¿Cree alguien en su sano juicio que el siervo que firma la Resolución de Secretaría General de número 033-2009-SG-PAP, y que mantiene la infame expulsión del Partido Aprista de Luis Alberto Salgado y “demanda” ahora “que se tomen las acciones que correspondan” -¿apaleamientos, disparos, vejaciones, qué?- hace las cosas por sí mismo? ¡De ninguna manera! Nada hay allí que escape al diktat, ordenanza o grito de su presidente Alan García. La flagrante violación de los derechos humanos de una persona, acaba de confirmarse con ribetes particularmente escandolosos.

Hace muy pocos días, sin siquiera la sospecha que la estulticia iba a presentarse en el largo fin de semana, escribí el 6-10-2009:

“¡Partidos violan derechos humanos!
http://www.voltairenet.org/article162394.html?var_mode=calcul

¿Qué ocurre cuando a un dirigente político, poco o nada simpático a la cúpula de su movimiento, se le expulsa con obvia y escandalosa burla al debido proceso, no se escuchan sus alegatos, se desoye el clamor interno por democracia y, para colmo de males, los que aplican la medida draconiana vacaron en la legitimidad de su mandato con exceso y descaro? ¿son acaso las violaciones de derechos humanos en los partidos cosa rara o insólita? ¡De ninguna manera! Por el contrario son moneda corriente, frente a la cual, casi no hay protesta, aparte de la esgrimida por los afectados. La conclusión es inevitable: ¿los derechos humanos al interior de las colectividades políticas son de segunda o tercera clase?

En Perú puede llover para arriba, entonces, como la expulsión inverosímil, con prescindencia de cualquier testimonio del supuesto responsable de inconductas, como es el caso de Luis Alberto Salgado en el Apra, podría soliviantar masas a las que se teme, entonces, se inventa otro recurso, igual de callejón, indigno pero eficaz: se niega la militancia de cinco décadas a otro protagonista, Jesús Guzmán Gallardo y se le recorta cualquier ejercicio partidario. Ambas personas tienen en común el pertenecer a la agrupación que otrora fuera esperanza de los pobres del Perú y de cuyo supuesto soporte depende el ejercicio gubernamental desde Palacio.”

No hay que ser analista político o demasiado zahorí para darse cuenta que cuando se otorga licencia para “que se tomen las acciones que correspondan” se abren las puertas de violencia con desparpajo y se anuncia que Luis Alberto Salgado podrá ser agredido, abaleado, apaleado, insultado, vejado en mil y un formas “por los órganos partidarios”. ¿Tanto miedo les produce la postura rectilínea, de principios que enarbola LAS? Con esa lógica delincuencial no hay que descartar que a Jesús Guzmán Gallardo, que ya conoce de antaño cómo y de qué manera los apaleamientos son “acciones disuasivas”, también le suelten los perros o los Tiros Locos.

¿No se da cuenta el periodismo, las ONGs que dicen defender los derechos humanos, pero que callan con mudez oprobiosa frente a las circunstancias, los intelectuales, la sociedad en su conjunto, cómo es que se están franqueando las puertas para que todos los monreros y criminales hagan de las suyas en nombre de ideologías que desconocen, comportamientos históricos que jamás han leído y sólo para el goce efímero de unos cuantos chacales y buitres que han llevado a la decadencia casi irreversible a lo que otrora fue la gran esperanza popular y revolucionaria del Perú, el Partido Aprista? Hasta los profesionales del odio anti-aprista se aperciben que sólo hay cascarón pero su ineptitud de armar caminos alternativos les junta en la inacción para posibilitar este nadir inverosímil.

El tema no camina, de ninguna manera, como nos quieren hacer creer los abogados, en carriles jurídicos. ¡Es un asunto de sentido común, de conciencia patriótica frente a situaciones sumamente difíciles en el frente externo, y de profunda limpieza en la ejecutoria pública! ¡Precisamente! Los que necesitan conservar puestos de favor, negocios sucios y coimas millonarias que efimeramente han conseguido en estos años, se agarran con uñas y dientes del gazapo y sus respuestas siempre serán sistemáticas, represoras, mediocres.

Esa tara que es la hipocresía y que forma parte del ADN social peruano no basta para blanquear cuanto está sucediendo frente a nuestras narices y con aviesa permisividad de tirios y troyanos. Anoté en Hipocresía: madrastra y tutora http://www.voltairenet.org/article152809.html, el 7-11-2007 que:

“La hipocresía, madre y maestra inconveniente y hasta enemiga, recaló en Perú, se metió en su alma colectiva y no hay organismo que pueda escapar a su influjo nocivo, canceroso, auto-destructor. Se es tan hipócrita en Perú que ni siquiera se admite la peligrosidad involutiva a que nos está llevando el fenómeno disolvente. Y, por cierto, para alegría de otros que adquieren barato, muy barato a los indignos que siempre ruegan porque los compren. ¡Allá ellos!

Recordemos con González Prada:

“Porque en todas las instituciones nacionales y en todos los ramos de la administración pública sucede lo mismo que en el Parlamento: los reverendísimos, los excelentísimos, los ilustrísimos y los useseñorías valen tanto como los honorables. Aquí ninguno vive su vida verdadera, que todos hacen su papel en la gran farsa. El sabio no es tal sabio; el rico, tal rico; el héroe, tal héroe; el católico, tal católico; ni el librepensador, tal librepensador. Quizá los hombres no son tales hombres ni las mujeres son tales mujeres. Sin embargo, no faltan personas graves que toman a lo serio las cosas. ¡Tomar a lo serio cosas del Perú!

Esto no es república sino mojiganga.”

Si algo ocurre contra Luis Alberto Salgado o Jesús Guzmán Gallardo o contra cualquier ciudadano que invoque sus derechos cívicos, políticos y humanos al interior del Partido Aprista, basta con recordar la resolución que comentamos como una página infame y a cuyo firmante sólo puede otorgársele desprecio categórico.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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