En su libro, El poder de un símbolo patrio. Clave de la identidad e integridad, Julio César Rivera Dávalos (Editorial San Marcos EIRL, 2008 primera edición), consigna párrafos de alto contenido polémico. Leamos.
“Generalmente se suele admitir que los peruanos vivimos desunidos e indiferentes al bien común, a los valores o al respeto a la ley, a tal punto que vemos casi con normalidad hechos indebidos como la sustracción de recursos financieros públicos o privados u otros actos de corrupción, sin importar las consecuencias en el campo moral ni los perjuicios que dichos actos ocasionan. La falta de un proyecto nacional a mediano y largo plazo sería la expresión de lamentable realidad desde comienzos de la República, deplorable defecto que tiene una de sus más lamentables manifestaciones en la alarmante falta de atención a los urgentes problemas sociales, en los escandalosos actos de inmoralidad pública y el elevado índice de corrupción. Esta indiferencia de carácter sociopolítico es expresión de una sociedad resquebrajada a lo largo de su historia y que todavía no logra plasmar una identidad nacional, tampoco valorarse como seres humanos capaces de construir una nación fuerte y solidaria, por la ausencia de una calidad humana y el imperio de una estrechez mental en un gran sector de los peruanos que puede conducirnos a una sensación de impotencia y de frustración en la participación del quehacer nacional.
La indiferencia como fenómeno moral se da en todas las sociedades del mundo en unos más y otras menos, apreciándose que en los países subdesarrollados acontece con más énfasis, como en el caso del Perú, en el que se observa una actitud de indiferencia de la mayoría de los peruanos con los destinos superiores de la Patria, aun cuando se quieren dar razones aparentes para justificar tal conducta. Esta actitud usualmente dada en nuestro país, obedece a que permanentemente nos encontramos en una situación de subdesarrollo, no sólo colectivo sino hasta individual en muchos casos, desde los inicios de la República, lo que inexplicablemente se ve con normalidad y no se hace nada para superar esta situación, en razón a que no somos capaces de encontrar un punto de unión y comprensión, que posibilite ponernos de acuerdo, para adoptar un tipo de sistema sociopolítico con una continuidad que posibilite encontrar un punto de partida para edificar un bienestar social y económico, así como un carácter nacional con una integridad y una identidad factibles.
Tal incapaciad obedece a que no se ha producido una identificación sincera y real con la Patria y su destino, y si lo hubo más de una vez no pasaron de ser brotes e inquietudes patrióticas, que por falta de unión y comprensión entre los peruanos motivó a que cada gobierno de turno hiciera lo que le placía, so pretexto de argumentos aparentemente consistentes, por suponer que la gestión de su antecesor habría sido pésima, que requeriría cambios y reformas, dando lugar que a través del tiempo y la historia los gobiernos siempre se hayan ocupado más de hacer reformas y contrarreformas, truncando el poco avance o visión que pudieron tener gobiernos anteriores, aplicándose implícitamente a nivel gubernamental la política del palo encebado.
....La indiferencia en la idiosincracia de la mayoría de los peruanos, los condiciona a ser inertes e indolentes respecto a los problemas que los circundan menoscabando su autoestima, limitándolos a no comprometerse con la solución de los mismos; percibiéndose en ellos una tendencia hacia una conducta del facilismo y de un cortoplacismo en los políticos. Dicho fenómeno, indudablemente, tiene que ver con nuestro derrotero histórico, el cual no ha sido ajeno al episodio de la destrucción de la cultura tahuantinsuyana, conocida como la destrucción de las Indias durante la Conquista, con la imposición de una cultura foránea; y luego con el triunfo de la República criolla que nación dando la espalda a la cultura del Tahuantinsuyo y al propio pueblo subsistente a la postindependencia del yugo español”. (Ob. cit. pp. 33-34).
Bien vale la pena revisar esta lectura y discurrir por sus sugestivos retos. ¿Habrá llegado la hora de pulverizar esos ocios que nos reputan como un pueblo que no lee y que habla de oídas? ¡El desafío está planteado!
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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