por Jesús Guzmán Gallardo; jeguzga@hotmail.com

Hemos recordado, el 1º de noviembre, el natalicio de uno de los más grandes líderes del aprismo y de la democracia peruana: Manuel Seoane Corrales.

Revolucionario a carta cabal y orador de polendas, parlamentario sin par, de lujo y, sobre todo, consecuente con la doctrina que abrazó con transparencia desde los días aurorales del APRA.

Fue virtualmente empujado a alejarse del Partido Aprista por obra de quienes, como ahora, tienen señalado interés más en la prebenda y la dádiva de los poderosos, que en el sostenimiento de un ideal que reclama siempre sacrificios y privaciones.

Señor de vida austera y de magnífica cultura al servicio de la causa del pueblo, ejerció esa docencia política que en la actualidad se extraña, cuando su ausencia agiganta su figura y contrasta con la sombra pigmea de enanos que pretenden ser grandes en el Apra, sin ostentar el mínimo de requisitos de los que merecen encontrar la gloria. Son apenas escombros humanos que la historia desdeñará y excretará, a lo sumo, hacia el basurero de la misma.

Ese infinito dolor de tener que alejarse del movimiento que ayudó a conducir con valentía y honestidad, aceleró su muerte acaecida el 10 de setiembre de 1963.

Fue bautizado Manuel Seoane como “El Cachorro” por la sabiduría del pueblo que lo amó, desde el calor de las multitudes, en la convicción de que era el llamado a suceder a Víctor Raúl en la dirección del Partido, pero la envidia, ignorancia y necedad pudieron más en sus nefastos y pérfidos propósitos, yugulando al aprismo de contar con el más valioso de sus dirigentes.

Siendo adolescente, asistí a sus exequias, que fueron demostración multitudinaria y sentida al compás de la Marcha a los Caídos, que se entonó con indescriptible sentimiento de dolor sólo igualable al expresado por la muerte de Haya de la Torre el 2 de agosto de 1979.

Me siento tentado de seguir escribiendo muchas páginas sobre la personalidad y biografia de este gran aprista, anhelo que me reservo para otra oportunidad en la que pueda, a su vez, señalar el mayestático significado de sus escritos como de sus intervenciones, polémicas y conferencias cargadas de afirmación, derrotero y esperanza.

Transcribo en esta oportunidad el Memorándum que Seoane enviara a la dirección del Partido Aprista el 26 de setiembre de 1962, casi un año antes de su súbito fallecimiento, en contexto muy parecido al de nuestros días y en el cual se encuentran inmersos sus ilegales y felones dirigentes. Innecesario decir que entonces la calidad mayoritaria y de escuela política superaban, con creces, a la inmundicia traidora contemporánea.

El documento me inhibe de mayores comentarios, y estoy cierto de la seguridad que es el mejor acero candente que herirá las conciencias tenebrosas de los proditores de hoy. El texto es fiel transcripción que figura en la obra “El Sectario” escrito por Luis Felipe de las Casas en 1981.

Memorándum
26 de setiembre de 1962

1.- La Comisión Política –con cuatro presidentes también– debe ser un organismo consultivo, según el Estatuto del Partido. No abundan los ejemplos sobre la efectividad de esta misión asesora. En general el jefe del partido o el secretario del CEN, a veces obligado por las circunstancias y otras no, se pronuncian según su propia inspiración. Es, por tanto, un organismo nominal.

2.- El Local Central del Partido se utilizó – contra la opinión del Sindicato de Abogados Apristas – para realizar inscripciones electorales que dieron margen a un proceso judicial. Este acto irresponsable desencadenó una ruda campaña en contra nuestra y fue el eslabón de la cadena de hechos que produjeron el golpe militar, y que le han costado al Partido la pérdida del poder. Ni siquiera se ha abierto investigación para determinar a los culpables y sancionarlos. El acto punible permanece impune.

3.- Vuelven a producirse movimientos de aproximación a fuerzas políticas retardatarias, representativas del rezago y primitivismo político, en especial la Unión Odriísta. Si ayer, frente a la amenaza del golpe, el amargo paso fue casi impuesto por los hechos, hoy no existe ningún justificativo de entendimiento con el dictador que más persiguió al Partido. En tanto la UNO alardea de su antiaprismo genérico y en particular su rechazo al Jefe del Partido, el aprismo formula declaraciones complacientes, sin explicar cómo se produjo la renuncia de Haya de la Torre, y sin marcar las barreras que distinguen y separan a ambos movimientos.

4.- Quizá por la intervención plural y autónoma de sus varios colaboradores, La Tribuna no juega el papel director que le corresponde en las circunstancias. Ensancha en vez de acortar, el abismo que separa al Partido de las Fuerzas Armadas. La única valla entre el aprismo y el poder es esta injusta y errada incomprensión. La necesaria actitud constitucionalista opositora no debe llevar a un antimilitarismo indiscriminado, que está fortificando, en las FF.AA., un espíritu de cuerpo decididamente hostil al Partido.

5.- Se ha lanzado de hecho, la candidatura del Jefe del Partido a la Presidencia de la República, sin reunión de la Comisión Política, sin aprobación del CEN, sin voto de Convención o Congreso. Esta actitud evidencia el nominalismo de las instituciones partidarias, rebasadas, de facto, por quienes usan su voluntad de imposición, creando hechos consumados.

6.- En las actuales circunstancias, lanzar a Haya de la Torre como candidato presidencial es enviarlo o exponerlo a un fracaso, que no se merece el Jefe del Partido a esta altura de su vida y su prestigio. En 1962 obtuvo sólo un tercio de los votos con posiciones políticas favorables, arrastrando la corriente que siempre acompaña al favorito, sin resistencia enconada de las autoridades, etc. Esta es una realidad. En 1963 se luchará contra la influencia del gobierno, contra el temor de la gente, y con la difundida convicción de que su victoria engendraría un nuevo golpe militar. ¿Cómo vencer la resistencia implícita de quienes diciendo “a Haya no lo dejan subir los militares”, votarán por otro candidato, deseosos de certidumbre y de seguridad?

7.- Si se produjera la victoria de la candidatura de Haya, volvería a plantearse el problema de 1962. Habría fuerte opinión apasionada adversa, de carácter civil. Y la abierta negativa a entregar el poder de parte de esta Junta Militar, que habiéndose formado en su contra, no se entregaría indefensa ante su víctima, o de otra Junta que engendrarían las circunstancias. Es un error político no sopesar la oposición militar o ponerle retóricas románticas, y no aminorar esta eventualidad, dejándola crecer, al contrario, con sucesivos hierros psicológicos. Tal insistencia comporta, realistamente, frente a los deberes con el pueblo, abrir involuntaria y paradójicamente las puertas al retorno o la perpetuación del militarismo en el poder, con todas las penosas consecuencias del sacrificio para el desarrollo democrático, social y económico del Perú.

8.- La revolución cubana se ha desviado y el imperialismo chino–soviético, ha convertido la isla en una base. Se impone, obviamente, una política defensiva, de acuerdo con los Tratados Internacionales. Pero una política de intervención bélica individual o colectiva, es otra cosa. Nuestro pueblo rechaza sentimentalmente la idea de enviar soldados peruanos a combatir en Cuba y condenaría una guerra contra ella, no provocada. Además, necesitando en el Perú cambios profundos que pueden afectar el egoísmo o la voracidad de grandes empresas norteamericanas establecidas en el país, es sentar un precedente, peligroso y funesto, auspiciar o sostener, por el Partido, que corresponde a una intervención armada en Cuba, pues, en cualquier emergencia de tensión social, podría invocársele.

9.- El anticomunismo aprista data del origen del Partido, y fue siempre una expresión de discrepancia ideológica en amparo de las libertades del hombre y de su dignidad, el aprismo combate al comunismo, lo hace en apoyo de los pobres y de su opción a construir una sociedad justa sin menoscabo de sus derechos. No puede pues homologarse con el anticomunismo de los ricos en terca y codiciosa defensa del injusto estado social presente. La campaña anticomunista indiscriminada dio efectos contrarios en las elecciones de 1962. Quienes desconfiaron de su veracidad, no votaron por el Partido, y quienes se impresionaron con ella, votaron por Odría, estimando que un militar es la mejor defensa contra los rojos.

10.- Es, además, contraproducente y nocivo que, luego de proclamar un anticomunismo intransigente, se auspicie o permita, dentro del campo universitario, una alianza tácita o expresa con grupos comunistas.

11.- Se ha otorgado responsabilidades directivas, en altos organismos del Partido, sin cautelar en varios casos, el prestigio moral del movimiento. Así mismo no se ha respetado disposiciones sobre antigüedad para el ejercicio de determinados cargos. En su espíritu y en su letra, el Estatuto ha sido vulnerado.

12.- Es dañina, social y políticamente, la actitud silenciosa o ambigua del Partido frente a los problemas económicos y sociales más tensos del país. Es un error no precisar con claridad la posición renovadora distinta, creadora, de lucha y de izquierda, que el Partido debe adoptar. Una estrategia reptante y melosa, puede hacer que atrape adversarios e incautos. Pero no caudalosa y fuerte, capaz de crear la voluntad de transformación que las necesidades del país demandan.

Manuel Seoane