Ha dicho el presidente del Parlamento, Luis Gonzales Posada que ningún organismo va a revisar lo que su institución hace, refiriéndose a una morisqueta inane llamada Acuerdo Nacional, entelequia que mantiene burócratas con el dinero de todos los peruanos. ¿Y por causa de qué calla cuando en Chile acaba su Senado de aprobar unánimente el TLC, disfrazado como Acuerdo de Libre Comercio o Acuerdo de Complementación Económica, con Perú –porque, obviamente, les conviene a ellos- luego que Diputados hiciera lo mismo, meses atrás? Por una razón formal muy simple: el Establo fue extraído como muela enferma, de discutir ese tratado internacional. Es decir ¡no existe, no sirve para absolutamente ninguna labor que le es connatural y como lo exige la Carta Magna! ¡Qué disparate y qué miseria la de este poder del Estado!

En el Congreso, no ha mucho, para competir con las comedias más hilarantes, se propuso que las faltas reiteradas y continuas de legisladores, les vacaba de modo automático. Cual colegio fiscal o particular, a algún estúpido inimitable se le ocurrió que aquello podría ser un correctivo ejemplar. La realidad dicta una triste sentencia: aunque el monumento del Establo está en la Plaza Bolívar, no existe, no sirve para nada y no contempla los temas esenciales del drama nacional. A menos que entre ellos se incluya el pago puntual de 120 burócratas cuasi ágrafos, semi-mudos y filo-envilecidos por la pseudo verdad que son o pretenden ser “los políticos que Perú necesita”.

Cuando el Congreso chileno, como son todos los acuerdos de su naturaleza en el mundo, solicite la conformidad de su par peruano, ¿qué ocurrirá? ¡Nada, porque el Establo no está en el asunto, es un fantasma triste que contempla su miseria sin pena ni gloria! Entonces, el Ejecutivo, con maña de trujimanes, expedirá alguna clase de aquiescencia para no entorpecer su pusilánime esclerosis de “cuerdas separadas”. Nadie podría quejarse de violación, si dice sí sirviente a los que vienen, especialmente del sur, a gozar de las sinecuras que les ofrecen los cipayos contemporáneos.

¿Qué hace la oposición? ¡Nada! No entiende el problema gravísimo. No se le ha ocurrido ¡siquiera! una acción de amparo con medida cautelar porque una situación así viola fundamentos tributarios, financieros de múltiple indole y la Constitución exige que el Congreso los apruebe como tales. En buena –mejor dicho, en mala- cuenta, a la oposición conmueve, con inteligencia de plazuela, el día 9 en que se ha programado un paro, pero no se pregunta con estrategia de campeones o talento lúcido: ¿y antes y después del paro qué?

De modo que cuando un agonizante presidente del Establo se muestra indignado porque alguien musita que sus adefesios sean examinados por otro adefesio de mayor calibre, hay derecho a preguntarse ¿por causa de qué Gonzales Posada guarda silencio cómplice y mañoso al votarse positivamente por un Congreso foráneo, un tratado que requerirá de la aprobación legislativa del otro país interviniente, en ese caso Perú? A esto se llama ¡traición! Pero nadie quiere darse por enterado en esta especie de país del jabonero, donde el que no cae resbala, con cerebros de argamasa que se solidifica pero ¡que no piensa, no imagina, no pelea y tampoco improvisa alamedas de dignidad revolucionarias!

¡Tomar a lo serio cosas del Perú! decía el prócer cívico Manuel González Prada. ¡Y tenía tantísima razón!

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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