Nada hay más importante en el plano latinoamericano para Perú que superar la difícil vecindad con Chile y agitar las banderas tremolantes de una complementariedad entre ambos países que se afinque en el respeto mutuo, las disculpas históricas y una mirada de futuro con sincera vocación de unidad, paz y respeto a la determinación de los pueblos.
Por tanto, la Cancillería del próximo gobierno del flamante presidente Pedro Pablo Kuczynski requerirá de un hábil piloto en Torre Tagle que sepa negociar, tratar y poner en la realidad exacta de las cifras y las proyecciones, nuestra relación con Chile.
No se necesita ni un panegirista obsecuente que diga sí a todo lo que venga del sur y tampoco un ultramontano que se oponga a rajatabla a cualquier iniciativa austral. El justo medio consistirá en comisionar la cartera de Relaciones Exteriores a un cuadro político con el respaldo profesional y especializado en Torre Tagle.
A muchos, ligeros de opinión y ciegos de visión geopolítica se les antoja que Relaciones Exteriores es un ministerio más. Y no hay peor error. Es parte de la defensa nacional y carga sobre sí la tarea patriótica de que las mesas de negociació no sean reemplazadas por el rugir del cañón ni la amenaza de invasiones. Por tanto de cómo se maneje la relación con Chile para cerrar, en lo posible, heridas y abrir alamedas de complementariedad, consistirá una clave muy sensible para la nueva administración.
El economista Alan Fairlie es un estudioso dedicado desde la cátedra docente y la investigación especializada a la relación con Chile. Ha sido crítico exponente en las múltiples coyunturas que Perú ha debido tratar con la nación del sur. He allí una de sus fortalezas más eximias: no es ajeno al tema y lo domina con ojos escrutadores y con capacidad de aporte al debate y a la negociación. He allí una fórmula estupenda.
No sólo eso. Alan Fairlie es decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica del Perú lo que en buena cuenta significa que tendrían estos altos centros de estudios, representación en el nuevo quehacer gubernamental. La inclusión debe ser signo del nuevo régimen.
Pensar en Fairlie como jefe de equipo en la Cancillería y respaldado por una fortísima sinergia de prensa y diplomática para acometer la difícil vecindad con Chile, no resulta aventurado ni frágil. Por el contrario, aporta margesí de conocimientos que bien encaminados apuntarían al equilibrio con los meridionales. De una buena vez.
Insistir en diplomáticos cuya única virtud ha sido la de ser mesa de partes a la voluntad omnímoda de otros jefes de Estado representa una vergonzosa claudicación. Es el caso del embajador José Luis García Belaunde quien durante el lustro que fue ministro de Relaciones Exteriores hizo de ujier obsequioso del ex presidente García Pérez. Su calidad intelectual es modesta y nadie sabe a ciencia cierta en qué podría enriquecer una administración que tiene como cometido, cerrar compuertas agrias para abrir caminos de entendimiento y complementariedad, si eso es posible, con los del sur.
Las nuevas tecnologías de información deberán estar al servicio de las relaciones internacionales del Perú. Preparar a periodistas en los vastos recovecos de la difícil relación con Chile, una tarea inexcusable. Constituir equipos de asesoramiento de este jaez, misión impostergable.
El presidente electo Kuczynski debiera evaluar cómo y de qué forma el nombramiento en la cartera de Relaciones Exteriores, a Alan Fairlie, representa un eslabón de unidad nacional porque proviene del Frente Amplio cuyo concurso fue valioso ariete en su triunfo de hace pocos días. Además formó parte, como candidato a la segunda vicepresidencia de la denominada plancha presidencial de esa colectividad.
La relación con Bolivia y Chile representa, por muchos motivos, elan y motivación de fraterna complementariedad pero también de ciencia y conciencia y con miras a la formación de una Comunidad Latinoamericana de Naciones.
Independiente comprometido con el estudio y con vocación docente y política, estudioso de la difícil vecindad con Chile, Alan Fairlie otorgaría un giro de calidad optimista e imaginativo y de muy alto nivel al trato con la nación vecina.
Dijo el poeta en víspera del nadir trágico: ¡Caminante no hay camino, se hace camino al andar!
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