Por: Tatiana Carcelén

Nuestro país tiene una ubicación geográfica privilegiada, al encontrarse en plena línea equinoccial, específicamente en el llamado ‘Valle de la Mitad del Mundo’, que es una región constituida por las comunidades de Tanlagua, Rumicucho, San Antonio, Caspigasí, Pululahua y Calacalí.

Este hecho ha llamado la atención de científicos e investigadores nacionales y extranjeros desde varias épocas atrás, como en los casos de las Misiones Geodésicas Francesas del siglo 18, estudios realizados por Luciano Andrade Marín (historiador y geógrafo), Misael Acosta Solís (botánico), Humberto Vera (profesor), Eduardo Almeida Reyes (arqueólogo), hasta la actualidad con el Proyecto Quitsato, cuyos representantes han determinado la importancia de estos sitios arqueológicos como base de la identidad cultural de los ecuatorianos.

Hoy estos hermosos lugares se han visto amenazados de la manera más descarada, por parte de personas particulares y empresas privadas, que con la finalidad de llenar sus bolsillos de dinero y sin tomar conciencia del grave daño que se está ocasionando a la comunidad, buscan destruir estos sitios para transformarlos en canteras, bases de antenas de las operadoras móviles, carreteras e incluso fábricas de ladrillos. Todo esto a vista y paciencia de las autoridades del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), quienes en lugar de salvaguardar y proteger estos sitios excepcionales, como es su deber, en muchos de los casos han autorizado dichas construcciones, violando varios artículos de la Constitución y de la Ley de Patrimonio Cultural.

Uno de los casos es el del Monte Catequilla, ubicado en San Antonio de Pichincha, que a pesar de estar dentro del listado del INPC como uno de los patrimonios culturales, por su posicionamiento geográfico exactamente en la latitud cero, hoy es explotado como una cantera, y en la cima donde hay un asentamiento arqueológico se está construyendo un monumento con concreto, borrando así la evidencia que dejaron nuestros antepasados.

Cristóbal Cobo Arízaga, director del Proyecto Quitsato, afirma que: “Al denunciar este indignante acto, ante el INPC, nos enteramos que fue esta misma entidad quien concedió el permiso de construcción para un monumento moderno en el lugar”.

Actitud que no es correcta pues, “al comprender como habitantes de la Mitad del Mundo, que esta región es el centro generador de nuestra historia e identidad , siempre debió ser un sitio de protección y conservación, donde la cultura y la ciencia tengan su espacio de desarrollo y donde el turismo sea la industria generadora de ingresos económicos que satisfaga las necesidades de sus habitantes, con progreso y equilibrio”, señala Cobo, ya que además de atentar contra la identidad cultural de los ecuatorianos, también genera daños graves al medio ambiente.

A pesar del silencio del sector académico, la comunidad continúa sin desvanecer su lucha, con propuestas concretas y justas: “Como ciudadanos ecuatorianos tenemos el derecho de exigir la protección y conservación de nuestro Patrimonio Cultural, por eso demandamos, que se enmiende el daño a este sitio arqueológico, y también se le de la sanción correspondiente con el proceso penal que ampara la ley del Patrimonio Cultural, que se expropie el terreno del sitio arqueológico, y que su administración e investigación pase a manos de las personas que se han ganado el derecho de protegerlo, cuidarlo, salvaguardarlo y darlo a conocer culturalmente: los guías nativos de San Antonio,quienes por derecho, son los propietarios ancestrales del sitio. Garantizamos a la ciudadanía que no existen personas más indicadas para velar por este lugar y nuestra identidad cultural. También demandamos la clausura inmediata y definitiva de las canteras, con la creación del Museo Nacional del uso de la lítica en el Ecuador, para así dar otra alternativa sostenible a las familias que ahora viven de las canteras”, finaliza.