanía, el comercio sexual, el sexismo, la intolerancia religiosa o política y a todo cuanto afecte a los derechos fundamentales”.

Quienes se oponen a que el Estado controle los contenidos de los medios argumentan que tanta libertad debe tener quien produce mensajes, para ofertar lo que sea, como los públicos para consumir lo que quieran. Es el principio de la libre concurrencia. Sin embargo, es obvio que nadie ejerce realmente esa supuesta libertad, por ejemplo, cuando en medio del noticiero, del programa de televisión o de la película que estamos mirando, aparecen hasta cinco minutos seguidos de comerciales que muestran lo que uno no ha pedido ver, ¿ejercemos nuestra libertad de decidir? El control remoto no nos la garantiza, como así nos lo quieren hacer creer, puesto que la publicidad que quiero evitar en un canal, la encuentro en todos y, tarde o temprano, la termino viendo. O cuando decido no ver una serie o una película, no hay duda de que tarde o temprano terminaré viendo otra con el mismo argumento. Humberto Eco, desde la semiótica, ha logrado establecer modelos sitagmáticos que se repiten en algunos géneros de programación cinematográfica y televisiva. Las películas de acción norteamericana, por ejemplo, o las telenovelas venezolanas, para citar solo dos géneros.

Claro, esta posición de defender la supuesta libertad de elegir fue expuesta nada más y nada menos que por el dueño de una de las empresas de publicidad más fuertes del país, D’ Maruri Publicidad, una actividad que tiene, como dice el colombiano Luis López Forero, “la misión de crear conscientemente la necesidad incesante del consumo”. Aunque el articulado no establece regulación específica al tema de la publicidad, María Augusta Calle solicitó que se incluya: “Dentro del articulado hay un vacío muy importante, que tiene que ver con la regulación de la publicidad. No es posible que se aliene a nuestros niños para que tengan la compulsión de comprar, de adquirir la última moda, cuando no tienen ni siquiera para comer. No es posible que para vender se banalicen los principios fundamentales del país”, dijo.

Y tiene razón: varios estudios han demostrado que la publicidad cumple algunas funciones en la sociedad de consumo, como la función sustitutiva, que significa que el objeto que se anuncia se presenta como dotado de unas propiedades que realmente no tiene. Un ejemplo: ¿Se ha vuelto usted irresistible como un chocolate frente a las damas, por usar el antitranspirante Axe? O cuando ha consumido determinada marca de cerveza, ¿ha consumido usted al mismo tiempo a la voluptuosa modelo que aparece en el comercial? Y nos excusamos por no poder poner otro ejemplo menos machista, pero en realidad, casi la totalidad de la producción publicitaria del país tiene esa carga en los mensajes.

También cumple la función estereotipadora, es decir, la publicidad tiende a hacer que las personas compren objetos del mismo tipo. Pero no se trata sólo de que iguale los gustos, sino que también tiende a igualar formas de pensar, ideales, formas de vida. ¿Se acuerda usted por ejemplo de la publicidad de la tarjeta Visa, en la que un señor muy arrogante se burla de quienes no han podido viajar por el mundo por no tener esa tarjeta de crédito? El mensaje de fondo: quien más gasta más importante es.

Y la publicidad también cumple una función desproblematizadora, pues suele presentar solo el lado bello del mundo. En los anuncios publicitarios no suelen aparecer el dolor, la muerte, la desigualdad social, la injusticia. ¿En realidad cree usted que su vida se resuelve si solo “se atreve a soñar” y compra El Pozo millonario? Y los ejemplos podrían abundar…

En resumen: los ecuatorianos solo podremos ejercer nuestra libertad cuando en lugar de ser únicamente receptores pasivos, podamos comunicar, reflexionar, cuestionar y construir propuestas.

2.- Los monopolios en la picota

Negar la existencia de monopolios que dominan la comunicación en el Ecuador les resultó tarea imposible a los asambleístas de minoría. Desde su perspectiva, la existencia de varias estaciones de radio en el país, así como de diversos canales televisión, con distintos nombres, demuestra la diversidad de utilización de las frecuencias del espectro radioeléctrico. Pero lo que no dicen es que 85% de las frecuencias radiales están destinadas a las radios comerciales, el 12% a las iglesias, y apenas 3% a sectores comunitarios. En el caso de la TV abierta, de las 342 concesiones, 287 están controladas por 19 familias a nivel nacional. Medios que, según datos de encuestas últimas, tienen un 5,13% de credibilidad.

Estos poderosos monopolios mediáticos construyen discursos, agendas y protagonistas, los cuales exhiben como el referente para comprender lo que sucede en el país y en el mundo. Buscan imponer un pensamiento único. “Muchas veces descontextualizan, banalizan la información, o hasta abiertamente la tergiversan, por ello se propone contar con información verificada, oportuna, contextualizada, plural y sin censura previa, pero con responsabilidades ulteriores”, sostuvo por ejemplo la asambleísta Helga Serrano, de Acuerdo País, al referirse al derecho a la información.
La propuesta de la Mesa 1 contiene, además, una transitoria que tiene en vilo a los emporios mediáticos: “Las normas sobre servicios públicos y actividades económicas de interés general previstas en esta Constitución entrarán en vigencia a partir de su promulgación y se aplicarán, sin excepciones, a los operadores económicos y concesionarios preexistentes. Las normas que regulen tales materias, se mantendrán vigentes hasta tanto se proceda a su modificación, siempre que no contravenga lo dispuesto en esta Constitución”.

Ello significaría que una vez aprobada la nueva Carta Política en el referéndum, el Estado podría dar por terminadas las concesiones que considere necesarias en función de cumplir con esta redistribución.

El segundo debate, luego del cual los textos quedarán aprobados en el Pleno de la Asamblea, está por realizarse, pero el debate al interior de las organizaciones populares debe mantenerse, sobre todo en función de lograr que las masas comprendan la trascendencia de defender estos cambios democráticos y progresistas, y confrontar al poder oligárquico en todos los escenarios, incluido el de la comunicación