Siguiendo la máxima anterior, el 14 de junio de cada año los cubanos recuerdan el nacimiento de dos de nuestras más paradigmáticas figuras históricas: Antonio Maceo y Ernesto Che Guevara. Por tal razón es esta una fecha privilegiada en el calendario.

Con una diferencia en su nacimiento de más de 50 años, ambos abrazaron un mismo propósito que fue, por encima de cualquier dificultad y corriendo los riesgos que el empeño requiriese, lograr la definitiva y total autodeterminación de los cubanos.

En el caso particular del Che, aunque no tuvo a Cuba como la tierra que lo vio nacer, por su entrega y valor mostrado en aras de la causa liberadora, los cubanos lo consideran como uno de los suyos desde siempre.

En la entrega del general Antonio Maceo a la emancipación nacional del yugo español, en sus hazañas y heroicidades, en su carácter y cualidades como jefe, mucho influyó la formación familiar, forjadora de los principios e ideales que lo acompañarían el resto de su vida.

Todos los hermanos se parecían, física y moralmente: el aire de familia y la bravura estaban en ellos bien determinados.

Las propias necesidades familiares condicionaron que la enseñanza quedase relegada a un segundo plano, aunque no por ello la educación. Antonio, como hermano mayor, tenía la responsabilidad del acarreo de mercancías hacia Santiago de Cuba, lo cual reportaba beneficios económicos.

El Che se entregó a la defensa de los ideales más justos y nobles del ser humano, con profundas convicciones. También se formó en un ambiente familiar donde imperaba el amor, la tranquilidad y el respeto.

Al amparo de los padres, que muy de cerca velaban sus pasos a causa del temprano padecimiento asmático, creció aquel niño, trasladándose constantemente de vivienda en busca de aires más favorables a su enfermedad.

Esta misma dificultad hizo que fuera con su madre con quien aprendiera las primeras letras.

Desde muy joven se caracterizó por su carácter rebelde, era arriesgado y audaz; con una voluntad espartana para sobreponerse a las limitaciones causadas por tal dolencia.

Sus sucesivos viajes por diversos países del continente americano contribuyeron a su enriquecimiento espiritual. Entrar en contacto con los enfermos, los pobres, los oprimidos..., le proporcionaron no solo importantes experiencias profesionales, sino también una sensibilidad hacia ellos, creando desde ya ese compromiso que lo haría definirse a sí mismo como un soldado de América.

Tanto Antonio Maceo como Ernesto Guevara tuvieron un significativo desempeño en la lucha armada: cada uno en su momento supo saldar la deuda que se contrae con la vida, cuando se decide que la libertad es el más puro y el primer derecho de todo hombre.

En diferentes escenarios se desarrolló su lucha, Maceo nunca salió de Cuba a combatir; el Che, quien vivió otro tiempo y otras circunstancias, comprendió que su compromiso estaba más allá de Cuba y cae luchando en suelo boliviano.

Así, a quienes separó el tiempo, la historia los une en el recuerdo y en el reconocimiento generalizado de haber sido, dentro de la extensa lista de combatientes cubanos, dos de los más descollantes y abnegados que ofrendaron su vida a la libertad.

Agencia Cubana de Noticias