por René Flores ; rflores@terra.com.pe

7-3-2011

Sorprende cómo, personalidades del mundo de la “intelligenzia” nacional traten con tanta frivolidad y avalen los sinsentidos del movimiento gay organizado. Para subrayar su yo liberal y moderno van a contrapelo de los conocimientos científicos alcanzados en las últimas décadas sobre la homosexualidad. También de lo que constatan a diario, siente y piensa la gente de todos los estratos sociales y profesionales cuando tiene que ser testigo de las irreverencias e irritantes exigencias de estos grupos.

La homofobia significó el miedo, fastidio, cólera, incomodidad y aversión que las personas experimentaban al tratar con personas gay; pero también, en un sentido más amplio, se entendió como un sistema de creencias que enmarcaría ciertos mitos y estereotipos acerca de los homosexuales.

El término ha perdido exactitud, y no es capaz de distinguir entre una respuesta intelectual y otra emocional. Así, una persona puede ser respetuosa de los derechos civiles de los homosexuales, pero reaccionar negativamente si hay ocasión de una interacción social cercana. Se ha propuesto por eso un término que traduzca la coincidencia de las dos situaciones: el "homonegativismo".

El menor disgusto de la población frente a las lesbianas, pudiera explicarse porque éstas estarían adoptando un rol masculino, que es mejor valorado, tal como se refleja en los apelativos "butch and dyke", con que se nombra a las mujeres homosexuales.

En oposición a las exageraciones del significado que empezó a atribuirse al término homofobia en el marco de la explotación política de la condición homosexual, apareció su contraparte, la heterofobia, término usado para referirse al prejuicio o discriminación, inversa a la homofobia, frente a los heterosexuales por parte de la población homosexual o bisexual.

Rosik, 2001, en su revisión de la terapia dirigida a personas homosexuales se refiere brevemente a la homofobia. Señala acertadamente que las definiciones de la misma tienden a mezclar aspectos prescriptivos, morales y valorativos con otros descriptivos, emocionales y conductuales. Es así como la homofobia frecuentemente funciona como un concepto de carácter moral, más que encerrar una descripción científica .

Historia

El primer concepto de homofobia ha sido objeto con los años de varias formulaciones y desagregados que determinan diferentes formas de entenderla.

Imaginada por el psicólogo George Weinberg, quien a raíz de su propia experiencia con la negativa actitud frente a homosexuales conocidos suyos, empezó a usar el término a mediados de los años 60. El desarrollo de la idea ha sido diverso y, Berkman y Zinberg, 1997, afirman que las actitudes negativas hacia la homosexualidad se dan en un continuo de homofobia a heterosexismo, noción que veremos luego.

El psicólogo norteamericano Herek, 2004, muchas de cuyas ideas seguimos a continuación –y es probablemente el autor que más se ha ocupado de este asunto– cuando revisa el desarrollo del concepto, empieza diciendo que la década de los 70 fue marcada por dos situaciones que tuvieron profundas consecuencias respecto a la idea de la orientación sexual: una muy conocida y la otra no tanto.

La primera habría sido la desclasificación por la Asociación Psiquiátrica Americana, en 1973, de la homosexualidad de su Manual de desórdenes mentales y emocionales. La segunda, dice, fue la introducción del término "homofobia" en 1972 por Weinberg, cuestionando que la homosexualidad sea un "problema" psiquiátrico.

Lo destacado sería que Weinberg le puso nombre a la hostilidad, contribuyó a su percepción como una cuestión social y dio además un arma muy importante, diríamos, a los defensores de la homosexualidad, que la conciben como una variante más de la conducta. El término ha servido de modelo para la denominación de actitudes negativas frente a otras conductas sexuales: lesbofobia, bifobia, transfobia, héterofobia y biofobia, esta última entendida como el temor a las explicaciones biológicas de la conducta, por parte de los grupos feministas.

Observa, Herek, que el sufijo fobia no era solamente miedo, en la definición de fobia en el sistema DSM de la época de Weinberg. Remarca que la reacción emocional homofóbica, a diferencia de una verdadera fobia, no es de ansiedad sino de cólera y suma otras diferencias entre fobia y homofobia. En el primer caso, fobia, la reacción es considerada excesiva por la misma persona, se evita el objeto fóbico y desde luego no forma parte de una agenda política, aparte que los sujetos afectados están deseosos de superar el problema.

En la homofobia, por el contrario, la persona cree justificada su cólera, la conducta puede ser de evitación pero también es de agresión; algunas veces se integra un programa político (lo mismo en el caso de los homosexuales, objeto del rechazo); y la idea de cambiar esta actitud procede no de quien la experimenta, sino más bien de quienes se consideran víctimas.

Significado médico social

Siendo el término homofobia netamente descriptivo para un fenómeno de carácter individual, se ha ido aplicando, sin embargo, a situaciones sociales muy amplias: políticas y acciones gubernamentales, grupos y organizaciones religiosas. Por esta razón los autores opinan que esta realidad exige un marco teórico mas diferenciado, que dé sentido a la homofobia en las muchas situaciones en las que se emplea el término.

Por otro lado, es en el terreno psicológico–social que la idea de la homofobia se entiende mejor en la perspectiva del modelo sexual de comienzos del movimiento gay, pero no del actual, signado por la presencia de unas "minorías sexuales, que son realmente minorías políticas". El propósito central, según Herek, al comienzo del debate, habría sido el interés de dejar claro que los límites entre la homosexualidad y la heterosexualidad eran arbitrarios. Pero en las últimas décadas las cosas han cambiado, y los gay y lesbianas quieren ser percibidos como un grupo minoritario, cuasiétnico y el paradigma de los derechos civiles predomina en el activismo político.

Este cambio tendría efectos en la manera en que la actitud antigay –pensamos que no propiamente la hostilidad– podría ser comprendida en nuestros días. Quiere decir que los críticos de la homosexualidad pueden definir su posición, sin mayor dificultad, en términos de sus opiniones políticas y creencias religiosas. El problema habría entonces evolucionado, siendo ahora necesario entenderlo en términos de un grupo que se siente discriminado: conflicto intergrupos, más que conflicto intrapsíquico.

Remarquemos entonces la observación de que cuando aparece el concepto de homofobia, casi cuarenta años atrás, la homosexualidad figuraba aún en la DSM y el foco de mayor interés, en el movimiento de liberación gay, estaba en que cada quien pudiera exhibir, se decía, su inherente condición bisexual. Siendo así que a nivel individual se explicaba la actitud antigay como el miedo a enfrentar la propia homosexualidad reprimida.

Las organizaciones lésbicos – feministas, por su parte, empezaron a afirmar que ser lesbianas no era sólo un asunto de atracción sexual o romántica, sino más bien el rechazo a la héterosexualidad compulsiva, parte del patriarcalismo, que subyugaba a la mujer y entonces, todas las mujeres podrían ser lesbianas sin considerar sus sentimientos sexuales. Se revelaba de esta manera una estrategia netamente política que llegaba incluso a rechazar la idea misma de la homofobia por considerarla un constructo psicológico, siendo más bien un fenómeno socioeconómico.

Medicina o política

Terminando la década de los años setenta el objetivo de los defensores de las minorías sexuales había cambiado. Ahora, más que borrar las categorías sexuales o, dicho de otro modo, liberar el potencial sexual, se debería afirmar una concepción de la homosexualidad como un grupo minoritario mas o menos fijo y claramente definido.

La finalidad entonces sería otra y era la hora de la protección de los derechos civiles: no discriminación para el empleo, derecho a ser padres, reconocimiento legal a parejas del mismo sexo. Resumiendo, en un esquema político de grupo étnico, se creyó que la homofobia se comprendía mejor como el rechazo a un grupo que es discriminado. No hay interés en defender las categonias sexuales sino cuestionar la que se cree sea una percepción errónea de los heterosexuales sobre las minorías sexuales.

Paralelamente habrían crecido organizaciones opositoras, en especial la llamada "derecha cristiana", que reemplazaría al comunismo como objeto de combate por la comunidad gay. Sin embargo, este sector social y político no acepta ser señalado como homofóbico y esgrime por eso mismo principios políticos, éticos, científicos y religiosos en su argumentación en contra de la homosexualidad.

Se requeriría entonces un nuevo análisis, de acuerdo a los cambios mencionados. La situación ahora pretende ser planteada en una ideología cultural que define lo que es la sexualidad, identifica agrupamientos sociales y les asigna un valor (estigma social). Esta ideología estaría expresándose a través de la estructura social, instituciones y relaciones de poder (heterosexismo); y los individuos al internalizar esta doctrina, mediante actitudes y acciones, la expresan, refuerzan y cuestionan (prejuicio sexual). El estigma de la homosexualidad, se dice, consiste en que la sociedad creería que el deseo y conducta homosexuales y la identidad misma son malos, inmaduros, patológicos e inferiores a aquellos propios de la heterosexualidad.

La homofobia y la ampliación de su significado da lugar al término heterosexismo, que aparece, como el de homofobia, a comienzo de los años 70. Actuaría al igual que otros sistemas de creencias, diferencias según raza o género, racismo y sexismo respectivamente. Herek lo define como un sistema ideológico y social que presta argumentos e instrucciones para operativizar la actitud antigay. Estaría constituido por determinadas creencias sobre el género, la moralidad y el peligro que se adscribe a las minorías sexuales.

Las escritoras lésbico-feministas lo han vinculado a la ideología antihomosexual, con la opresión basada en el género, inherente a la "herencia patriarcal". Pensando que su corrección tendría que apoyarse en un cambio profundo de los roles de género culturales y las "relaciones de poder".

La idea más clara sería ahora distinguir entre heterosexismo, como una ideología expresada en instituciones de la sociedad, y homofobia, entendida como acciones y actitudes individuales.

Las minorías sexuales serían entonces mantenidas ocultas, "invisibilizadas", para usar el término de moda, y cuando se les menciona aparecen denigradas como enfermas –retomándose el superado concepto medioeval de la enfermedad– inmorales, criminales o por lo menos de segundo orden. La oposición entre heterosexualidad y homosexualidad estaría en el centro del héterosexismo, y los teóricos "queer" empiezan a referirse a la misma por los años 90 con el término de "heterosexualidad normativa".

Prejuicio sexual

Al prejuicio sexual se le define como la actitud negativa basada en la orientación sexual, ya sea que la persona sea homosexual, bisexual o transgénero. No excluyendo que el prejuicio puede proceder de los mismos homosexuales, dirigido esta vez a las lesbianas o de éstas a los homosexuales, etc.

Herek piensa que este sería un marco interesante para el análisis psicológico – social, incluso para argumentar frente a la derecha cristiana. Esta, dice, es posible que rechace ser calificada como fóbica, pero afirma que realmente son hostiles y su agenda política promueve el miedo. Alega además, que la derecha declara no tener prejuicio porque consideran a la homosexualidad sencillamente algo malo, pero, el autor afirma que no se necesita descalificar el prejuicio para no ser prejuicioso.

El heterosexismo se explica porque la homosexualidad había sido entendida científicamente en términos de inversión sexual o tercer sexo y la idea de la reversión del rol de género fue un hito que aparece en los comienzos de la cultura homosexual. Es así que en pleno siglo XX fueron formulados identidades y roles para quienes experimentaban atracción erótica y romántica por el mismo sexo, pero cuya conducta se adaptaba a las normas culturales del género, el "gay male clone" (homosexual hipermasculinizado), por ejemplo, estuvo más que conforme con el rol genérico.

Conservadorismo

Otros elementos a considerar serían tanto la emergencia de la minoría sexual (lésbica, gay, bisexual), cuanto la fuerza de la derecha cristiana. Así, aparecen conflictos intergrupales con adhesiones personales e ideologías religiosas y políticas, que no pueden entenderse como desprendidas de la idea del género, porque éste y el sexo estarían relacionados, pero no son la misma cosa.

Se ha señalado que el prejuicio antigay como constructo se infiere de la conducta de las personas, en forma de respuesta a encuestas, opiniones, expresión facial en presencia de homosexuales, su evitamiento en ambientes sociales, voto por leyes antigay, etc. Pero la correlación entre actitudes y conducta no es suficientemente clara, y en este caso un supuesto ni real prejuicio sexual no siempre podrá predecir conductas específicas.

Standing, 2004, agregando una idea interesante, interpreta la homofobia como resultado de la condición postmoderna, en tanto que al haberse perdido los antiguos grandes referentes –"Dios, nación, familia y comunidad"– la respuesta ha sido la expansión del fundamentalismo religioso representado por el ala conservadora de la Iglesia.

La necesidad de encontrar una respuesta a la ambigüedad y al relativismo hace, dice, necesaria la afirmación de una sexualidad asentada en la doctrina bíblica. La llamada diversidad sexual contradice abiertamente la doctrina cristiana y el rechazo a la homosexualidad, la homofobia, se exacerbaría por la existencia de organizaciones de lesbianas, gay, bisexuales y transgéneros que se declaran cristianas.

El vocablo homofobia, como ya se ha dicho, no se ajusta al concepto médico de "fobia" y lo más importante es que su destino ha estado signado por las necesidades de demostración de la doctrina del construccionismo social. Aunque al final quedaron en claro las estereotipadas razones argüidas para cuestionar las naturales reacciones frente a la conducta homosexual y el rechazo de la misma, a partir de la actitud beligerante de ciertos grupos homosexuales. No menos importante es tomar nota de la dudosa representatividad de quienes declaran ser portavoces de la población homosexual, desde luego la no gay, pero lo mismo, de los homosexuales gay sensatos e inteligentes.

Significado médico

A comienzos del siglo XXI, los mentores de la homofobia se enfrentan a unas evidencias que se esfuerzan por ocultar, divorciándose absolutamente de las investigaciones de carácter biológico. Estas indagaciones ayudan a explicar la desviación de la orientación sexual, sus riesgos para la salud y el grave error de la Asociación Psiquiátrica Americana al haberla dejado de lado. Nos referimos a los conocimientos acumulados acerca del rol de las hormonas en la organización cerebral, los indicadores constitucionales que diferencian hétero de homosexuales, la identidad y conducta sexuales en el "sexo ambiguo" y los resultados de la terapia de reconversión de la orientación.

Suponiendo que el rechazo a la homosexualidad y a la conducta homosexual, no a la persona en sí misma, tuviera algunas características de fobia, le faltaría sin embargo un aspecto central: la irracionalidad.
Desde luego que no puede llamarse fobia a la actitud de sospecha y recelo, acompañada de una inhibición en la conducta frente a un hecho tan en el extremo de lo normal. Pero, más aún, el concepto, el de homofobia, usado de modo tan acrítico y cargado moralmente, ha terminado obstaculizando sin duda la investigación científica de éste y otros fenómenos parecidos.

Asistimos a la reubicación del término homofobia, es decir, su extensión desde el ámbito individual al social, con fines de reivindicaciones políticas. Este reposicionamiento ofrece su flanco más débil al ampararse en la declaración de que todo en la sexualidad, identidad y orientación, actitudes, y conducta, son conformados por la cultura.

La ideología de género aspira a que el impasse entre la sociedad y la homosexualidad tendrá que apoyarse en un cambio profundo de los roles de género culturales y las relaciones de poder. La debilidad de este planteamiento reside en que el discurso de género excluye los conocimientos sobre la conducta sexual procedentes de las ciencias naturales.

Algunos autores, olvidando la perspectiva de la homosexualidad como una enfermedad, no entenderían que se pueda ver con simpatía el logro de algunos derechos civiles por los homosexuales, y que al mismo tiempo pueda resultar incómoda la interacción social.

El temor de ser contagiado de VIH/Sida, por el trato con personas homosexuales, aunque si bien no es posible sin contacto sexual, tiene un fuerte contenido simbólico. Más comprensible es desde luego la creencia de que la cercanía con una persona homosexual podría influir en la orientación sexual de niños en desarrollo.

Resumen

La aparición del concepto de homofobia coincidió con cambios fundamentales en la cultura y en la sociedad de la segunda mitad del siglo pasado. El término no fue ni etimológica ni clínicamente apropiado, pero sirvió en algo para aliviar la penosa situación que vivieron por años las personas homosexuales.

Al influjo de un pensamiento forzado y dogmático sobre el concepto global de la sexualidad y como recurso para plantear reivindicaciones sociales y políticas, la idea de la homofobia ha acabado desfigurándose.

Sin embargo, sirve aún como recurso de grupos de homosexuales y sus mentores que, con el pretexto de una muchas veces supuesta discriminación, aspiran a recolocaciones institucionales y fortalecimiento de carreras académicas.