Por: Alberto Maldonado S.

Con mayor énfasis, a día seguido de la asunción de Barak Obama al poder político (enero 20/2009), desde espacios informativos y de opinión, los autodenominados analistas de los principales medios de comunicación del sistema han insistido en que el nuevo jefe de Estado de la potencia más descomunal de la tierra (EE.UU.) "no irá, NO PODRÁ IR" muy lejos, en sus propósitos de cambio, si es que los tiene.

La confusión nace en la propia y muy numerosa población negra norteamericana y, desde luego, en nuestros países tercer mundistas, en los cuales la población cobriza (mestiza) es sin lugar a duda ampliamente mayoritaria frente a grupos étnicos blancos o supuestamente blancos, indígenas, que han logrado el verdadero milagro de subsistencia (con costumbres, lengua, tradiciones) a pesar de la despiadada conquista ibérica (española y portuguesa). En todos estos sectores, se ha formado el criterio de que basta que una persona tenga su piel obscura o cobriza, de hecho y sin discusión ya es un revolucionario en potencia, o en el peor de los casos, un hombre de izquierda.

El caso Obama.


La dolorosa historia reciente de la población negra en los EE.UU. nos recuerda que, hasta los años 60 – 70 del siglo XX (es decir, hasta hace 40 ó 50 años) el racismo de blanco-anglosajones contra negros afroamericanos era muy visible y se expresaba de manera violenta (los asesinatos de Martin Luther King, de Malcolm X) en escuelas, colegios, buses del servicio público, bares, restaurantes., etc. Los negros (ahora los latinos) eran discriminados en todo (en educación, en salud, en remuneraciones por el trabajo, en vivienda, en vestido) por lo que la elección presidencial de un negro-mestizo (porque es hijo de una blanca con un negro), Barak Obama, es por sí misma una auténtica revolución, algo impensable hasta ahora.

Este solo hecho demuestra que la sociedad norteamericana está despertando a los tiempos que vivimos; que ya no es la sociedad pacata de gringos blancos que estimaban que, por la gracia de dios y del capitalismo, habían nacido para mandar, para ser presidentes, senadores, alcaldes, gobernadores, empresarios, millonarios y supermillonarios, invasores. Desde este punto de vista, la sola elección de este nuevo Presidente es sinónimo de cambio, de que algo le está pasando a la sociedad racista norteamericana.

Pero, como decía un comentarista estadounidense, el problema es que “Bush se fue, Obama llegó, pero el imperialismo sigue ahí”, un poco debilitado por la crisis económica que está pasando pero todavía fuerte y poderoso, dueño de vidas y haciendas, invadiendo países donde hay bastante petróleo o dejando que su consentido (Israel) asesine y hiera a sangre fría a más de 6 mil palestinos, a pretexto de que son agredidos por los cohetes caseros de los “terroristas de Hamas”.
Barak Obama ya está en la Casa Blanca con su mujer, descendiente de esclavos del sur, y sus dos hijas. Y lo primero que ha hecho es tomar medidas para acabar con la sombría prisión de Guantánamo, ponerles límites a los latisueldos de funcionarios de la Casa Blanca y prohibir la tortura como método de investigación policial o de seguridad nacional. En cambio, no solo que se ha abstenido de condenar a los genocidas israelitas por la masacre contra los palestinos de Gaza, sino que ha pretendido justificarla con el cuento de “¿usted qué haría si el vecino le lanza cohetes y piedras a su casa?” Y también ha repetido “los peros” contra Hugo Chávez de Venezuela y su revolución bolivariana, en idénticos términos a los de Bush, de quien se supone que quiere distanciarse.

¿Hasta dónde llegará el primer Presidente Negro de Estados Unidos con sus reformas? Los más optimistas aseguran que “poco a poco” irá más lejos de lo que se supone. Los pesimistas predicen que los aires renovadores de Barak se quedarán en eso, en aires, en burbujas; porque ni Obama es un hombre de izquierda (máximo es liberal, según el escalafón USA) ni el imperio (que se ha quedado con todas sus manías y estructuras) le permitirá que lo intente.

En cualquier caso, la equivocación está en que porque Obama es medio negro, ya es un revolucionario; qué digo, un reformador, un ser humano.

Anticipa ya que saldrá “con honor” de Irak. Si el señor Bush hubiese tenido dos dedos de frente, jamás se hubiese metido en semejante tarea. Parte del descalabro económico del imperio se lo debe precisamente a la invasión de Irak, que ya le va costando al contribuyente americano (del presente y del futuro) la bicoca de un billón de dólares (un millón de millones, una cifra alucinante).

En cuanto a Afganistán, el nuevo emperador negro ha prometido enviar más tropas yanquis, hasta lograr “una transformación democrática” de ese antiguo país tribal. ¿Por qué Obama no da igual tratamiento a Afganistán que a Irak?

Con Cuba, los propósitos de cambio no son ni siquiera concordantes con la Asamblea General de la ONU, que, por décimoséptima vez y por amplísima votación, condenó el criminal bloqueo y exige que el imperio lo levante. Apenas si se propone “aliviar” la situación dejando sin efecto la prohibición de que cubanos o sus familias que viven en USA (principalmente en Miami) puedan visitar a sus familiares en Cuba, cuantas veces puedan o les dé la gana, o puedan remitir sus remesas a la isla, como lo hacen desde siempre los emigrados de otros países del mundo. Muchos creen que “a futuro” Obama levantará el criminal bloqueo y se entenderá con el gobierno revolucionario de la isla, siempre y cuando pueda “conciliar o bloquear” esa mafia cubano - norteamericana que domina Miami y que recibe anualmente suculentas partidas presupuestarias, a título de “liberar la isla” algún día.

Y eso es todo; el Barak Obama revolucionario no existe. El Obama reformador y honesto, como que quiere manifestarse; pero habrá que ver hasta dónde llega o le dejan llegar.

Tampoco hay que olvidar que Obama tiene “antecedentes” de negros y negras que han sido iguales o peores que los blancos, en cuanto al carácter imperialista se refiere. La tal Condoleza Rice (arroz, en castellano) que las ofició nada menos que de Secretaria de Estado (Canciller) de Bush, siendo ella más negra que el Presidente Obama, demostró, en los hechos, lo que puede hacer e imponer una negra fascista e imperialista en el poder.