Sesenta y cinco años después de la decisión oficial norteamericana de hacer estallar bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, y de inaugurada la llamada “era nuclear”, el peligro de destrucción de la humanidad mediante tales artefactos sigue siendo posibilidad cierta.
En épocas cercanas, cuando aún existía la Unión Soviética, el tema del desarme era comidilla diaria en toda la prensa. Sin embargo, la preocupación por los arsenales nucleares pareció ceder espacios públicos luego de la desaparición de la superpotencia socialista, aunque ha persistido como irresistible espacio de operaciones para aquellos que en Washington aspiran a convertirse en ombligo del mundo.
De hecho, la Casa Blanca ha insistido todos estos años, entre otros programas bélicos, en procurarse artilugios como el llamado “escudo antimisiles”, capaz de brindarle la capacidad de propinar un primer golpe nuclear sin el riesgo de respuesta enemiga.
Y precisamente la insistencia en ese particular provocó el retraso en casi cinco meses de la firma de un segundo acuerdo de limitación de arsenales atómicos con Rusia, cuya primera versión caducó en diciembre último.
En el terreno de las armas nucleares Washington tiene su propia cartilla. De hecho hoy el equipo norteamericano de gobierno insiste en reducir arsenales, pero no habla palabra alguna sobre eliminar definitivamente el riesgo que representan las armas atómicas.
Al propio tiempo agita los fantasmas del terrorismo para obstaculizar el acceso de los estados soberanos al uso del átomo, pero se cuida de demandar de Israel que se adhiera a los acuerdos internacionales sobre armas atómicas, a las cuales el régimen sionista accedió hace muchos años precisamente con plena ayuda norteamericana y del resto de occidente.
Todas estas contradicciones presentes en la actuación oficial norteamericana en materia de armas nucleares, fueron denunciadas por Cuba en las recientes sesiones de la ONU sobre el riesgo de conflicto atómico.
La delegación de la mayor de las Antillas recordó que hoy las naciones poseedoras del arma nuclear almacenan más de 23 mil artefactos, de los cuales 12 mil están listos para ser utilizados de inmediato, lo cual equivaldría a aniquilar el planeta varias veces.
De manera que el peligro de hecatombe atómica es realidad tangible en la escena internacional y, al parecer, algunos de quienes tienen en sus manos semejante poder destructor persisten en la idea de aquellos quienes, seis décadas y media atrás, iniciaron la loca carrera del chantaje atómico como pretendido ascenso al poder global.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter