7-4-2015

La ignorancia no sólo es atrevida sino también popular. Y en los tiempos que corren ha anegado la televisión, radioemisoras, periódicos impresos y publicaciones digitales. A propósito de una modificación urbana dispuesta por la administración municipal de Luis Castañeda, se cita a cada rato la Av. "Garcilaso de la Vega" ¡que no existe en Lima!

Para Raúl Porras Barrenechea: "Ese arte de contar innato lo escogió y plasmó en su obra admirable el Inca Garcilaso de la Vega, uno de los mejores relatores y narradores en lengua castellana, quien dio en la Florida la mejor prosa narrativa de América, que dijo Menéndez y Pelayo". (Raúl Porras parlamentario, p. 96, Ediciones Congreso del Perú, Lima 1997)

Cuando los locutores o los que dicen ser periodistas y "escriben" o "informan" aludiendo a las travesuras ediles de don Luis, se refieren a la supuesta avenida "Garcilaso de la Vega", no sólo meten la pata ¡y de qué modo! sino que citan el nombre de quien nunca vino al Perú y que fuera un poeta del siglo de oro de España y uno de los más brillantes de la producción lírica del Renacimiento y que naciera allá en 1498 y muriera en Niza, herido en batalla, en 1536.

En cambio, nuestro cronista y narrador, Gómez Suárez de Figueroa, nació en el Cusco en 1539 y murió en España en 1616. Es, precisamente, al que aluden múltiples libros y estudios respecto del extraordinario mestizo que adoptó luego el nombre de Inca Garcilaso de la Vega, hijo del ibérico Sebastián Garcilaso de la Vega y de la princesa Chimpu Ocllo nieta del Inca Túpac Yupanqui. Y la avenida que antes se llamó Woodrow Wilson tomó, décadas atrás, el nombre del extraordinario autor de Comentarios Reales de los Incas, La Florida del Inca, Historia General del Perú-II Parte de Comentarios Reales), y que ha servido, con sus imperfecciones o modificaciones, sublimaciones o inexactitudes, como fuente feraz de la historia del Perú desde el incario hasta la conquista.

Nótese, y recuerden los ignaros que cuando un burro habla, el resto para las orejas, que el capitán español Garcilaso de la Vega, murió tres años antes de que naciera en la ciudad imperial de los Andes, Cusco, Gómez Suárez de Figueroa. Que nunca vino el poeta de luces potentes renacentistas a América Latina y que en realidad fue tío del padre del Inca Garcilaso, Sebastián. El parentesco es algo así como sobrino-nieto, el del cusqueño.

Subrayemos que la ignorancia no genera derecho, diestro, ni zurdo o siniestro. Por el contrario destruye los hondones de la historia al reemplazar con frívola tendencia abominable el recuerdo y homenaje que se merece el Inca Garcilaso de la Vega, cusqueño, mestizo y de linaje incaico materno, al ser reemplazado por voces acríticas, por el capitán peleador en las huestes de Carlos V de España contra Francisco I de Francia, Garcilaso.

¿Qué debiera hacerse? No poco, a mi juicio.

Una primera medida sería la de corregir los audios de la propaganda del municipio limeño. No puede ser que se pretenda convertir masivamente al peruano que escucha esos mensajes plagados de errores, en burros ilustres de luces nulas o anuladoras de un pasado que en el caso del Inca Garcilaso de la Vega, discurrió por una prosa elegante, castellana, rica y muy informada, más allá de sus propios gustos o visiones. O interpretaciones.

Otra segunda, es la de saber si hay algún alma piadosa entre los lectores, y que le sople la pluma al alcalde Luis Castañeda Lossio de quien no se sospecha que posea curiosidades lectoras o intelectuales de ninguna especie. Pero sí debiera entender que en el Perú hay gente aún dedicada al estudio, al homenaje a la historia y a la forja de un país libre, justo y culto.

Una tercera vía posible sería la de enterar a todos los noticieros y programas periodísticos o que así dicen llamarse, de estas modestas líneas, para que NO sigan repitiendo la bestialidad de referirse a una avenida que en Lima NO existe.

La historia, madre y maestra, no es una reliquia, es por el contrario ministerio grave y a su recuento y escrutinio deben coadyuvar también los periodistas.

Por tanto, repitamos: ¡Inca Garcilaso, Inca Garcilaso, burros!

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