Los cambios avanzan con rapidez y han comenzado a conformar un importante mercado, que es uno de los objetivos de las grandes corporaciones transnacionales. Lo que no está claro es cómo afectan estas operaciones el mundo de la cultura. Lo que importa no es el conocimiento sino los resultados financieros y empresariales, sin tomar en cuenta las consecuencias, ajd no aparecen en la agenda de discusión. En un año será posible descargar películas y documentales en el marco de un nuevo estilo de utilización de los recursos audiovisuales.

No se habla de las nuevas condiciones de operación que representa trabajar con las nuevas tecnologías. Hay que contar con la rapidez de circulación del conocimiento y su accesibilidad instantánea pese a la distancia virtual. Otro aspecto es la densidad de la acumulación de datos y referencias de cualquier fuente establecida. Antes, hasta hace unos cien años, el valor de la información, es decir, su durabilidad y capacidad de uso, tenían un margen de 25 años. Ahora no pasa de dos años. La búsqueda de fuentes viables podía distanciar los resultados, que ahora son casi inmediatos.

Para los jóvenes deslumbrados con las novedades estas cosas no cuentan. Para la mayor parte de los que trabajan con los nuevos medios las posibilidades son infinitas y están al alcance de la mano. Sólo se necesita imaginación y el dominio de la técnica, aún no suficientemente extendida ni al alcance de todos.

Que es la cultura

Existe una dimensión de la cultura que va más allá de la suma de conocimientos, incluidos los íconos y símbolos, la lectura o las imágenes en movimiento. Ahora a esta representación se añade otro elemento, como es la rapidez, el intercambio masivo y la capacidad de interlocución. Es decir, las facilidades que aportan las nuevas tecnologías en términos de acumulación y alcance, procesamiento y capacidad de memoria. Pero, ¿cómo puede saberse su dirección y efectos sobre la ecología del conocimiento? Esto puede hacerse muy difícil si se tiene en cuenta el número creciente de usuarios de Internet, su dedicación a la práctica del sistema, que en algunos casos llega a seis horas diarias, convirtiéndose en adicción.

Lo peor es qué tipo de intercambio se produce y esto sí se ha podido comprobar debido a la naturaleza de la circulación de mensajes. Se ha podido confirmar que cerca de un 80 al 90% del tiempo de uso está ocupado por el entretenimiento, de modo tal que una vez considerado el tiempo de máquina dedicado a las películas y la música, queda muy poco para los intercambios personales e incluso para rastrear la publicidad comercial o la venta de todo tipo de producto. ¿Qué cultura, de qué tipo, se crea por esta vía, incrementada ahora por el teléfono celular, que cada vez asume un mayor número de funciones, incluso “bajar” filmes y la última onda musical.

Habría que preguntar a quien interesa indagar el efecto de estos problemas, cada vez más visibles. Lo que parece interesar es poner el dedo en el pastel de la tecnología y ejercer el poder de acción y decisión que trae el acceso al mundo digital. Si va a terminar en catástrofe o libertinaje con la posibilidad de que todos hagan y decidan lo que quieran, sin límites de ningún tipo, es algo que no está en la agenda de las preocupaciones sociales.

Creemos que un poco de orden será útil para evitar el caos y sacar mayor provecho de Internet, sobre todo teniendo en cuenta la ofensiva disparidad que se está creando entre los diversos países y las clases que explotan estos medios. Sobre todo, bajar los humos de muchos “bloguers” que creen que el universo gira alrededor de su ombligo y que de su intervención depende el equilibrio del mundo. Creemos que hace falta mucha modestia y humildad para lidiar con el mundo que nos espera. Y también pensar de modo constructivo para ayudar a que el avance del saber sea multiplicador de beneficios y capacidades y no todo lo contrario. ¿Será posible lograrlo?.

(*) Nota publicada en http://www.cubarte.cult.cu/