¡No, no se alarme, no se ha vuelto a casar la ministra del Interior, Mercedes Cabanillas! Pero, según la Agencia Andina, ella nos ha revelado muy sorprendentes circunstancias:

“….consideró que en la zona del Valle de los Ríos Apurímac y Ene (VRAE) se debe impulsar el desarrollo económico y social, con el fin de mejorar las condiciones de vida de la población y el combatir el flagelo del narcotráfico y el terrorismo.

Dijo que esa zona del país también se necesita una atención integral, ya que en ese lugar la población convive con narcoterroristas. El enfoque es integral no sólo está un contingente de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional en lo que les corresponde, sino que es fundamental que se apueste por el desarrollo social y económico”.

Las verdades de Perogrullo (verdades que por sabidas, son tontería y simplezas, decirlas; según el mataburro) en boca de la ministra Cabanillas y sobre un tema tan sensible pudiera parecer a cualquier observador no peruano como la demostración más efectiva que el país cuenta con idiotas puros en cantidades exportables.

Acaso el mayor descubrimiento sociológico de tan sugestivas frases ministeriales lo constituya el facto que el desarrollo social y económico es una lotería que admite apuestas de todo calibre. Así como podemos “apostar” por ese camino, es lícito hacerlo por mantener o involucionar y terminar de traer abajo a la patria. La lógica funciona hacia todos los sentidos.

¿Será necesario que la ministra Cabanillas hable menos y haga más? Para pronunciar tantas perogrulladas, distrayendo valioso tiempo a su quehacer urgentísimo en el campo y donde las papas queman (ante las cámaras pareciera gozar hasta el deleite y no se achicharra hasta ahora), bastaría con boletines informativos enviados por correo electrónico. A menos que la señora de marras tenga la irrisoria pretensión que su imagen infunde confianza cuando en los escenarios reales hay violencia, injusticia, atraso, como ella misma ha dicho de manera dramática.

¿Avanza más un ministro o funcionario, cualesquiera que fuese, cuanto más aparece ante los miedos de comunicación? Con ese criterio debiéramos a la fecha compendiar ya resultados formidables en Interior porque la titular de la cartera aparece cada vez que puede en público. Y casi siempre diciendo perogrulladas, verdades que de puro sabidas, devienen simplonas. ¿No hay quién le sugiera algo sobre este particular a doña Mercedes?

No es la única. Anunciando TLCs al por mayor, la señora Mercedes Aráoz tiene antigua foja ante la televisión. ¿No se da cuenta que algún día un Congreso libre, digno, no esbirro ni cómplice, la comprenderá en la investigación –y sanción ejemplar- sobre la extraña maroma que significa haberle obliterado en el firmado con Chile? ¿o el más reciente con China, también escamoteado al Establo?

No sería mala idea impulsar reglamentaciones estrictas sobre el desempeño de los ministros y que ¡sólo una vez al mes! pudieran dar cuenta en público del cumplimiento de sus labores. Yugularíamos, ipso facto, apetitos, vanidades, carreras presidenciales hechas con el dinero del contribuyente y aprenderíamos a juzgar el sillón ministerial como ara y no pedestal de ilegítimas angurrias cuando se lo hace con fondos del erario nacional. ¿Cómo puede vivir un país matrimoniado con los humores de quienes ocupan responsabilidades no por afán de servicio sino de rédito e imagen? ¡Abajo los y las demagogas!

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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